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SILLÓN OREJERO 

Ja, el dibujante que se pasó la Transición en los juzgados por su obra

Estaba delante de un juez hasta el día que atentaron contra Carrero Blanco, motivo por el cual se suspendió su proceso. Luego fue condenado a tres años de cárcel, la misma pena que le pusieron ese día a un violador. Aunque lo peor que hizo la extrema derecha contra él vino de alguien con toga, sino de un acto terrorista. La bomba contra El Papus pudo matarle si no hubiera tenido por costumbre llegar siempre tarde. Como legado, su obra no es que no se haya pasado de moda, es que sigue siendo actual

29/08/2022 - 

MURCIA. No sé si es una enfermedad mental o una manía, pero cuesta no buscar relaciones con la actualidad al leer revistas antiguas. Particularmente, con la actualidad política. Si cogemos El Papus de los años setenta, antes incluso de la muerte de Franco, ya hay viñetas que nos interpelan desde el pasado. Directamente. Por ejemplo, decía Ja en su Diario Particular en 1974, en la sección Espectáculos: "La televisión por cable, una realidad próxima... la cuota de instalación será de 6000 pesetas más unas cuotas mensuales de 600 pts. Estás emisiones serán en color". Un matrimonio veía la tele y él le decía a ella: "Pues valía la pena, oye, al menos ahora, cuando sale uno a hablar de precios y del costo de la vida, ves cómo se pone colorao..."

Hay más casos. En 1978, en la historia Vida paralela, Ja nos hablaba de Juan Rojo, que "como su mismo nombre indica, era rojo y siempre iba vestido con alguna prenda de color rojo". A su lado, Juan Hijo De Puta, "siempre iba disfrazado de hijo de puta y disfrutaba haciendo putadas". A Juan Rojo, todos le miraban con simpatía y admiración. Cuanto más vestía de rojo, "más le querían sus amigos y se le ofrecían sus amigas". En cambio, a Juan Hijo de Puta "la gente le tiraba piedras y se cargaba en sus muertos por lo que no podía hacer las cabronadas que tanto le gustaban". En el desenlace, al final, a Juan Rojo "el éxito se le subió a la cabeza (no se quitaba el traje de rojo ni para dormir) con lo que destiñó y ahora le llaman "Juan Rosa" y no se come un rosco". Mientras, "Juan Hijo de Puta, probando, probando, halló un disfraz de rojo, y a más a más, con pegatinas progres, que le fue de coña. Ahora, ha podido volver a su antigua afición sin peligros... y es que... el hábito hace al monje". El personaje decía en esa última viñeta "Toma bomba". 

En el número del 7 de julio de 1978, la portada estaba dedicada al Día del Orgullo Gay. La historieta de Ja que acompañaba al editorial jugaba con los equívocos sobre el término "maricón". Si bien en Estados Unidos el movimiento decidió apropiarse de las palabras despectivas, también lo era queer, aquí por algún motivo se ha optado por el anglicismo desprendiéndose de esa carga de significado. Ja retrataba a un ciudadano insultando a un manifestante Gay al grito de "maricón", quejándose de que en este país "cada día hay más maricones" y se lo llevaba la policía por insultar al gobierno. 

El editorial, con más de treinta años, reconocía "para qué nos vamos a engañar, la mayor parte hemos sido educados en la intransigencia despectiva hacia todo lo que no fuera o el hombre sin más o la mujer sin más. Los tabúes, la ignorancia y otros muchos factores han conducido a la situación en la que nos encontramos. Quizás ahora empieza a despuntar una nueva compresión respecto a estos temas". Los humoristas reconocían reírse hasta de su sombra y que "bien está que la figura del marica sea utilizada en numerosas ocasiones para producir la situación límite que hace estallar la risa". Sin embargo, concluía: "pero hoy, cuando se trata de un grupo de conciudadanos que luchan por romper las cadenas bárbaras y salen a proclamar su Orgullo Gay, dejemos la sonrisa mordaz de lado. Al menos por un día olvidémonos del maricón y reconozcamos al gay, al homosexual, a una persona tan digna como cualquier otra". 

La new wave aún no había explotado en España, con todo lo que supuso, culturalmente, de desafío a las actitudes de macho, la participación de la mujer y la normalización de la homosexualidad; la new wave, que aquí se llamó Movida. Por eso este enfoque tiene tanto valor por esas fechas. Sin duda, era la influencia que irradiaba aquella Barcelona tan reconocida entre la muerte de Franco y la llegada de Pujol en la que la contracultura adquirió tanto protagonismo y, precisamente a través del cómic, logró extenderse por todo el conjunto del país. 

Años después, Ivá pasó a hacer los comentarios de actualidad y Ja empezó otra serie época , Poor man; Rich man. Una parodia de la serie del mismo nombre de la cadena ABC que se emitió en España con gran éxito, era líder de audiencia en una TVE-1 monopolística, y fue el origen de una saga.  La historieta seguía el formato de la comentada de Juan Rojo, era la comparación de vidas paralelas. El humor de Ja en muchos aspectos podría ser de trazo grueso, pero su procacidad para mí ya le hacía valer la pena. Un ejemplo eran los personajes, Salvador Bordon y "XXX", un vendedor de pipas callejero y un "inútil rico" en un cargo público. El segundo, "cuando le escuece el miembro viril", va y "se folla a una top-less que se mueve más que el copón", mientras que Salvador Bordon, "cuando va caliente, no tiene más remedio que follarse a su hermana". 

En una línea parecida iba también Sor Angustias de la Cruz, un personaje bestial con el que el autor denunciaba la hipocresía de ciertos sectores de la Iglesia. Eso sí, hoy, la noticia de que 39 obispos han sido acusados de tapar casos de pederastia no es un chiste ni una tira cómica. 

Será cosa mía, este tipo de chistes era lo que me hacía en los 90 madrugar los domingos para ir al Rastro de Madrid en busca de números antiguos de El Papus. Siempre consideré a Ja un genuino punk y un maestro. En su día, su línea no pasó inadvertida. Pasando por alto el detalle nada sutil de que le pusieron una bomba a la revista, Ja concretamente fue condenado a tres años de cárcel por una historieta. Según contó en La Sexta, ese mismo día habían condenado a un violador a la misma pena.

Ja estuvo en El Papus del primer número al último, es difícil no vincularlo a la marca. Se pasaba el día en los juzgados, hasta el atentado de Carrero Blanco le pilló en un juicio. Lo más relevante de su descripción del espíritu de aquellos tiempos es que destacara que su generación ya no tenía miedo. Sus padres, sí, pero ellos ya no. Sin embargo, le libró de morir en el atentado contra la revista su mala costumbre de llegar siempre tarde. A determinada crítica social, en cambio, no llegó tarde. Tanto, que la actualidad, entre Charlie Hebdo, la aparición de Vox o los simpatizantes de Dugin en España, llevan su discurso a la más estricta actualidad. 

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