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gira ‘AS2020/21’

Andrés Suárez: "Jamás me atreví a mostrarme como me muestro en mi último disco"

10/11/2021 - 

CARTAGENA. Abordar una entrevista con un compositor y artista de la talla de Andrés Suárez siempre da cierto vértigo. Teme uno no estar a la altura de un genio como el gallego de Ferrol. Sucede que solo con el saludo entiendes que no estás ante una estrella de la música. Es una persona más que ha logrado hacer de su pasión su oficio. De sus palabras se desprenden sentimientos como la bondad, la humildad de saber que no lo conoce todo y un profundo agradecimiento por todo lo vivido y por Madrid, ciudad que le ha dado un nombre en la música, en estos tiempos de cierta 'madrileñofobia'. Este viernes, actúa en Cartagena (21.30h, El Batel) retomando la gira que la maldita pandemia frenó en seco.

Su último single es Dime a qué has venido. Me da la sensación de que cuenta ese momento que a veces pasa cuando dos personas se conocen, en el que una tiene claro lo que quiere y la otra anda dudando. ¿Quién lo pasa peor, el que lo tiene claro o el que duda?

Absolutamente va de eso. Va de una historia que una chica me contó. Hablábamos de la falta de claridad, porque ni con una pandemia aprendemos. La canción va de contar las verdades. Más allá de que pueda ser un malentendido, como es tu enfoque, también tiene que ver con la falsedad. Las trampas, ni para el juego. Hay que decir las cosas claras el tiempo que tengamos. Todos somos supervivientes de la pandemia y estamos aquí de paso. Al final, es una declaración de intenciones absoluta. Una canción con ganas de jocosidad, de sexualidad, de noche, de juego. Pero de juego con las cartas boca arriba. ‘No tenemos mucho tiempo, quiero algo de ti, ¿tú que quieres de mí? No me hagas perder el tiempo’. El genio absoluto de mi hermano y amigo Diego Cantero, de Funambulista, le da un toque a la canción muy fresco, muy de verdad, porque es un tío de verdad. 


Además, se aprecia un nuevo sonido.

Totalmente. Me encanta que se mencione porque así puedo citar a un amigo como es Tato Latorre, productor. Me sacó de mi zona de confort. Llamémosle zona de confort a los 20 años que llevo haciendo en la música de guitarra y voz. Algo que es mi honor y orgullo, presumo de ello, y me hace muy feliz. Pero ¡me apetece mucho mover las rodillas en el coche cuando escucho la canción!

Disculpa que sea monotema con esto, soy hijo de sanitaria y al leer los periódicos veo que algunos tienen la memoria frágil. Venimos del momento más horrible de nuestras vidas. De repente, lo fácil es que me siente contigo a tomar un café y hablemos de la desgracia, el ERTE, el paro…Lo que es difícil es hacerte bailar, es hacerte reír. Y a mí lo que me apetece es eso. Sería muy fácil componer un disco pesimista, oscuro, triste…Pero no me da la gana.

En su último disco, Andrés Suárez, da a entender que quiere mostrar su lado más personal. Por la portada parece que quiere decir: “Detrás del artista que todos conocéis, este soy yo”.

No me he atrevido a salir, salvo en Moraima, en la portada de un disco. Soy una persona muy tímida, aunque parezca lo contrario. Jamás me atreví a mostrarme así. Yo he hablado de un amigo que murió por sobredosis con 15 años, de mis abuelos, de mis padres, de mi tierra, de cuando llego a Madrid… Hablo de cosas tan personales, que estoy contando mi vida en un disco. Me atreví como dices a mostrarlo. A decir, ‘esto es lo que hay’. Por primera vez, me dije: “Deja de esconderte y muéstrate”. Es muy fastidiado, incómodo, salir en un videoclip, porque muestras todo de ti. Antes, en el disco anterior, Desde mi ventana, ponía un paisaje. Y desde ahí puedes estar protegido. Aquí de repente es un cámara a medio metro de ti. Aguantar esa mirada era muy difícil.

Además, es un disco más crudo. En Mi pequeña historia era un disco más de historias como de ‘cuento’. Este último es más real.

Estoy muy de acuerdo. Las canciones salen sin querer, como quieren y cuando quieren. Los discos son el momento vital que viste y que anhelas en el momento en el que lo compones. No soy el mismo de hace un año ni de ayer. De repente creo que tenía muchas ganas de despojarme de metáforas, figuras literarias e incluso ficticias. Despojarle de ficción a las canciones. Me apetece contar una noche, un beso, un paseo, la mano de mi abuelo, mi infancia… Contarlo en una mesa de café. Mucho más que rellenar un folio con figuras literarias e imposibles hablando de un planeta que no sé si existe. Respeto mucho esa vía autoral de algunos de mis compañeros, pero a mí me apetece tratar de descifrar o describir un beso, por ejemplo.

  

A nivel compositivo no sé si le ha afectado la pandemia. Una paisana suya, Yoly Saa, comentaba que no estaba en su mejor momento compositivo. 

Yo admiro profundamente a los artistas que han aprovechado el encierro para crear más que nunca, hacer cine, libros, como el maestro Javier Ruibal, que ha sacado su mejor disco durante el confinamiento. Yo no sabía si se iba a morir mi madre en el pasillo de un hospital. Entonces no podía sentarme a escribir. Me tiraba horas mirando en el móvil una información de algo que jamás pensé que iba a decir: pandemia mundial. Algo que sonaba a libro de ciencia ficción. Yo no podía sentarme a componer en una situación de miedo así. Veías que morían miles de personas, conocidos, familiares, vecinos, de mi pueblo… Yo no fui capaz.

El cuerpo y la mente es maleable y capaz de adaptarse a una situación. Pasados los meses sí, porque no me quedaba otra. Entonces, ya estamos todos metidos en una pandemia y tratas de amoldarte. La música en estos casos es el sustitutivo idóneo.

No sé si anteriormente, sin una pandemia de por medio, ha tenido algún momento en el que a nivel compositivo no haya estado inspirado. ¿Cómo sale de eso?

Es jodido. No se lo deseo a nadie. Es lo peor que puedes sentir. El síndrome del folio el blanco. Vosotros los periodistas, que amáis la palabra tanto como yo, sea escrita o hablada, el no ser capaz de crear una sola línea publicable es lo peor que te puede pasar. Es una sensación de mirarse al espejo y odiarse. De estar en medio de un silencio atronador, del que no sabes cuando vas a salir. Los años y la experiencia me enseñaron que no hay otra que pasar página y quererte igualmente. Entender que las musas no están todo el rato. Yo no puedo escribir siempre. Hay gente que lo hace. Yo tendría que ver eso. Algunos te dicen que son capaces de hacer una y dos canciones al día. Dígame cómo se hace eso. Porque un día tienes ansiedad. Otros discutes con tu pareja y otro… No es algo mecánico. Se trata de sentarte, construir una rima, una palabra, de escribir una historia que valga la pena. Hay días que tienes que estar en silencio. No eres capaz de componer. Y no pasa nada. En esos momentos te odias, te enfadas. No puedes estar rodeado de creación permanentemente. Hay muchas ocasiones en las que uno está en silencio. Yo aprendí a aceptarlo. Me pasó en la pandemia, ahora me pasa lo contrario. Después de estar en silencio ahora no paro de escribir canciones de las que, tal vez, salgan 10 que valgan la pena para un disco.


En alguna entrevista ha hablado de la ‘soledad del artista’. Está en un recinto con miles de personas coreando su nombre. Y de repente, se acaba y se encuentra solo en una habitación de hotel. 

No es fácil asimilar eso. Es la diferencia entre el cantante y el chaval de Pantín. Aplauden al cantante y luego te quedas con el chaval de Pantín. Es complicado entender que después de miles de aplausos, hay un silencio. Nadie te reclama, nadie te sonríe, nadie te cuenta que se ha casado con tu música. Ahí estás tú solo. Por suerte, creo que me quiero, me caigo bien o no me llevo mal con el chaval de Ferrol. Mi madre siempre me dice cuando vuelvo a casa que sigo siendo el mismo. Es el que me interesa regar. En mi trabajo habrá momentos de gloria, de oscuridad, de vacas flacas… Me interesa regar al chaval que salió de casa que entiende que, haya o no aplausos, lo sigue haciendo bien.

Deja Ferrol, viene a Madrid. ¿Cómo fue ese cambio? ¿Tenía una sensación de vacío cuando tocabas en el metro y pasaban los días sin que le llegara esa oportunidad?

Podría darte una respuesta morbosa. Lo pasé muy jodido, sí. Pero aquí te cito una frase del maestro Ruibal: “¿Quién no da la vida por un sueño?”. En el periodismo, en la hostelería, en la música, en el arte, en el cine… O lo dejas casi todo o tienes eso que llaman suerte en lo que no creo. Yo creo en el trabajo. Me fui de casa con 18 años y me despedí de mis padres en un andén de tren en Ferrol. Hubo muchas lágrimas, mucha soledad…Pero estoy aquí. No me arrepiento de nada y creo que sin ese esfuerzo y sin ese dolor no vas a llegar a ningún lado.

También te digo que a Madrid le debo todo. Esta ‘madrileñofobia’ que encuentro en mucha gente no solo no la comparto, sino que me parte el corazón. Porque Madrid me recibió con los brazos abiertos, sin preguntarme de dónde era. Canté en el metro, en la calle sin saber dónde iba a dormir esa noche, o si iba a dormir. Madrid me presentó a gente que ya es familia como Julián del Libertad 8, o Ángel de Galileo. Gente que creía en mí cuando mi carrera no iba tan bien como ahora. A Madrid le debo todo.

No creo que sea ejemplo ni referente para nadie. Tienes que pasarlo muy mal, cantar muchas veces para dos personas o para nadie, para que luego vayan 50 a verte y lo valores. Si piensas que tu trabajo es cantar para 5.000 todos los días y que cantar para 100 es un fracaso, es que no has entendido nada.


Ha ‘apradinado’ a artistas como Yoly Saa o Ainoa Buitrago, que hablan maravillas de usted. ¿Siente cierta responsabilidad de impulsar talento que se encuentra porque usted ha estado donde ellas están ahora?

En absoluto. No me deben nada y no he hecho nada que no hubieran hecho conmigo. Si te cuento la gente a la que le debo ayuda cuando me subía al escenario del Libertad 8 cuando en Madrid no me conocía nadie, pero nadie es nadie, te haría una lista de 30 páginas. No hago más que echar una mano a gente que se merece absolutamente todo.

Hablas de Yoly Saa o Ainoa Buitrago que son talento puro. Si yo puedo echar una mano y consigo que las escuchen tres personas más porque las subo al escenario o las cito en redes sociales perdiendo tres minutos de mi tiempo, estaré haciendo lo mismo que hicieron conmigo Iván Ferreiro, Pablo Milanés, Serrat… No hacerlo sería ser un déspota, un cretino y un cínico. No nos cuesta nada echar una mano a la gente que está en una situación parecida a la tuya hace 10 años.

Ha vivido a caballo entre las dos formas de trabajar en la industria. Cuando se sacaba un single o dos y luego el disco, y la de ahora con singles de forma más continúa y finalmente el LP. 

Me parece una pregunta muy buena porque nos afecta a todos, pero yo me preocupo del arte. Dejo esa parte de mi carrera, esos nuevos métodos, nuevas plataformas, como comercializar tu obra, en las manos de la mejor oficina de management que es RLM. Yo me preocupo de hacer buenas canciones. Delego en los mejores para no perder 12 horas al día en redes sociales. Pierdo alguna, pero no 12. No puedo luchar contra el progreso, los likes y ese tipo de cosas. Me iría al carajo si dedico todo mi tiempo en eso. Tengo que estudiar guitarra, leer, ir al cine, al teatro, nutrirme. Entonces le dejo a mis profesionales la decisión de si tengo que sacar un single o tres.

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