—¡Es una vergüenza! —decía una alterada mujer a la alcachofa que le enchufaban a la boca
—¡Una falta de respeto! —añadía, indignado, su acompañante— El volumen del televisor parecía elevarse automáticamente.
—¡No lo podemos consentir! —La gente, encolerizada, acorralaba al reportero— ¡Eso tiene que ir fuera, ¡no hay derecho!, ¡es una burla!
El periodista, micrófono en zic-zac, miró a cámara y ofreció un titular:
—"Un empresario se marca un "eccehomo en Huesca".
La pantalla se dividió en dos ventanas, cautivando mi atención. En una, en plató se comentaba el directo; y en otra, el corresponsal interrogaba, a las puertas del Cabildo, a un disgustado alcalde y a su balbuciente teniente de Alcaldía:
—¡Hombre una cosa así…!, ¡no ha estado bien…!
Al parecer en Caldearenas, municipio de Huesca, en el techo del pórtico de la iglesia de San Miguel de Latre, un empresario, patrocinador de las obras de restauración de ésta, había estampado su rostro en la deteriorada imagen del apóstol San Matías, situándose, aureolado, entre apóstoles, querubines y las figuras de la Virgen de los Ríos y Santa Orosia. Eso generó enfado y cólera entre los vecinos porque, argumentaba el edil, "los oscenses son muy suyos con las cosas de la Iglesia".
Patrimonio del Gobierno de Aragón, recibida denuncia anónima por la suscribiente "santa Bárbara", manifestaba su incompetencia porque el retrato, está situado en una edificación no protegida como Bien de Interés Cultural. Y el Obispado de la Diócesis de Jaca decía no haber autorizado la reforma.
Acabada la retransmisión, el furor aragonés se mudó al plató, donde se abrió debate entre el supuesto delito de "suplantación de personalidad del Apóstol" y el rendimiento turístico que el hecho podía suponer para la ciudad.
Matías fue uno de los 70 discípulos de Jesús que entró a formar parte en "el grupo de los 12", para cubrir la vacante que había dejado Judas Iscariote con su traición y posterior suicidio. Narra la tradición que el Santo fue condenado a muerte por su oposición al César y fue decapitado con un hacha. Por ello, de faz delgada, mofletes rosados y pelo oscuro, se representa sosteniendo esa herramienta. Se le considera protector de la fauna, de la flora, de los ecosistemas naturales… y, sobre todo, de los intereses patrimoniales y económicos. Es el patrón de los carpinteros, de los sastres, y de….
Pero… ¿A que venía tanto ruido? Desde la antigüedad, el arte se ha nutrido de la realidad. Los autores han tomado modelos vivos de carne y hueso, para sus creaciones. Buscando el realismo, reflejaban la fisonomía de sus familiares y allegados en sus criaturas. Así, éstas cobraban vida y aquellos salían de la dimensión perecedera entrando en la de la inmortalidad, por obra y gracia del artista.
Leonardo da Vinci en La Última Cena modeló a los apóstoles inspirándose en conocidos. Y los desnudos de los mártires y los ángeles del Juicio Final de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina, estaban tomados de los empleados del taller del maestro. También Caravaggio, para la composición de La Vocación de San Mateo, utilizó a personas de su entorno; y Bernini imprimió el éxtasis en Santa teresa de Ávila, desde una conmovedora emoción humana…
Muchos han llegado, incluso, a introducirse en su propia creación. Jan van Eyck, se autorretrató en el cuadro de la boda de los Giovanni Arnolfini y Velázquez hizo lo propio en las Meninas… Esta praxis es común a todos los tiempos y a todas las disciplinas artísticas, incluido el séptimo arte: Hitchcock asomaba en todas sus películas.
No solo los artistas, también los mecenas imponían su huella en el arte que protegían. Dicen que el rostro de la Virgen María en La Virgen de la Leche de Da Vinci fue el de Isabel de Portugal, esposa del valedor Carlos I. Y que la mecenas Lucrezia Borgia representó a María en La Virgen con el Niño de Raphael.
¡Qué decir de los Medici!, cuyos miembros familiares reemplazaron a los monarcas en La Adoración de los Reyes Magos de Benozzo Gozzoli… Podríamos ilustrar con cantidad de ejemplos, desde el Renacimiento hasta nuestros días: integrase en las obras de arte era una manera de eternizarse, para aquellos que las amparaban.
Tras la publicidad, seguían las polémicas e indignación en Caldearenas. Al parecer, el benefactor, en cuestión, era un empresario del lugar, condenado a seis años de cárcel por liderar una trama de fraude millonario, a través de su empresa, en el sector inmobiliario.
De pronto, como en cinemascope, la imagen del Santo con el rostro usurpado, junto con la del impostor, ocupó la pantalla. No se trataba de un retoque del original, con inspiración en el modelo, sino de un calco total de las facciones de éste. Con tal precisión, que hasta el mínimo detalle en los rasgos del empresario, como el daño que presentaba en el ojo derecho, quedaba plasmado en la cara del Apóstol.
Sin embargo, la superposición de versiones desafinaba. El tamaño de la cabeza del empresario y su marcado realismo no encajaban en el dibujo de trazo plano y estilizado de la silueta del santo en el fresco románico. Mostrándose el resultado disonante a la vista. Lo que, como bufonada artística, parece tradición en nuestra cultura de parodiar el arte (el Eccehomo de Borja, la Virgen de Chamorro en Ferrol, el Cristo de Palencia, la Virgen con niño de Penagos de Cantabria, …).
Ahora entendía a los oscenses empuñando la palabra. ¡Hombre! ¿Cómo imaginar la surrealista escena de un devoto parroquiano, yendo en plegaria a encomendar su economía al Santo, mientras éste, con cara de paisano, le hace un guiño desde lo alto?
Los ánimos siguen encendidos en Caldearenas. La Comisión de Patrimonio del Obispado de Huesca tiene previsto dialogar con la del Gobierno de Aragón, para barajar soluciones.
La Administración está limitada al no tratarse de un espacio protegido. Es el Obispado, responsable de los muros de sus templos, quien tiene que “tomar cartas en el asunto” y adoptar una decisión. Y la única posible, es revertir los hechos, con la restauración a San Matías devolviéndole su semblante bíblico y su barba. Reparando el agravio que sienten los oscenses y rescatándoles la confianza y el entusiasmo. Los ídolos no pueden ser de barro, y mucho menos de uno tan poroso, porque corren el riesgo de hacerse añicos y con ellos la esperanza, el ideal y la convicción que afianzan la fe.
Hay que retornar su estampa al Apóstol, por respeto a su leyenda, a los oscenses, por que no todo vale y, además, porque el Santo es el patrono de la Igualdad, según reza el romancillo: "Por San Matías se igualan las noches y los días" (Refranero Biblioteca Cervantina).