MURCIA. Se acerca la Semana Santa y en la Región de Murcia se vienen un sin fin de recuerdos, tradiciones y anécdotas que pasaron a la historia casi como leyendas urbanas. Son esas pequeñas historias de por qué unos colores determinados, el determinado paso de unos penitentes o algún elemento característico de una determinada imagen. Centrándonos en este último caso y antes de entrar en esos detalles a nivel general, hemos de recordar que las imágenes que son mostradas en las procesiones de Semana Santa cumplen varias funciones muy interesantes: divulgar un pasaje de la vida de Jesucristo, mostrar una determinada acción o transmitir unos sentimientos, los cuales deben ser percibidos y reconocidos en unos pocos instantes por el público que observa la procesión.
Es en este sentido donde queremos poner la lupa. Los escultores, sabedores de que tenían unos pocos segundos en el desfile para transmitir dolor, agonía, muerte, tristeza o alegría, debían afanarse en sus talleres para realizar la talla en madera lo más parecida posible a la realidad y lo más próxima al sentimiento que deseaban mostrar en ella. Esta semana os traemos algunos casos en los que estos artistas que trabajaban para la Semana Santa de nuestra Región quisieron inspirarse en modelos humanos; y las circunstancias que les dejaron impactados y que, a la postre, quisieron inmortalizar en sus obras, pudiendo ser apreciadas hoy en día en las procesiones de nuestras ciudades.
Una de las leyendas relacionadas con el escultor Francisco Salzillo es su particular Dolorosa, del siglo XVIII y que desfila en la mañana del Viernes Santo en Murcia. Debía expresar armagura, dolor, mirada desconsolada y aceptación del trágico destino de su hijo. Se dice que para conseguir manifestar en madera todos estos sentimientos atemorizaba a su mujer, quien le sirvió de modelo. Pertenece a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Otra de las leyendas relacionadas con el prolífico escultor murciano es la que nos narra cómo el maestro obtuvo la inspiración para la culminación del grupo escultórico de 'La Oración en el Huerto de los Olivos' en donde por más que le daba vueltas a la cabeza y por muchos bocetos que realizaba, no conseguía acertar con el Ángel de esta composición. Y es que la figura debía evocar la importancia que se le suponía, pues era el mensajero de Dios, y no podía poseer facciones ni masculinas ni femeninas. Era la talla más alta y la más importante de todo el grupo, y de ahí la persistencia en crear la figura perfecta. El problema era que no sabía cómo representar a un ángel porque nadie había visto uno. No era cuestión de perspectiva ni de ninguna técnica de esculpido, sino más bien de sentimiento y sensaciones.
De repente, un día alguien llama a su puerta y éste abre, dándose cuenta de que tenía ante sí a un vagabundo, vestido con unos pocos harapos, sediento y hambriento. Se dice que Salzillo le dio cobijo ese día, ofreciéndole alimento y un lugar donde dormir en su propio taller. A la mañana siguiente su huésped se había marchado sin decir nada a Francisco, quien al bajar y no verlo, y al percatarse de que la puerta estaba abierta, un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando al cerrarla: vio un boceto de un ángel en su mesa que el mendigo había realizado antes de desaparecer. Este hecho es interpretado como un suceso extraordinario por el que un ángel del cielo transformado en vagabundo obsequio a Francisco Salzillo con un autorretrato, dándo al maestro la clave e información necesaria para terminar una de las obras más espectaculares de la Semana Santa de Murcia.
Cuenta la historia que Benlliure estaba de visita en casa de los señores de Ussía cuando recibieron la trágica noticia de la muerte de su único hijo en accidente automovilístico. La señora, doña Juana de Oteyza, sentada junto al artista en un sillón, reclinó la cabeza sobre el respaldo y el gesto de dolor quedó impreso en el escultor, quién más tarde solicitó su colaboración para la realización del grupo 'La vuelta del calvario' de Crevillente, realizado en 1931. Al ver la expresividad de las tallas, el entonces Hermano Mayor, Francisco Celdrán Conesa, solicitó que esta señora fuese la modelo de la actual Virgen de la Cofradía de los Californios.
Este tipo de prácticas eran muy habituales y otros escultores como José Capuz, Sánchez Lozano, García Mengual o José Hernández Navarro, entre otros, buscaban la inspiración para la percepción y expresión de estos sentimientos en las caras de sus familiares, amigos, conocidos y la sociedad que les tocó vivir, en un intento claro de ser fieles a la hora de la transmisión de expresiones humanas representadas en las diferentes fiestas de Semana Santa de nuestra región.
* Santi García es responsable de 'Rutas Misteriosas' y autor del libro 'Murcia, Región Sobrenatural