MADRID. Si a usted no se le atragantó el roscón de Reyes escuchando las soflamas guerracivilistas de los socios de Pedro Sánchez en el debate de investidura, incluida la socialista Adriana Lastra, es posible que se le haya estomagado la elección del felón por dos votos el martes, día siete, incluso más que comprobar el saldo de su tarjeta de crédito después de las fiestas y ante la cuesta de enero.
Bueno, pues esa parte ya no tiene remedio. A la tercera, Sánchez ha conseguido juntar ciento sesenta y siete votos y unas cuantas abstenciones para seguir usando su colchón de La Moncloa y llevar a Begoña a hacer turismo en avión privado. No tiene vuelta de hoja y, por lo tanto, tampoco tiene sentido seguir repasando las mentiras con las que Sánchez engañó a sus votantes, las traiciones que a sus seguidores ha perpetrado para arrojarse en brazos del llorón de Pablo Iglesias, o el precio que ha costado el voto de ese tipejo que jamás ha hecho nada por desvaciar Teruel, ya que el fue de los primeros en marcharse cuando tenía diez años y solo ha vuelto por negocios. Su escaño, sin duda, el más rentable.
Toca mirar hacia adelante y esto ya no sé si es para acojonarse hasta el exilio o descojonarse con lo bien que lo vamos a pasar viendo al presidente preso de su ambición y lo que para colmarla va a tener que pagar.
Porque este gobierno, que ya nos dirán la semana que viene quiénes lo componen (veinte, oiga, siete más que en el de Rajoy, por poner una cifra), no va a ninguna parte: va a durar lo que el romántico deslumbramiento entre los Picapiedra –ya saben, Pedro y Pablo-, o lo que se tarde en poner a Torra fuera de la Generalitat y se convoquen elecciones en Cataluña.
Los Presupuestos Generales de 2016, obra de Montoro, van a ser los más longevos de la historia; porque dudo mucho que este Gobierno reúna la mayoría absoluta necesaria para aprobar unos nuevos que tendrían que contar, además, con el beneplácito de Bruselas, a quienes no salen las cuentas si, además de no recortar los 7.000 millones de euros que se exigía, se encuentran con un incremento de 36.000 más.
Así que, sin bola de adivino, no resulta muy difícil aventurar que raro sería que este año no volviéramos a las urnas. Además, como ya nos han enseñado el camino…
Antonio Imízcoz es periodista