Fotos: DAVID FRUTOS
MURCIA. Esta casa de la que hablamos hoy es más que un proyecto de reforma de una casa de 1920, situada en el casco histórico de Murcia, donde se encontraba una oficina abandonada. Porque ha sido, además, el hogar durante una década de los arquitectos que transformaron este piso - donde se llegó a almacenar pintura- en un luminoso hogar abierto al arte y a la cultura. Se trata de un proyecto que, por lo tanto, han desarrollado durante diez años Tatiana Poggi y Joaquín García Vicente -del estudio Especie Arquitectura-, quienes decidieron emprender un proyecto arquitectónico, cultural y de vida en aquella oficina de 180 m2 que giraba alrededor de un patio acristalado. Porque no solo llevarían a cabo una reforma que pusiera en valor la arquitectura murciana de principios del siglo XX, sino que también abrieron el espacio a diferentes actividades artísticas. Les han acompañado en esta aventura sus gatos Kazuyo y Ryue (llamados así por los componentes del estudio japonés SANAA).
Explican que el proyecto, bautizado como 'Sunset Openhouse' y del que se han hecho eco revistas especializadas como 'Elle Decor', tiene dos vertientes, como proyecto construido y como proyecto cultural, que "es como entendemos la arquitectura". Y es que la rehabilitación de esta vieja oficina para convertirla en el hogar de la joven pareja de arquitectos - quienes acababan de terminar la carrera y contaban con un presupuesto muy ajustado- iba acompañada de una propuesta curatorial que incluía abrir la casa al público para eventos puntuales.
El objetivo de la reforma era adecuar la casa a la vida contemporánea y al mismo tiempo poner en valor la arquitectura de Murcia de principios de Siglo XX, que señalan ha sido "machacada y derribada hasta la saciedad en contraposición al valor que se le ha dado en otras ciudad fuera de la Región o incluso en la cercana Cartagena, donde sí encontramos muchos edificios en pie de la época". Para ello, tenían claro que había que reformar lo mínimo (y gran parte haciéndolo ellos mismos).
El proyecto de reforma se centró en reorganizar el espacio, realizando unas aperturas en los espacios anexos a fachada y pasando de tres habitaciones cerradas a una única zona de día volcada a los cuatro balcones originales, según apuntan desde Especie Arquitectura. Así, el salón, el comedor y la cocina se organizaron a modo de enfilade -habitaciones alineadas y comunicadas entre sí-, colocando la cocina, diseñada por ellos mismo de fondo de vista. Este espacio con la isla central, se pensó como una cocina-showcooking que permitiera la visibilidad del chef en eventos gastronónimos, facilitando además a los habitantes habituales (los arquitectos y sus gatos) recorrer fludiamente todo el espacio siendo la isla -el fuego- el centro de la casa.
Destacan los arquitectos, por otro lado, la recuperación de la baldosa original de la zona principal, que había sido cubierta por una serie de capas durante los últimos cien años (el lugar había acogido incluso un almacén de pinturas, recuerdan). "Retiramos restos de pintura derramada durante años, una capa de linóleo y una capa de cola previa a la baldosa que habían usado para cubrir toda la casa hacia los 2000; como si fuéramos arqueólogos", explican.
Tatiana Poggi y Joaquín García Vicente también señalan que el elemento central de la vivienda es un patio acristalado, en el que se han mantenido las carpinterías originales y las molduras, que en su origen permitía recorrer la vivienda con una circulación de 360º. Este corredor se convirtió, además, en una galería de arte en la que un buen número de artistas expusieron sus piezas. El espacio en planta queda completado por dos dormitorios, un vestidor, un baño, un estudio y un taller de trabajo.
Los materiales empleados fueron básicos y económicos -no hay que olvidar el presupuesto ajustado-, "como el hierro que conformaba la estructura de la cocina, comprado en un taller de un polígono industrial, tableros de madera de pino, o textiles", señalan los arquitecto. Añaden respecto a las tonalidades de la casa que "generamos una paleta de colores vivos y divertidos, puesto que teníamos muchísima luz y techos altos, por lo que además podíamos trabajar con colores oscuros, como el verde del dormitorio o el rosa chicle del vestidor. El comedor lo pintamos de un rosa taupé clarito, y un tono blanco neutro en salón y cocina. Lo combinamos con mobiliario vintage, como el sofá amarillo lima catalán de los años 50 de Isabella Bo, o los sillones midcentury verde oscuro también de Isabella Bo".
El resultado es una casa llena de historia y de personalidad, donde la luz invade unos espacios que se abren para hacer fluir tanto el día a día como la cultura murciana. Porque este, recuerdan, "ha sido un lugar de reunión de amigos y personas que luego han sido amigas gracias a la conexión a través de este lugar". De hecho, por allí han pasado artistas, agentes culturales, comunicadores, fotógrafos y chefs como Amor González de Casa Taller Birdie, Isabella Bo, Juan Carlos Ruiz, Pati Gagarin, Ladies Wine And Design, Demoleer o Malvadisco, entre otros.
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