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TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

La consejera de Turismo y el Cabezo Gordo: ¿visitar por visitar?

6/03/2020 - 

Por la mañana, si no hay calima y el sol es todavía blanco, más allá del plástico brillante de los invernaderos se ve el mar Menor, sus islas (la del Barón a la izquierda, la Perdiguera a la derecha), la línea de edificios de La Manga y, más cerca, el perfil del Cabezo Gordo. Con ocasión de la visita de la consejera de Turismo a la Sima de las Palomas, un artículo de Murcia Plaza define a ese último como "un Paisaje Protegido de interés biótico, paisajístico, paleontológico y cultural. En su interior se encuentra la Sima de las Palomas, el segundo yacimiento paleontológico de España más importante después de Atapuerca, en Burgos".

Así es.

Desde el cielo la huella humana se observa en los caminos que ascienden sinuosamente sus cotas de nivel, el mordisco de la cantera, la tierra rojiza, las gradas en la roca y alrededor el verde de los cultivos, los rectángulos blancos de los invernaderos y el azulenco de balsas dispersas de agua. Cuando sopla el viento, la polvareda se contempla desde la vía rápida, también conocida como autovía del Mar Menor. El Cabezo Gordo forma parte del paisaje de la comarca del Mar Menor y, como nuestra laguna salada, es una joya de la naturaleza y de la cultura humana. Y como todo aquello que merece la pena conservar para las generaciones futuras, sufre el deterioro de las actividades humanas en esta, nuestra Región, que, en palabras del presidente López Miras es tierra de oportunidades, una nueva frontera para hacer negocio con el medio ambiente.

Al atardecer, mientras se pasea por La Puntica, entre los molinos de Quintín y de La Calcetera, se contempla el Cabezo Gordo siguiendo la senda brillante del sol poniente sobre el mar. De cuando en cuando, el viento del oeste hace volar las impurezas de espuma entre el mar Menor y Las Salinas de San Pedro. En algún momento alguien habrá pensado que nuestra laguna es una piscina y se puede desespumar como hacemos en la superficie de los guisos.

El Cabezo Gordo es un cerro testigo que soportó la erosión de los tiempos geológicos. Durante siglos las gentes de la llanura del Mar Menor lo contemplaron cada vez que levantaban la cabeza de la tierra, para secarse el sudor antes de seguir peleando con el secano. También los pescadores, incluso Juan que llevó en barco a Juan Goytisolo hasta la orilla de Los Urrutias y cocinó un caldero en las dunas de La Manga allá por 1960, contemplaban el Cabezo Gordo entre las nubes rojizas del crepúsculo. Entre garroferas, almendros, molinos que extraían agua del acuífero, una tierra dura pero fértil.

Pasado Balsicas, en el puente que salva el ferrocarril Madrid-Cartagena, se observan las grandes extensiones de invernaderos, las balsas, los cultivos al aire libre, el molino de Alberto Garre y la cicatriz en la mole del Cabezo Gordo. Posiblemente, cuando la misma se ralentiza o detiene su crecimiento la economía va mal. Cuando los camiones levantan pequeñas nubes de polvo o el viento juega con él esparciéndolo y enturbiando la luz del cielo, es buen tiempo para los negocios. No hay nada que objetar. La oferta y la demanda, el estado mínimo si es posible y el que contamina paga (nadie).

Cerca de la salida de la vía rápida del Mar Menor, en dirección a Los Dolores, un edificio de cemento visto se consume en el abandono. Alrededor, un caserío, palmeras, las faldas septentrionales del Cabezo Gordo, los sempiternos blancos de los invernaderos y plástico entre los matorrales. Una de las fachadas del edificio imita la grieta de entrada a La Sima de las Palomas. Aquel esqueleto de cemento debió ser el Museo Paleontológico más importante después del de Atapuerca. La crisis económica y, sobre todo, el despilfarro de la comunidad autónoma y de algún que otro ayuntamiento en la bacanal del capitalismo de boletín oficial o de amiguetes, tan del gusto de alguno de nuestros liberales, frustró su apertura al público.

El día 1 de marzo, con un nutrido acompañamiento, la consejera de Turismo, Sra. Sánchez López, visitó la Sima de las Palomas. Uno se la imagina en lo alto del cerro mientras un helicóptero gira a su alrededor mostrándonos la grandeza de la comarca del Mar Menor: su mar, sus islas, las montañas al fondo, la gran U alargada en un lado del Puerto del Garruchal (nuestro especial país del búho), las primeras luces del aeropuerto de Corvera al anochecer, el verde de los cultivos, las balsas de agua diseminadas, las palmeras de las grandes urbanizaciones, el verde apagado de los campos de golf, las siluetas de los pueblos...los horizontes de grandeza, las desilusiones que acompañan cuando la Nueva Frontera es un erial de futuro.

Queda poco que decir. En esta Región se ha dicho todo lo que seremos y nunca hemos sido. Proyectos nunca iniciados, muchos truncados en sus comienzos, grandes titulares en prensa que ocultaron la nada creativa. El Cabezo Gordo supura sus heridas, pero justamente, en ese lugar, hay una ventana de oportunidades. Solo hay que aprovecharla. La consejera de Turismo debería saberlo. Normalmente los políticos deben saber, aunque perseveren en demostrar lo contrario. Sra. Sánchez López: ya conoce el Cabezo Gordo, su valor tangible e intangible para las gentes del Mar Menor, la joya de la Sima de las Palomas, el edificio abandonado del que debió ser museo de paleontología. Además, estuvo acompañada con una nutrida asistencia. Ponga en valor ese lugar. Deseamos recordar, deseamos conocer, deseamos ser nosotros mismos. Hágalo posible.  


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