MURCIA. El lector interesado en las cosas de la historia y la cultura sabrá que en distintos lugares de España se celebran actos conmemorativos del VIII Centenario del nacimiento del rey Alfonso X, llamado el Sabio. Y Murcia no podía ser una excepción, habida cuenta de que los vínculos entre tan ilustre personaje y esta tierra fueron muy estrechos en su tiempo y perdurables por los siglos.
Es cosa conocida que la historia de esta relación comenzó en los días en que el todavía príncipe sujetó al Reino de Murcia a vasallaje en nombre de su padre, Fernando III el Santo. Sólo Lorca, Cartagena y Mula opusieron resistencia y hubieron de ser tomadas por la fuerza. Sucedía esto en el año 1943, y Murcia se convirtió desde aquel momento en una de las ciudades predilectas del Rey Sabio.
Como escribió el profesor Torres Fontes, de los privilegios y mercedes concedidos por el rey sabio se deduce “un decidido propósito de engrandecer, proporcionándole todas las facilidades posibles, a la que era primera conquista del entonces Infante heredero de Castilla”. Y ese interés y afecto permanentes alcanzaron “como coronación de una acción continuada de favores materiales y espirituales”, el legado de sus entrañas, conservadas en el presbiterio de la Catedral.
Por no hablar de la concesión a Murcia de las cinco primeras coronas que figuran en su escudo (la sexta la otorgó Pedro I y la séptima Felipe V), y el corazón; o de la inclusión entre las célebres Cantigas de la dedicada a la Virgen de la Arrixaca; y del hecho de que se celebrara en nuestra ciudad la real boda de la infanta Beatriz y el marqués de Monferrato, señor de un pequeño estado del norte de Italia situado entre los ducados de Saboya y de Milán.
Por su parte, la lealtad de la ciudad hacia su rey se tradujo en una entrega total, “sin vacilaciones y con amplia publicidad, que permitiría a otra ciudad, también fiel a Alfonso el Sabio, Sevilla, el poder solicitar de Murcia la firma de una hermandad en defensa de los derechos de su monarca”. No olvidaría Murcia los favores recibidos, y cada vez que tuvo que defender sus derechos invocó los privilegios de Alfonso X, “base de su prosperidad y guía certera de su organización ciudadana”, como expresó Torres Fontes.
Sobran, pues, argumentos para una conmemoración en la que la Virgen de la Arrixaca alcanzará un significativo protagonismo, pues no en vano fue durante siglos patrona de la ciudad y del Reino a los que tanta dedicación y cariño brindó el monarca castellano.
Y así, la próxima semana se inaugurará en el Museo de la Ciudad la exposición temporal ‘In nomine Dame. Santa María de la Arrixaca. Símbolo y forma’, sobre la imagen y su historia; y el 23 de noviembre, coincidiendo con el aniversario del nacimiento de Alfonso X en Toledo, la imagen de la Arrixaca visitará la Catedral, en breve traslado procesional, desde la vecina iglesia de San Juan de Dios, y tras una procesión claustral por las naves del primer templo diocesano, estará presente en la misa con ‘te deum’ en memoria del rey.
Volverá la sagrada talla medieval a la sede episcopal casi 80 años después de que lo hiciera el 1 de mayo de 1943, en el acto central de la conmemoración del VII Centenario de la reconquista de la ciudad. Y lo hará partiendo desde el lugar en el que estuvieron enterradas las entrañas regias desde el fallecimiento del monarca hasta que fueron llevadas a la Catedral por concesión del rey Carlos I en el año 1525.
La procesión de 1943 fue de las más espectaculares celebradas en la ciudad en el siglo pasado. Partió desde el antiguo convento de San Agustín, hoy parroquia de San Andrés, a las seis y media de la tarde, para ingresar en la Catedral a las nueve de la noche. “La expectación por presenciar el cortejo había despertado en Murcia extraordinario interés. La ciudad, en la tarde de ayer, se engalanó profusamente para que el recorrido triunfal de la sagrada imagen resultase brillante y emocional”, dijo la crónica del diario ‘Línea’.
Un gran heraldo de época, a caballo y portador del estandarte de la Arrixaca abría marcha al cortejo, siguiéndolo heraldos, timbaleros y trompeteros con caballos engualdrapados, cuyas bridas eran llevadas por pajes, todos ellos con ricas vestiduras de raso bordadas en oro. Los trompeteros iniciaron, al ponerse en marcha, el toque heráldico, especialmente compuesto por el maestro Palau para esta ocasión.
Y luego, 40 ballesteros a pie con sus atributos, 20 soldados a caballo con cota de malla, lanza y escudo, y otros tantos a pie precedían al pendón real, que salió de San Andrés portado por el alcalde y a los sones del himno nacional y fue entregado a un rey de armas que lo llevaría durante el desfile. Después, sobre ricas andas de flores naturales, iba el sello real de la ciudad de la época de Pedro de Castilla, llamado el Cruel o el Justiciero, según fueran detractores o partidarios.
Las andas eran llevadas por cuatro reyes de armas, con ricos trajes de la época, y tanto pendón como sello eran escoltados por ocho nobles a caballo, a los que seguían 22 soldados a pie con escudo y lanza, 60 caballeros y ricos-hombres, también a pie, además de 30 sabios, físicos y moros sometidos.
La Virgen de la Arrixaca se situaba a continuación, sobre gran carroza de flor natural que reproducía la miniada estampa que ilustra la cantiga 169 del rey sabio, compuesta en honor de la antigua Patrona de Murcia. Era precedida por 42 damas nobles cantoras y 25 músicos, pertenecientes al Orfeón Murciano Fernández Caballero, ataviados con trajes de época y cantando el estribillo de la cantiga alfonsina. Y tras la Virgen, un sinfín de representaciones de toda suerte de organismos y entidades religiosas, civiles y militares, a los que se sumó en la plaza de Santa Catalina el ministro de Educación Nacional, José Ibáñez Martín, que había sido con anterioridad concejal del Ayuntamiento de Murcia, diputado y presidente de la Diputación Provincial.
Una vez en la Catedral, el padre Caballero, de la Compañía de Jesús, pronunció un fervorín, y la Masa Coral Polifónica Valenciana interpretó el Magnificat y la Salve a orquesta y coros del citado maestro Palau, presidiendo la ceremonia religiosa el vicario general de la Diócesis.
El regreso de la Virgen de la Arrixaca a la Catedral será, sin duda, un acontecimiento, pero difícilmente llegará a la magnificencia de aquella lejana ocasión, de hace 78 años, en la que Murcia vivió uno de sus días más grandes.