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como ayer / OPINIÓN

Esperar procesiones y cabalgatas sentado

23/03/2023 - 

MURCIA. Mientras el lector aguarda sentado a que se llegue a una solución, definitivamente, al asunto de las sillas que se instalan en la carrera de procesiones y cabalgatas primaverales, a una semana y un día vista del primer cortejo penitente, cofrades, huertanos y sardineros apuran el margen escaso de tiempo para evitar que el asunto sedente se convierta en un caos y volvamos al viejo sistema de aportar cada cual los asientos trayéndolos de su domicilio o adquiriendo algo más de nuestros días, como los artilugios portátiles que por un módico precio resuelven la cuestión de aguantar en pie el discurrir de los cortejos religiosos y profanos.

"habrá que esperar a que cese la música para comprobar si hemos encontrado donde sentarnos"

La verdad es que cuesta trabajo entender que algo que estaba decidido desde que acabaron las fiestas del año pasado, como era la contratación de una nueva empresa, tras la constatación de que la seleccionada no había ofrecido el servicio esperado y convenido, no se haya resuelto en todo este tiempo y se haya despachado, a pocos días del comienzo de las celebraciones primaverales, endosando el problema a las entidades que ponen en la calle los desfiles.

Pero es lo que hay, y habrá que aguardar a que transcurran esas dos semanas en las que Murcia viste sus mejores galas y vive sus mejores días, para hacer balance sobre la experiencia vivida en materia de sillas y tribunas. Como en el juego de la silla, habrá que esperar a que cese la música para comprobar si hemos encontrado donde sentarnos.

Es curioso constatar que los dimes y diretes sobre el alquiler de sillas, y más tarde también de tribunas, para presenciar estas fiestas, declaradas todas ellas de Interés Turístico Internacional, aunque haya cosas como los hechos que comentamos que parezcan desdecir tan pomposa titulación, vienen de muy lejos, y que pueden remontarse, escarbando un poco en las hemerotecas, a los confines del siglo XIX, cuando un ilustrativo artículo en El Diario de Murcia informaba a sus lectores sobre la aparición de un nuevo tipo de industrial: el sillero ambulante.

Lo contaban en abril de 1897, el año en que se estrenó en la Semana Santa murciana la procesión del Perdón: "Se le ocurrió a uno llevar a las puertas de las iglesias en donde había funciones solemnes, una docena de sillas, para las señoras que quisieran alquilarlas, y de ahí nació una industria que, aunque pobre, tiene sus buenas temporadas, como ha sido la de Semana Santa".

Se señalaba como numeroso el gremio de los silleros de alquiler: "Hay los bastantes para cubrir de dos filas de sillas procesiones de carrera tan larga como las de Jesús y de San Antolín, tanto por el gran acopio de sillas que entre todos hacen, como porque las mismas se van sucesivamente poniendo del final a la cabeza de la procesión".

"Silla hay que se ocupa cuatro y cinco veces en una misma procesión. Las que han servido a la salida de las imágenes, vienen luego a la Frenería, de aquí a la Platería, a la calle de San Nicolás y a Jesús otra vez. Con el servicio prestado en dos procesiones, gana la silla más de lo que vale. Porque eso sí, vale poco, pero lo mismo se sienta en ella la robusta huertana, que la hace crujir bajo su peso macizo, que la endeble señorita, que apenas ocupa la cuarta parte de ella", explicaba el cronista.

Y describía: "Las sillas todas son iguales en su forma y por su mal estado, pero los dueños las conocen perfectamente, por letras o números que les ponen, o por cintajos que les atan. Generalmente, son mujeres, y del barrio de San Juan, las dedicadas a esta industria. Tampoco podían ser de otro barrio, porque aquél es la mapa de estos pequeños medios de ganarse la vida".

En esa vetusta descripción de cómo funcionaba el incipiente servicio de sillas en los años finales del siglo XIX se deriva bastante información, y una de ellas la vinculación del mismo con las familias de raza gitana que habitaban el humilde barrio de San Juan, tan caracterizado en aquellos tiempos por esa circunstancia.

Cuando muchos años después se inició el procedimiento de concesión de las sillas de alquiler a alguna empresa especializada en la materia, el objetivo era que la parte central de los itinerarios, lo que es en otros lugares la carrera oficial, fuera cubierta con mayor rigor y uniformidad mientras que lo que se dio en llamar 'las colas', es decir, la parte del itinerario comprendida entre el templo y el centro y la de regreso a la sede canónica, se reservaba a esas familias que durante generaciones se dedicaron a esa industria.

Lo comprobamos en el anuncio que insertaba el Ayuntamiento para ofrecer la prestación del servicio a las empresas interesadas en el año 1967, que incluía las siguientes calles: plaza de San Pedro, hasta Frenería; Frenería y Puerta del Sol, Glorieta de España, Alejandro Salazar (hoy Arenal), plaza del Cardenal Belluga, calle de Salzillo, plaza de Hernández Amores, calle de Trapería, plaza de José Esteve, avenida de José Antonio (hoy Gran Vía Salzillo), calle División Azul (hoy Santa Catalina), plaza de Santa .Catalina y plaza de las Flores. No se incluía la Platería, ya que en ella no era posible colocar sillas. Se fijaba como precio o tipo de la concesión la cantidad de 150.000 pesetas.

Fue dos años después cuando el Cabildo de Cofradías se hizo cargo del servicio por cuatro ejercicios, anticipando en cierto modo lo que sucederá dentro de unos días. En 1970, haciendo balance de lo que había dado de sí el alquiler de sillas, José Carmona, que rigió el organismo durante tres décadas y acababa de iniciar su mandato, afirmaba que de unos ingresos previstos de 2 millones de pesetas, se iban a quedar en 1,3 millones debido a la suspensión por lluvia (la segunda consecutiva) de la procesión de Jesús.

Recordaba, además, que el año anterior el beneficio final fue de 186.500 pesetas, que repartidas entre las 9 cofradías de entonces (hoy son 15) y el propio Cabildo representaban un ingreso para cada una de las partes de 18.650 pesetas. Por entonces, sacar una procesión de cinco pasos, como la del Santo Entierro, costaba entre 150.000 y 200.000 pesetas y no había subvención alguna, pues ya había desaparecido el recargo por consumición en bares y cafeterías durante la Semana Santa, existente con anterioridad, que iba a parar al Cabildo.

El ente nazareno confiaba el servicio de instalación de tribunas, con capacidad para 9.000 asientos, a un empresario, mientras que otras 11.000 fueron explotadas "en colaboración con personas vinculadas al Secretariado Gitano".

Unos años después, las cofradías, que también gestionaban la parte de las entonces reducidas cabalgatas, a las que se reservaba un 30 por ciento de las ganancias, dejó de gestionar el servicio, y el Ayuntamiento lo adjudicó directamente a una empresa, no sin controversia.

Este es el complejo sistema de alquiler de sillas en Murcia, y aguardamos expectantes a ver cómo se afronta este año. Aguardamos, claro está, sentados. Si encontramos donde hacerlo.

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