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PRIMAVERA EN LA CÁMARA / OPINIÓN

Inmunidad e impunidad: darwinismo pandémico

5/02/2021 - 

MURCIA. Desde que en la Región de Murcia se decretó la prohibición de realizar reuniones con no convivientes (y en otros puntos del país), vemos cada día a iluminados que deciden lucir su idiotez en redes sociales de manera pública, infringiendo la ley y, lo que es peor, la moral pública y comunitaria.

No concibo cómo estas personas, deliberadamente delincuentes, hacen gala de sus graves y peligrosas infracciones y no son culpadas ni penadas. Se creen inmunes, pero también impunes, y quizás este comportamiento negligente de actuar pensando que la pandemia no es compatible con nuestro estilo de vida sea también un negacionismo pasivo, de esos que proclaman la inexistencia del virus y otros desvaríos más propios de tiempos feudales.

"Frente a QUIENES nos entristecemos al no poder ir a nuestros bares y tascas favoritos y los vemos cerrar, se encuentra la barbarie encarnada en la verborrea"

Estudié bien pronto en la escuela la teoría de Darwin, y parece ser que al anciano científico el tiempo le vuelve a dar la razón: desde influencers hasta estúpidos comunes son contagiados y aun ingresados en la UCI tras contraer el virus. Algunos, incluso, mueren en su intento de salvar su imagen pública y lamentarse de haber vivido de esa manera tan libertaria.

Frente a aquellos que nos autoconfinamos, que limitamos nuestra vida, que nos entristecemos al no poder ir a nuestros bares y tascas favoritos y los vemos cerrar, se encuentra la barbarie encarnada en la verborrea. ¡Que nadie se atreva a enfrentarse a aquellos que realizan fiestas ilegales y clandestinas, bien sea con amigos o con familia, porque sólo recibirá insultos y desprecio! No hay nada más peligroso que un estúpido seguro de sus palabras. Los unos se confinan y los otros se confían.

Y yo me pregunto lo siguiente: ¿dónde está la autoridad pública para imponer sanciones a estas impunes acciones? También me cuestiono dónde está el pueblo harto, la sociedad civil hastiada, que ve cómo delirantes acciones de unos necios nos hacen quebrar nuestro sistema de salud y nuestra economía, y por qué, en puesto de denunciarlo, se limita a ser cómplice de la poca gracia que se desprende de tales clandestinidades públicas.

Los 'argumentos' de esta gente, si así puede denominarse a las tonterías que claman y defienden, se basan en un mero espíritu tan libre como cretino: "Es mi vida y no la tuya" y "es mi felicidad y no tu tristeza". Se ve que querer sobrevivir a esta terrible pandemia es cosa de unos pocos y nos entristecemos por propia voluntad, mientras otros sujetan en sus indecentes manos cubatas y teléfonos móviles para inmortalizar su ilusionado desvarío.

Ojalá repelan estas palabras a los insulsos empecinados en sus malas acciones, defendidas como si fueran Ambrosio Spínola custodiando Flandes. Dios no quiera que esta gente lidere el futuro, aunque sólo demuestran su poca capacidad cognitiva, que a pocos buenos lugares llevará. De nuevo, nos toca lidiar con la peor de las pandemias, abundantemente presente en nuestros días: la pandemia de la estupidez.

 

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