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como ayer / OPINIÓN

La casa y la calle del catedrático Simón García

31/10/2024 - 

MURCIA. El lector paseante por el callejero de la Murcia eterna reparará sin dificultad en que en la calle de Simón García, que antes estuvo dedicada al cantante murciano Mariano Padilla, y antes aún se llamó Corredera, se realizan obras en un viejo edificio que durante muchos años ha permanecido abandonado a su suerte y cubierta su fachada, dando frente a la plaza del Cristo del Rescate.

De modo que la buena noticia de la recuperación del inmueble, aunque sólo se salve la fachada, nos da pie a penetrar, por medio de estos ‘ayeres’, en algunas historias que giran en torno a sus venerables piedras.

De entrada, hay que significar que se trata de la casa donde habitó y falleció el citado Simón García, respetado y querido profesor del Instituto de Murcia, en los tiempos en que sólo había uno, y poseedor de un vasto saber en su condición de estudiante del Seminario entre los 8 y 18 años. Con el tiempo fue miembro de la Real Academia de la Historia, doctor en Filosofía y Letras, licenciado en Derecho Civil y Canónico y catedrático de Geografía, Historia Universal e Historia de España.

Una placa, que a buen seguro permanecerá en la fachada del futuro edificio, ofrece la siguiente información a quien sienta la curiosidad de leerla: “En esta casa falleció el 9 de mayo de 1901 el sabio catedrático y polígrafo Simón García y García, gloria de las letras murcianas. Sus discípulos, que no le olvidan, le dedican este recuerdo. Murcia, 9 de mayo de 1920”.

Fue el 31 de marzo de ese año cuando, a petición de sus antiguos alumnos y de los vecinos del barrio, acordó el Ayuntamiento dedicar al sabio alhameño, hijo de agricultores, la calle donde vivió. También incluyó el acuerdo que, para rotular aquella vía urbana, se recaudaran fondos entre todos los interesados en ofrecer a la memoria Simón García tal homenaje, con una aportación máxima por persona de 2 pesetas.

Lo recaudado ascendió a 399,50 pesetas, lo que dio para las dos placas que se instalaron en Murcia y otras dos en la calle que se le dedicó también en su Alhama de Murcia natal. Con el sobrante, se pagó la lápida fijada en la fachada a la que nos hemos referido anteriormente.     

Pero el asunto de la dedicación de la calle merece comprobar qué se hizo con el barítono Padilla, desposeído de aquella rúa que se le había concedido para una teórica imperecedera memoria en 1886, sólo 24 años antes. La salomónica decisión fue concederle la vecina calle de los Dolores, con lo que no se le sacó del callejero local, como ha sucedido en alguna otra ocasión con ilustres vecinos.

"lo malo de estos homenajeados de hace un siglo o más es que para los ciudadanos de hoy resultan ser unos ilustres desconocidos"

El edificio resulta de nuestra atención porque su fachada conserva, y lo seguirá haciendo, ciertos elementos modernistas, como lo son en este caso los adornos que enmarcan los balcones, basados en elementos florales y vegetales, que en el interesante blog ‘Modernismo y Art-Decó en la Región de Murcia’ son señalados como idénticos a los que lucía el desaparecido Café Moderno, sito en el Arenal de Murcia; el restaurante Loreto, de Jumilla; o el palacio de los condes de Arribas, en Cehegín.

Aparte del deterioro manifiesto del inmueble, derivado en pura ruina, algunas actuaciones desafortunadas a lo largo de su historia perjudicaron su noble aspecto, como la adaptación de la planta baja para fines comerciales, eliminando cualquier atisbo modernista, y el burdo añadido de una planta más, sin la menor gracia. Habrá que ver cómo se resuelve con la reconstrucción el asunto de las alturas.

Simon García falleció a una edad temprana, una mañana de mayo de 1901, cuando se disponía a encaminarse al Instituto, a pesar de que su salud se hallaba deteriorada desde el mes de mayo del año anterior.

La prensa no reparó en elogios hacia su persona, como los contenidos en ‘El Heraldo de Murcia’, donde se afirmaba: “Su talento envidiable, la profundidad de sus conocimientos, su exagerada modestia y su intachable honradez, le habían formado anta la estimación pública una atmósfera de admiración y respeto justísima y merecida”.

Las crónicas necrológicas recordaban que fue Emilio Castelar, el célebre orador y cuarto presidente de la efímera Primera República, quien encaminó al erudito alhameño a cursar estudios de Historia, cuando su vocación primera había sido el Derecho. Años después, quiso el destino que ganara la cátedra de Historia de España de la Universidad Central, que estaba vacante por el destierro del mismo Castelar, aunque su regreso dio lugar a que Simón García no llegara a tomar posesión del cargo.

Al funeral, por la mañana, y al entierro, en la tarde, celebrados en San Juan Bautista, acudieron multitud de personas notables de la ciudad, cuya larga relación figuraba en las reseñas de prensa, así como la de los celebrantes, cuatro canónigos y los párrocos de propio templo donde se ofició y de San Andrés. Y en la presidencia, el político murciano Antonio García Alix, que había sido hasta dos meses antes ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, y que sería en los años siguientes gobernador del Banco de España, en dos etapas, y ministro de Gobernación, primero, y de Hacienda, más tarde.

Muchos de aquellos prohombres de la ciudad acabaron incorporados al callejero, pero lo malo de estos homenajeados de hace un siglo o más es que para los ciudadanos de hoy, incluidos los domiciliados en esas calles, resultan ser unos ilustres desconocidos.

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