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EL PASICO DEL APARECIDO / OPINIÓN

Grease: de Pablo Iglesias a Rosa Belmonte 

20/08/2022 - 

CARTAGENA. Recién fallecida Olivia Newton-John, los dirigentes de TVE1 han tenido los reflejos de cambiar la programación para incluir “Grease”. Haciendo una pausa en sus altas tareas intelectuales, el Aparecido se dignó volver a verla y oírla (más bien, mirarla y escucharla.) Debidamente refrescada su memoria, pudo entrar al debate desatado entre Pablo Iglesias, el dirigente podemita, y Rosa Belmonte, la excelente articulista murciana. Igual que quien desee enterarse de qué pasa en las empresas de la región tiene que leer Murcia Plaza, y sobre la política regional a Ángel Montiel, que suple con excelente intuición y larga experiencia lo que, en raras ocasiones, le falte en información, para discernir (palabra de moda entre los católicos) lo que puede ocurrir en la política española tiene que leer a Iglesias. Y también a Iñigo Errejón, su rival interno. Las opiniones de ambos, bien formados y muy instruidos, importan. Casi nunca las comparte el Aparecido, pero casi siempre procura conocerlas. ¿Quién de nosotros habría leído al populista Laclau de no ser por ellos? Nos habríamos quedado estancados en los clásicos, Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao. Y con esos clásicos, cuyas tesis la historia ha desmentido, no llegaríamos en la actualidad a ninguna parte. De modo que sí: hay que estar al tanto de lo que Iglesias y Errejón tramen en cada etapa.

Pues bien, haciendo suya la opinión de un comentarista, Iglesias ha dictaminado que Grease es una mierda. Así; sin paliativos ni subterfugios: una mierda. Ante ese plante, Rosa se ha atrevido a señalar que Iglesias, nacido el año que la estrenaron (Grease, no a Rosa), es demasiado joven para poder haber establecido la adecuada conexión emocional con esa película, mientras que abordarla desde un punto de vista intelectual sería como relacionarse cognitivamente con una cabra. En resumen: uno dice que Grease no vale nada y la otra le responde que no ha sintonizado con los personajes y la música.

Delicada polémica, pues también a Rosa hay que leerla. Capaz de una prosa soberbia, sabe de series y de pelis lo que no está en los escritos (al menos en los del Aparecido). Andan las gentes de nuestra región encantadas con las proezas tenísticas de Carlos Alcaraz, pero el Aparecido prefiere encomiar el racimo de buenos articulistas que estamos cosechando en estas tierras. Sin remontarnos al Miguel Espinosa de “Escuela de Mandarines” (una de las obras favoritas de Alfonso Guerra, otro al que hay que atender), ni al Ignacio Fontes de “Casa habitada por murciélagos” (el premio Sésamo de novela corta que versa sobre una guerra abierta entre Murcia y Cartagena), no podemos dejar de enorgullecernos de Martínez Abarca, que finge misoginia para disimular su adoración a lo femenino, de Juan Soto Ivars, que incluso ha llegado a participar en Cuarto Milenio, el programa esotérico de Iker Jiménez, y de la propia Rosa Belmonte. La región irá regular, pero su literatura va de maravilla, y eso sin siquiera recurrir a Pérez Reverte o a María Dueñas.

Entrando al fondo del debate, empezará el Aparecido reconociendo que es demasiado viejo para haber conectado emocionalmente con Grease. Si Iglesias era demasiado joven, uno es demasiado añoso. Más propio de él fue el musical “West Side Story”, autentico drama. La lucha entre dos bandas callejeras, con trasfondo de discriminación étnica, que dificulta el amorío entre María, la protagonista, interpretada por Natalie Wood, y Tony, el novio prohibido, que muere acuchillado. Final agridulce: al funeral de Tony acuden las dos bandas que, reconciliadas, acompañan a la desolada María. Aquellos primeros años de los 60 eran fecundos en dramas, pues también se estrenó por entonces “Esplendor en la hierba”, interpretada por la misma Natalie Wood y por Warren Beatty, tan exitoso con las damas que Woody Allen declaró que, llegado el caso, le gustaría reencarnarse en las yemas de sus dedos. Ahora se trataba del amor imposible entre una joven, de clase social modesta, y un galán, más adinerado y cuyo padre estaba empeñado en que siguiese otro camino. No logró la pareja a superar esos obstáculos y acabaron cada uno por su lado, aunque añorándose. La peli popularizó los nostálgicos versos de Wordsworth: “Aunque el resplandor, que en otro tiempo era tan brillante, hoy esté siempre oculto a mis miradas. Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello, que en mi juventud me deslumbraba. Aunque nada pueda hacer volver la hora del esplendor en la hierba y la gloria en las flores, no debemos afligirnos, pues la belleza subsiste siempre en el recuerdo”.

"Si ahora la ministra Montero cree que ha descubierto algo nuevo con su “consentimiento entusiasta” es que no ha debido de prestar atención. Pero ministra, si eso ya lo hacía Rizzo en un coche con su amante. No hace falta dilapidar el erario en tales antigüedades, ministra"

Bueno, pues si no subsistía en el recuerdo la inexistente belleza de Grease, si lo hacía su gracejo y su mensaje. En los dos dramas de los 60 el sexo estaba presente, pero siempre en sordina y sublimado en amor romántico. No es que los protagonistas no se deseasen, pero el conflicto, de tipo étnico en un caso y social en el otro, no iba de líbidos insatisfechas (y, sin embargo, insatisfechas quedaron en ambos casos). En Grease, de 1978, se nos explicaba lo contrario: el tránsito de una juventud americana educada en el puritanismo de los 50 a una nueva hornada educada en la liberación sexual posterior a 1968. Ahora las canciones no nos hablaban solo de los delicados sentimientos entre Sandy (Olivia), la rubita australiana enamorada, y Zuko (Travolta), el moreno líder juvenil, sino también de detalles sexuales concretos. En la canción en la que Zuko estaba relatando su amorío veraniego con Sandy, uno de sus amigos le cantaba “¿Le bajaste las bragas?”. Y cuando Sandy estaba dando su versión, la desenvuelta Rizzo apostilló “¿Un verdadero amor y ni siquiera te metió mano?”. En ese sentido, la canción más significativa era “Mírame, soy Sandra Dee”. Burlándose de la anticuada Sandra que reprimía a sus pretendientes con un “¡Quita tus sucias manos de mis bragas de seda”, y de su émula, Doris Day, que contenía los impulsos de Rock Hudson (homosexual en la vida real), la canción acababa con un programático “¡Adiós a Sandra Dee!”.

"Grease es un bienintencionado intento, con final feliz, de reflejar los cambios de conducta sexual entre los jóvenes occidentales de los 70 y 80"

Se nos anunciaba, pues, que esos jóvenes ya no iban a esperar al matrimonio para consumar sus relaciones sexuales. Y, sin embargo, la película no sobrepasaba la frontera entre lo conservador y lo liberal. Cuando la organizadora del concurso de baile anunció que cada pareja constaría de un chico y una chica, una voz preguntó al alumno homosexual “¿Y tú con quién bailarás?”. Aunque hoy eso no lo admitiría ningún miembro del colectivo LGTBI, entonces suponía un reconocimiento de la homosexualidad, en vez de su obsesivo ocultamiento previo. Las parejas heterosexuales acababan ennoviándose con vistas a casarse, pero ya no esperaban para completar sus relaciones sexuales. Así que, entre Iglesias y Rosa, el Aparecido se queda a medias: Grease es un bienintencionado intento, con final feliz, de reflejar los cambios de conducta sexual entre los jóvenes occidentales de los 70 y 80. Después de todo, mayo del 68 empezó en Paris cuando el estudiante Dany Cohn Bendit le señaló al ministro de Educación, que andaba haciendo propaganda de un Libro Blanco sobre las universidades, que su maldito libro no decía nada sobre “la miseria sexual de los estudiantes”. Bueno, pues cuatro años después, dos americanos escribieron un guion que acabó convirtiéndose en Grease: la miseria sexual de los estudiantes daba paso a la promiscuidad y las relaciones prematrimoniales. Si ahora la ministra Montero cree que ha descubierto algo nuevo con su “consentimiento entusiasta” es que no ha debido de prestar atención. Pero ministra, si eso ya lo hacía Rizzo en un coche con su amante. No hace falta dilapidar el erario en tales antigüedades, ministra.

JR Medina Precioso

jrmedinaprecioso@gmail.com

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