El acuerdo entre la extrema izquierda y el PSOE asusta a los empresarios, dadas las políticas que desean aplicar los de la formación morada. Durante las dos jornadas bursátiles desde la firma, el IBEX se ha mostrado muy pesimista
MURCIA. Ya pasadas las elecciones, en un escenario en el que, pese a la incapacidad real de los números, ya se prevé un escenario de gobierno en el que se integra la coalición entre el PSOE y la extrema izquierda, Podemos. Un escenario que, visto desde la cara de los inversores y el consenso de empresarios, genera más miedo que tranquilidad. Y es que, mientras que Pedro Sánchez hablaba del precio de un gobierno con Podemos, el acuerdo se estaba gestando en cubierta, a la espera de que se confirmasen los resultados de los innecesarios comicios.
Y como se puede ver, he utilizado el término innecesarios por la sencilla razón de que los políticos, en especial el Partido Socialista como primera fuerza política, han sometido al país a un bloqueo que nos ha llevado desde el mes de abril hasta noviembre. Un bloqueo en el que la economía continuaba desacelerándose, a la espera de que se adoptasen unas reformas que en ningún momento han llegado. Unas reformas que no llegaban, y que cuando llegan, espantan a cualquiera. Y así es el escenario que vemos en el país, al menos cuando echamos un vistazo a lo que viene a ser la economía real del país.
De acuerdo con los últimos sondeos, la confianza empresarial sigue descendiendo. El índice de confianza empresarial, el armonizado y último registrado, muestra una variación negativa. Una variación negativa producida por un escenario en el que los empresarios en el país se muestran bastante pesimistas ante un escenario que, bajo su criterio, va de mal en peor. De mal en peor por la llegada de un líder que, en coalición con el PSOE, pretende declarar la guerra a los empresarios en el país. Claro, el habla de empresarios ricos, lo que viene a ser el 0,12% del tejido empresarial español, si hacemos un uso de literalidad de sus palabras.
Y digo un 0,12% por la sencilla razón de que el 99’88% del tejido empresarial en España se compone de PyMEs y microempresas. PyMEs y microempresas que, en el 95% de la totalidad del tejido empresarial poseen 10 o menos empleados. Es decir, con un 0,12% del tejido empresarial español, el señor Pablo Iglesias pretende arreglar el país, además de conseguir un excedente para incrementar el gasto público y multiplicar el límite por 4, disparando la deuda, por supuesto. Una operación que, ni en sus cuentas, es realizable. Pero claro, Iglesias no atiende a que España no solo posee las empresas más pequeñas de Europa, sino que las mismas, ante una situación como la que prevé conformar este señor, dados sus limitados recursos, se verán obligadas a realizar ajustes que, como cabe de esperar, dañarán nuestra economía.
Pero claro, tampoco se ha dejado a las personas físicas en la ecuación. Unas personas físicas a las que pretende expoliar con su mal denominada “justicia fiscal”. Y es que, entre las intenciones de este individuo se encuentra la necesidad de destopar las bases de cotización, obligando a que los ciudadanos que más tengan, por consecuente, paguen más. Ahora bien, pretende hacerlo sin compensación alguna; es decir, sin ofrecer, a cambio, un incremento en las pensiones para compensar en el futuro la mayor dotación ejercida por el incremento fiscal. Una práctica que, atendiendo a la RAE, no se corresponde precisamente con justicia; sino más bien con una solidaridad impuesta y obligatoria, al puro estilo dictatorial.
Hemos pasado del no gobierno al desgobierno
Un discurso repleto de incoherencias, pero para el que tampoco le salen los números. De acuerdo con los propios cálculos que ha realizado la formación morada, el destopar las bases de cotización e ir a por los ricos en España, solo tiene la capacidad de generar un agregado a la recaudación de, en el mejor de los casos, el 0,7% del PIB. Es decir, ni comprando el discurso podemita de expoliar a los ricos por su condición de ser generador de riqueza, ni con esas, cubrimos el 50% del déficit que posee el país en materia de pensiones. Un déficit que continúa agravándose y que ya nos está llevando a una situación complicada, y tensa, con Bruselas.
Como podemos comprobar, el discurso del señor Iglesias está muy verde. Y el único efecto generado por el propio discurso es la espantada y el temor de unos empresarios; unos empresarios que, además de enriquecerse como ya recalca el señor Iglesias, generan el empleo sostenible en el país, generan la riqueza, generan la innovación y, con ello, el valor añadido. Unos empresarios que, con el fruto de su trabajo, sufragan nuestro estado de bienestar, así como el de todos los españoles. Y lo sufragan por la sencilla razón de que emplean a una gran cuantía de personas, las cuales solo producen ingresos al estado, a diferencia de lo que genera el empleo público; empleo público que, en la mayoría de los casos, genera un gasto.
Sin embargo, esto no es importante para el señor Sánchez y el señor Iglesias. Gobernar el país es su fin y cualquier coste, en estos momentos, es asumible. Hemos pasado, como dice Juan Ramón Rallo, del no gobierno al desgobierno. La situación es más que alarmante y las amenazas a la economía real son muy visibles. España necesita dinamizar la economía y apalancar el país, además de declararle la guerra a las empresas, no es la solución más certera; menos cuando Europa nos está exigiendo el ajuste fiscal que tanto necesita el país para cumplir con los pactos de estabilidad y crecimiento (PEC) a los que nos sumamos con la llegada del Euro. España necesita reformas, pero no cualquier reforma es la necesaria.