Imaginen que el Titanic tan solo hubiera rozado el iceberg que se lo llevó al fondo del océano. Imaginen que el gran transatlántico hubiera podido continuar su navegación hacia Nueva York, su puerto de destino, pero con una leve raspadura en el casco que fuera creciendo poco a poco, inundando la nave sin que nadie se percatara a tiempo. Imaginen que a menos de una milla náutica de su meta, la avería ocasionara el naufragio que todos conocemos, con la silueta de la ciudad norteamericana ya perfectamente delineada. Buque, carga, pasaje y tripulación, incluida la orquesta, engullidos a una distancia que permitiera asistir al horror desde la costa. Multipliquen las bajas por cinco millones, aproximadamente. Y, ahora, entre los servicios de emergencia que acudieran a socorrer a las víctimas, imaginen a unos cuantos tipos sacando tajada de la venta de salvavidas. Con una gran cantidad de lotes defectuosos, además. Pues esa es la imagen que me viene a la cabeza cuando veo casos como los de Koldo García, el hermano de Ayuso o el hijo del duque de Feria. Individuos que en pleno caos por la expansión del virus, piensan en hacerse millonarios con las mascarillas. Que en pleno terremoto, sacan el pico y la pala para buscar oro.
"Son unos grandes emprendedores que ven la oportunidad de negocio y tiran de agenda para asegurarse la jubilación"
Ojo, no vayamos a pensar que los estoy criticando. Son unos grandes emprendedores que ven la oportunidad de negocio y tiran de agenda para asegurarse la jubilación. No todo el mundo dispone del teléfono personal de un empresario chino, además. O no todo el mundo es capaz de inventarse un empresario chino que sirva de proveedor en plena emergencia. Más fácil es encontrar entre los contactos del móvil a un político con mando en plaza, pero tienes que tener la capacidad de convencerle para que acepte la transacción. Quizá, con la generosidad de ceder un porcentaje de las ganancias. Y no todo el mundo sabe abrir una mano y esconder los escrúpulos en la otra al mismo tiempo. Eso es un don. Hay ocurrencias peores, como la de viajar a una isla misteriosa en medio del océano, certificar la presencia de un gorila gigantesco y, después de permitir que secuestre a la muchacha a la que estás explotando por un plato de lentejas, capturarlo, exhibirlo en pleno Manhattan y dejar que se escape. Caos, destrucción, extinción de una especie única de la época de los dinosaurios y un gasto desorbitado en aviación militar para atacar a King Kong en pleno Empire State Building. Y sin siquiera sacar beneficio.
No. Lo de Koldo y el resto, presuntamente, es muy diferente. Y una historia muy triste, porque la función del intermediario no está lo suficientemente bien reconocida entre la sociedad. Salvo en el caso de las tractoradas de agricultores, en las que se originan tiroteos a mansalva y a los intermediarios no les roza una bala, como en la famosa escena de Pulp Fiction. Solventas más de una papeleta, generas movimiento económico cuando todo el planeta está paralizado, reactivas el sector inmobiliario en plena crisis con la compra de apartamentos y nadie te lo reconoce. Muy parecido, si se mira bien, a dejar tu producción en manos de la población de países subdesarrollados. Una comisión inflada de más y, por lo general, hasta te niegan cuando las cosas se tuercen y te toca volver a tener un sueldo normal. Tener un sueldo normal es de cobardes.
@Faroimpostor