Se acerca el viernes de soñar con escapadas para comer y beber en una capital europea
MURCIA. Lo necesario de hacer la maleta y volar a soñar. Liberación en forma de despegue y aterrizaje sin sustos. Con recibimiento de chirimiri picajoso que a saber el nombre que tendrá en estos lares. Pero no hay molestia posible, que es el momento de empezar a patear e investigar. Y los piececillos nos llevan raudos al centro mundial de los premios, donde aguarda el primer trago: un Dry Martini en Pharmarium. Acogedora marabunta en orden y concierto. Con el tino de dar en el clavo, tanto en ejecución como en el trato, pese al turisteo que revolotea. Con cóctel sequísimo, reconfortante y con unas aceitunas, que para qué más.
Seguimos caminito, que hay que cenar apetitoso y para eso nos han dicho que está Slipen. Paseazo en esa oscuridad que será compañera buscada durante estas jornadas. Hasta alcanzar local inesperado, bonito, poblado y con toda la gracia. Allí nos lanzamos a por el Bourgogne Clos de la Perrière Monopole 2020 (Clos du Moulin aux Moines). Pinot noir de frambuesas intensas y condimentos juguetones. Seda precisa que era precisamente lo esperado para acompañar las albóndigas con salsa de crema, patatitas, pepino encurtido y frutos rojos.
Amanece un nuevo día y tras gélida caminata toca escribir a Pía. Después de ir de norte a sur, cruzando uno y mil puentes y luchando por no resbalar en esta vida que es toda baches. Pero los sorteamos y volvemos al cogollito y su populosa calma, donde nos hacemos con la postal deseada y nos disponemos a escribir en un tradicional café frente a un vino dulce. Chuchería con las pertinentes frutas y frutos secos que redondea el instante.
Empezamos con lo de los mercados en Hötorgshallen. Puestos de viandas variaditas y mucho de picotear in situ. Cocina foránea a lo loco, pero también con cositas locales, especialmente de bichillos marinos. Nos plantamos en uno de ellos y pedimos una cerveza Staropramen Premium, que ya pasaron las 11:00 y el temor a la justicia. Refrescante instante, con su cuerpo suficiente para darnos vidilla a nosotros y a ese remix de arenques, gambas y ahumados.
Cae la tarde y nos dirigimos a A bar called Gemma. Bar chiquito pero matón de los de pasar las horas sin mirar el reloj. Nos ofrecen con tino un Songflower. Tequila, amaro, martini, madeira y pimienta blanca en equilibrio elegante y sabroso. Seriedad que refresca, con sus ácidos presiozos y todo el brillo para ser protagonista de película con una mezcolanza de kikos y cosas.
Tras este impás toca una de las grandes cenas de este periplo. Nos dirigimos con emoción a Adam/Albin, capilla de diversión. Barra, con vistas a los fogones, en la que ir enloqueciendo con cada platillo. Menú que decidimos acompañar con una botellita gurbujosa y, oh sorpresa, que ahí está el Chartone Taillet Sainte Anne (Chartogne-Taillet). Finura de pinot noir y chardonnay, redondito y con un liviano golosín. Entre piedros a montones, que aquí existe lo de la mineralidad y lo recordaremos mucho con el maravilloso cremoso de pollo con caviar.
En esa línea de darnos mimos y ser reinonas, vamos al Grand Hôtel Cadierbaren, donde ante tanta impecable perfección tenemos que pedir un Dirty Martini y, claro, no tiene nada de sucio. Excelencia en cada detalle, algunos que sorprenden en estos territorios. Con aperitivillos, servidumbre de alta escuela y entorno de excepción. Lo que llamamos civilización, esa que nos tomamos tan rebién royendo unas galletitas saladas.
Continuamos haciendo caminito con una Mariestads Export 1848 en un almuerzo en el imprescindible Operabaren. En aparición de medio improvisación, buscando cuidados de princesa. En aquella mesita, observando el pincheo de los lugareños y dejando que el relajo nos invada. A traguitos espumosos, apetitosos y deliciosos de esos de dejar bigotillo con ese plato tipiquísimo de arenques con salsas y sus trozos de queso ahí, porque sí.
Nos ponemos en modo excusión bohemia y de bares de vinos. Con mirada de fotografía de exposición, vistas a un futuro prometedor y parada en el encantador Café Niza. Con descorche de La Louvetrie Muscadet Sèvre et Maine 2020 (Domaines Landron) y a vivir. Porque es melón de Bourgogne que presume de juventud y lozanía. Y te traería hasta aquí, tía, con memoria adolescente de novios que eran importantes, bailes rutilantes y en estos tiempos con una fuente de fermentata cacio e pepe.
Momento para ir a establecimiento tan mítico como necesario: la Brasserie Astoria. Espectáculo visual que se desnuda en bistró de habituales autóctonos imbuidos en sus rutinas de departir y compartir. Sencillez envuelta en lujo, como el Mitancherie Bourgogne Aligoté 2020 (Domaine de Casiopée). Gozada señorial con longitud y profundidad de conversación de las que marca. Un tanto más que dedicamos a los que pusieron nuestro ojo en el blanco y, en esta ocasión, con un steak tartar de la casa.
Rematamos la noche en bar tan especial como atestado y por sus líderes maltratado. Hablamos de Tweed, british de cuero y montar a caballo en trote de mucha clase. Lecciones que necesitas para que te den la palabra, que será de nombre Boulevardier. Combinado, combinado con acierto y sí, es cierto, aquí saben oficiar y el resultado sería memorable con más ganas de agradar y algún queso para acompañar.
Otra mañana nos despierta, la penúltima y con hermoso amanecer. Para movernos a surcar mares en imponentes navíos bajo la nieve que cae sin cesar. Pero no desfallecemos que, aunque la meta esté lejos, tenemos parada y fonda en Lilla Hasselbacken con una Eriksberg Julol. Cerve de Navidad que no se atreve a desvelar lo que vendrá. Y mejor, porque esto va de entrar en calor con su enorme capacidad de dar amor al lado de una sopita.
Continuamos ruta resbalosa y arriesgada, pero si hay caída que nos quiten lo bailao. Que somos de levantarnos con fortaleza, la seguridad recuperada y el retomar el paso hasta que al fin aparece. Ahí está Aira. Soplo magno que en un suspiro nos deja claro que estamos ante un extraordinario. En todo y no vamos a aburrir con detalles, que nos abrimos un 3B Rosé Extra Bruto (Filipa Pato) y nos dejamos llevar. Con frescura, sabiduría, horas de felicidad y en el corazón para siempre con la trucha ártica ahumada con col, champiñones y perejil.
Visitamos Folii, otro de esos recomendados por sus etiquetas molonas y medio naturis. Y vaya dada en la diana. De pleno y con el Hörner Riesling 2022 (Weingut Hörner). A pecho descubierto, fuera tonterías y haciendo posible lo de ser disfrute sin más. Efervescente, con cítricos larguitos y diversión a raudales. La sinceridad de paisajes montañosos y uvas que se amoldan a lo que requiere cada ocasión. Y ahora con esos vinilos girando, el abandonar lo de pensar junto a una tabla de embutidos.
Vamos con lo de alimentarnos una vez más antes de partir y será en otro mercado, el Östermalms Saluhall y su Lisa Elmqvist. Fantasía de pececillos, crustáceos y todo los que las olas oceánicas nos quieran ofrecer. Y para beber un Ericsberg Original, otra de las cervezas de por aquí y mira, pues sí. Que apetece después de caminatas, en tono de trago largo, pero con consistencia. Sustancia sustancial y nada mal. Muy al contrario, porque está fenomenal con esa tostada de gambititas con mayonesa.
Ahora sí, llegó el final y no hay retorno. Pero antes nos despedimos a lo grande en uno de nuestros preferidos de lo conocido, el Tyge & Sessil. Sitio en el que saborear botellas de selección impecable, con anfitriones de los que hacen afición y te obligan a ir una y otra vez. Tomando un Borc Dodon Rosé di Refosco 2021 (Denis Montanar) que es fruta ligera con fondo pétreo y especias pequeñitas y salerosas. Emoción con concierto de fondo, un montón de risas y unas ostras de esas aliñadas. Un hasta luego ideal hasta la próxima, y mientras seguiremos gozando en nuestra tierra y con vosotros, gonitos, que para qué nada si no.