MURCIA. Adèle Exarchopoulos interpreta a una azafata de una aerolínea de bajo coste en Generación Low Cost (Rien à foutre, 2021), disponible en filmin, película belga de Julie Lecoustre y Emmanuel Marre. No podemos decir que sea una cinta con un argumento genial o con un desenlace espectacular. No es ese tipo de lenguaje cinematográfico. No hay ninguna lección que dar. Tan solo trata de mostrar una serie de situaciones en clave hiperrealista y que cada cual extraiga sus propias conclusiones.
Aun así, hay muchas escenas difíciles de olvidar y bastantes situaciones que, por desgracia, son fácilmente extrapolables a la vida de los jóvenes del siglo XXI, que aunque tengan una diferencia de edad de más de veinte años entre sí, pueden entender todos lo que se muestra.
Quizá la escena más imborrable sea cuando la protagonista, en un curso para ser sobrecargo de su aerolínea, tiene que sonreír durante veinte segundos seguidos de forma forzada. Parece una especie de entrenamiento, pero es un adiestramiento. "Hay que dejar de lado todas esas emociones que tienes, hay que estar en el momento. A nadie le importan tus problemas personales, ni lo que hiciste ayer, ni lo que harás hoy", le dicen.
Quizá un ejemplo extremo, pero que sintetiza perfectamente lo que es llevar una vida desasosegante, con tragedias en casa en muchas ocasiones o situaciones de ansiedad o desesperación, pero tener que poner una sonrisa, ya sea en el trabajo o en las redes sociales. Aquí no caen en los tópicos y lo limitan a las características del empleo del personaje que representa Exarchopoulos.
También tenemos ejemplos de cómo los compañeros de trabajo se delatan y se maltratan entre sí, todo por un afán de competitividad absurdo, lo que hace que haya entornos de trabajo que son verdaderos infiernos por esas dinámicas caníbales. Pero nada comparado a las organizaciones por sí solas. Hoy no se trata de que al mando esté alguien que es un imbécil y un acomplejado, son las propias empresas las que tienen mecanismos, como puntuar a tus compañeros, que convierten la experiencia de ganarse la vida en un ejercicio distópico de supervivencia.
Entretanto, quizá sea demasiado obvia la imagen de una azafata, siempre volando de un lugar a otro, de hotel a hotel, algo muy provisional, pero su forma de vida no difiere del ocio que es más norma que excepción. Primero, buscar parejas para una noche por aplicaciones de ligar; segundo, ponerse hasta arriba de eme, desvariar y tener conversaciones sin mucho sentido puestos hasta las cartolas.
También es muy obvia la segunda parte de la película, en la que se da a entender que la protagonista lleva esa vida itinerante porque en realidad está “huyendo” de una situación en casa complicada. Es el típico argumento con subrayados. La realización realista sin clichés ni estructuras narrativas convencionales no puede evitar que se le vean las costuras, pero da igual. Sigue siendo interesante por los detalles. En este caso, el de la impotencia de enfrentarte a la burocracia o las injusticias institucionales. No lea más si no quiere destripes, pero ha muerto la madre de la protagonista en un accidente al reventarle la rueda del coche al pasar al lado de una obra mal señalizada. La familia intenta pleitear, pero hay tantos agujeros que se convierte en un ejercicio de voluntarismo en el que el loco es el que quiere conseguir que se haga justicia.
Marre ya había trabajado en otra película también disponible en filmin, Señor Workaholic (Ceux qui travaillent, 2018) sobre otra persona completamente alienada por el trabajo. Son películas que entroncan con esa tradición de abordar conflictos laborales que, en el cambio de siglo, dejaron joyas como El empleo del tiempo o Recursos humanos de Laurent Cantet o Según Matthieu de Xavier Beauvois. Nótese lo buena que era esta última que Boyero no se aburrió y dijo de ella: “Una excelente película que plantea esa cosa, tan estratégicamente olvidada y despreciada, que es la lucha de clases”.
Aquí hay un ejemplo mucho más evolucionado de ese fenómeno del que habla el famoso crítico. En una ocasión, las chicas se dirigen al aeropuerto y se encuentran con un piquete. Hay buen rollo, simpatizan con la causa, pero que no las líen, que no las hagan perder el tiempo, que tienen que entrar a currar y se les hace tarde. Es una escena demoledora, tan despiadada para el que se detenga a pensar un poco en ella como la ejecución del protagonista a manos de su amigo yonqui en El diablo probablemente, de Robert Bresson.
En Generación Low Cost, Marre ha querido mostrar, ha explicado, “un estado de soledad muy moderno, de esos que provienen de un mundo donde tenemos tantas opciones… esa cantidad de opciones que termina cortando los lazos entre los individuos”. En lo que nos toca, mencionar que la inspiración de ambos autores les llegó al volar a España en una aerolínea de bajo coste. Solo tuvieron que observar lo que tenían alrededor, el genuino circo que se monta en un viaje en avión, con venta de objetos absurdos y demás parafernalia. Luego se ve, al menos en la película, que lo que vende cada azafata les da un coeficiente y que eso luego lo tienen en cuenta sus jefes para tomar decisiones.