PSICOLOGÍA COTIDIANA / OPINIÓN

Fatiga pandémica

12/03/2021 - 

MURCIA. Hace un año aproximadamente que la pandemia vino a suspender, de forma repentina y sin previo aviso, nuestra cotidianidad: el tiempo de los encuentros con la familia, amigos, compañeros de trabajo… Algunas rutinas escolares, familiares y laborales lograron sobrevivir precariamente al aislamiento en la medida en que se adaptaron, sin apenas tiempo, a la virtualidad. Era eso o nada. El encuentro en los balcones se transformó en un ritual colectivo con el que nos recordábamos mutuamente que estábamos ahí; al otro lado de la ventana, a la espera de poder seguir con nuestras vidas, en el momento en que el temporal llegara a su fin. Los aplausos y la música de las 8 fueron una construcción colectiva que frente a los desmanes institucionales nos proporcionaron  un sostén emocional y la posibilidad de proyectarnos en un futuro próximo más amable.

"La respuesta al sufrimiento psíquico por las situaciones originadas por la pandemia no puede ser farmacológica"

Las restricciones parciales e intermitentes que llegaron después han supuesto, no solo una asfixia a la actividad económica, sino también a las relaciones, al contacto social y a la vida laboral. Casi un año después, cabe preguntarse por las consecuencias que está teniendo en nuestro mundo relacional y afectivo una cotidianidad virtual que hace que los afectos, el amor, la amistad y el compromiso hayan dejado de nutrirse de la presencia física y se liguen cada vez más a la presencia virtual.

La precariedad la encontramos en las pérdidas económicas, de empleos, en los lugares de trabajo que se han convertido en contextos de riesgo ante posibles contagios, en la amistad y el amor virtual y en el anhelo de prever las condiciones de un futuro que se desconocen. Las restricciones a la movilidad, al comercio y a los locales de ocio han derivado también en restricciones emocionales.

La OMS informa que 6 de cada 10 personas en Europa presenta síntomas de fatiga pandémica, un estado emocional caracterizado por la presencia de sentimientos de desánimo, ansiedad, irritabilidad y cansancio físico; y que según el psiquiatra Juan David Nasio es el resultado de una acumulación de angustia, que se transforma en enojo, ante la falta de control, impotencia y desconfianza creciente en las instituciones; para finalmente acabar en un estado de desesperanza ante el futuro. Por otro lado, las continuas readaptaciones que la situación exige implican pérdidas que se alargan en el tiempo, y que en ocasiones requieren de la necesaria elaboración de duelos para los que no se está proporcionando ni el tiempo ni los espacios terapéuticos necesarios.

Ante esta situación es necesario y exigible a las instituciones competentes un plan de actuación para atender las necesidades de la población que se está viendo afectada por las secuelas psicológicas de la covid-19. Sabemos que se ha producido un aumento en el consumo de ansiolíticos y antidepresivos paralelo a las restricciones de la pandemia, pero la respuesta al sufrimiento psíquico consecuencia de las situaciones originadas por la pandemia no puede ser farmacológica; ya que acabará cronificando muchos de estos síntomas. Unos síntomas que no constituyen un trastorno mental, sino la expresión de un fuerte malestar psíquico ante un contexto de incertidumbre constante y cambiante.

En el último informe que la OMS ha elaborado para los Estados Miembros, alerta de que la fatiga pandémica plantea una amenaza a los esfuerzos nacionales e internacionales para controlar la propagación del virus debido a la desmotivación de una parte importante de la población a la hora de cumplir con los comportamientos protectores y las medidas de seguridad recomendadas. Entre las recomendaciones que dicho informe ofrece para contrarrestar los efectos de la fatiga pandémica en la población está “reconocer y abordar las dificultades que experimentan las personas y el profundo impacto que la pandemia está teniendo en sus vidas.”

Siguiendo esta recomendación, podemos concluir que si durante un tiempo la psicología ha dedicado parte de sus esfuerzos a empoderar al individuo, este es el momento de favorecer y promover un trabajo que permita reconocer la vulnerabilidad como parte constitutiva del ser humano, de la especie y de nuestras sociedades.

Elena Sánchez Hernández

Colegio Oficial de Psicólogos de la Región de Murcia

Grupo de Trabajo de Psicología de la Intervención Social

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