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Jane's Addiction, el grupo que estaba antes que Nirvana

Los grupos alternativos de los 90 que se vieron inmersos en peleas de egos, disputas económicas y que, sobre todo, lucharon contra las adicciones, algunas fatales, no podían decir que no tenían un ejemplo cercano para haber tomado nota. Jane’s Addiction, como muy bien relata su biografía coral Whores!, ya cayeron en todos esos clichés en los años 80 hasta reventar como grupo en 1991, justo cuando empezaba el circo del rock alternativo

4/05/2024 - 

MURCIA. Hablábamos hace unos meses de un documental, Hype!, que contaba el auge y caída del rock de Seattle. Puede que estemos saliendo del revival de los 80, que ha durado veintipico años, más del doble que la década de marras. Ahora son frecuentes en los medios recuerdos de Nirvana, por ejemplo, treinta años después del suicidio de su líder. Sin embargo, de Jane’s Addiction, que siguen programando giras, no están recibiendo ninguna atención que celebre su importancia. A lo sumo, el documental sobre el origen de Lollapalooza.

La relevancia de este grupo podrá discutirse, pero el hecho es que sí que ha existido publicada en los medios la discusión que niega que Nirvana fuesen la zona cero del movimiento alternativo de los 90. Todos los grupos siempre tienen algún grupo antes, pero los propios Soundgarden, que venían de Seattle, decían que el grupo que rompió la pauta, que cambió todo, que abrió nuevos caminos en esa época, fueron Jane’s Addiction. 

Lo cierto es que la polémica es absolutamente estéril, es una peleíta que ya no tiene ni contendientes. Es mucho más relevante cómo acabó el grupo. O mejor dicho, cómo acabaron ambos, tanto ellos como Nirvana: reventados. Los que alcanzaron el éxito a finales de los 80 y principios de los 90 vivieron una época en la que los clichés rockeros autodestructivos seguían a pleno rendimiento. Algo curioso, porque antes si algo habían sido era reiterativos.

En lo que respecta a la existencia de este grupo, lo recomendable es el libro Whores: An oral biography of Perry Farrell and Jane’s Addiction. Es un misterio que ningún editor lo haya traducido al español no ya por su contenido, sino por su valor simbólico para la nostálgica Generación X, que ya tiene posibles para comprar libros, colocarlos en la estantería bien visibles y no abrirlos jamás bajo el lema “mañana lo empiezo”. Un fenómeno que no podemos juzgar negativamente porque es el impulso que consigue que las editoriales obtengan beneficios desde hace años. 

Algo parecido decía Jane Bainter, la mujer que les dio su nombre, tanto al grupo como a una de sus canciones más emblemáticas. Ella también estaba todos los días “mañana lo dejo”, pero con respecto a las drogas. Es curioso porque su problema de adicción tenía una relación con este país. Su madre se había ido a vivir al sur de España con su nuevo marido tras un divorcio y la esperaba. Ella quería ir, pero estaba demasiado enganchada como para planificar el viaje. De esa coña surgió Jane says.

Al margen del humor negro, hubo un LA efervescente en aquellos días. Una escena underground a caballo –nunca mejor dicho- del punk, la nueva ola, el hardcore y revivals varios, como el del glam, el rockabilly, la psicodelia y el garaje. Mucho color e ideas en general, toda una Babilonia de subculturas. 

Había un fanzine que cubría esta escena, Scratch, y aunque estaba muy influenciado por la estética gótica, en sus páginas se podía apreciar ese totum revolutum, muy callejero, muy de ropa de segunda mano, que desafiaba a los artistas de plástico que estaban en primera línea. 

Dave Navarro explica en el libro que tenían sus propia escala de famosos y que los personajes más interesantes, como la gran Texacala Jones -cuyos elepés con The Horseheads, se editaron en España-, eran famosos, pero tus padres no sabían quiénes eran. No en vano, el fanzine tenía como mito fundacional ser la cara B de LA Weekly

Todo lo que configuró el universo de los noventa, estuvo desde un inicio en Jane’s Addiction. Canciones deprimentes sobre muertes o suicidios de seres queridos (el propio Navarro perdió a su madre y a su tía descuartizadas), asesinos en serie, drogas y tiernas expresiones de amor. Si todo no explotó ya con ellos en 1988 fue por la portada del disco. Eran unas hermanas siamesas en topless y las cadenas de distribución más importantes del país lo rechazaron. Ese detalle posiblemente aplazó el estallido del rock alternativo.

Era un suicidio comercial, pero esa originalidad estética tampoco era cosa de ellos. Detrás de la excepcional, genuina y rompedora imagen de Jane’s estaba Casey Niccoli, pareja de Farrell, que estuvo a punto de entrar a tocar con ellos, de hecho al principio llevaban una saxofonista femenina, pero al resto de miembros no les hizo mucha ilusión. No obstante, ella fue la responsable de las portadas y la puesta en escena. 

Hay que tener en cuenta que Farrell tenía claro lo que quería hacer porque era mucho mayor que sus compañeros de grupo. Dave Navarro y Stephen Perkins no habían cumplido los 21, la mayoría de edad, cuando estaban tocando para él. Antes de eso, habían grabado una demo con Dizastre, un grupo de heavy metal adolescente. Sus grandes referentes eran Iron Maiden y Metallica. Un contraste con Perry y Eric que estaban en Joy Division, Velvet Underground y Bauhaus. Aunque hay que subrayar que el resultado fue una alquimia perfecta de ambas sensibilidades.

El primer álbum, al principio, solo caló en ambientes alternativos, de los que procedía, y se difundió por radios universitarias. Años después, las discográficas se volvieron locas poniendo la oreja a lo que programaban estas emisoras en busca de “lo alternativo”. Entonces, a Jane’s se le llamaba “art band”, porque no había dónde encajarlos entre las hair bands y sus “chicas, chicas, fiesta, fiesta”, y los sonidos de la FM con clones de Depeche Mode por todas partes. 

Farrell llegó a referirse a su propio grupo como “Groove metal”, una etiqueta todavía inexistente. Tan desorientados estaba ellos como la crítica, Rolling Stone dijo: “son geniales, pero están llenos de mierda”, aunque les citaba como verdaderos herederos de Led Zeppelin, no como los “clones” tipo Kingdom Come. Y el que lo escribía sabía lo que decía, el mimetismo es una degradación de la creatividad y muchos es lo que entienden por autenticidad.

Graciosamente, Jane’s ensayaban junto a Guns and Roses cuando ninguno de los dos tenía disco. Inicialmente no intimaron, pero cuando Guns explotó, a Farrell casi le dio un síncope por la envidia. En perspectiva, lo cierto es que eran grupos muy similares, ambos estaban haciendo mezclas imposibles. Guns había incorporado la velocidad del punk o el hardcore de la Costa Oeste a un pack de Aerosmith, Rolling Stones y, como mucho, Sex Pistols. Su concepto, tomando lo pasado de moda para meterle velocidad y revalorizarlo, iba en contra de lo prefabricado. 

También tuvieron en común que cualquier cosa que les pasase fue culpa de ellos mismos. Los dos grupos fueron los dos más importantes de la ciudad, pero las drogas y las ambiciones de sus cantantes se los llevaron por delante. En el caso de GnR, una mezcla de megalomanía de su cantante seguida, tras el éxito, de una inseguridad, al no encajar en el nuevo y excitante rock alternativo, que le llevó a demorar quince años la salida de un disco que debía superar a todos en modernidad. En Jane’s la relación con el cantante también fue conflictiva, Farrell, el mayor, como se ha dicho, tenía muy claro lo que quería hacer y pensaba que podría manipular a los chavales que había cogido para su grupo. 

Mientras grababan Nothing Shocking se produjo la primera separación. Farrell les exigió un mayor porcentaje de los derechos de autor. Les dejó solo un 12%. Si después Navarro no ocupó el lugar de Izzy en Guns N’ Roses fue de milagro. Se lo estuvo pensando muy seriamente. 

Así que todos los problemas estaban dentro del grupo. Grababan por separado, para no verse, también en Ritual de lo habitual, y las adicciones les estaban crujiendo. Navarro todavía no tenía edad para beber, recuerda, y siempre tenía a su disposición heroína y cocaína. Se enganchó tanto que no recuerda nada de lo que hizo durante la grabación del segundo disco en 1990. Como los matrimonios que tienen un hijo para salvar su relación, ellos se metieron una gira de larga duración, de trece meses. Ahí acabaron a golpes, peleando sobre el escenario, y todo quedó finiquitado. Los intentos de resurrección no han sido tan esplendorosos como la leyenda inicial y los otros proyectos, tipo Porno for Pyros, también menores en comparación.

Su trayectoria, arder como un fósforo, anticipaba lo que iba a ser luego el gran negocio del rock alternativo. Un fenómeno marcado también por los egos, el dinero, pero sobre todo por la heroína y las adicciones, que se llevaron a los personajes más relevantes de la nueva escena antes o después. Carreras de tres o cuatro discos decentes, como mucho, y con varias bajas o largos procesos de desintoxicación. Esa fue la norma más que la excepción entre los más brillantes, que no solo tenían toda la historia del rock para aprender, es que los padrinos del alternativo, Jane’s Addiction, habían implosionado en 1991, justo cuando salía Nevermind

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