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TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

En defensa de una izquierda navideña

29/12/2019 - 

MURCIA. En estos tiempos de celebración y reunión familiar uno, por el sentimentalismo, acaba haciéndose muchas preguntas. Muchas tienen que ver con la Navidad en sí, pero otras son más en relación a cuestiones más transversales que también influyen en este tipo de festividades.

Después de la Lotería de Navidad (y no haber ganado nada) y sobre todo en el momento familiar más íntimo (y no tanto) en el que nos miramos mitad con alegría, mitad con desahogo, son muy populares las frases como “Al menos tenemos salud, amor y trabajo”, con la intención de ‘renunciar’ a tener más dinero.

Claro, la primera pregunta que surge al respecto es: ¿acaso el trabajo no es dinero? Es obvio, a ver quién podría vivir en la sociedad actual sin trabajo, pero vamos más allá. En este tipo de afirmaciones surgen más cuestiones porque, parece que los pobres, con la intención de resignarnos, tendemos a pensar que el dinero no da la felicidad. Es cierto, no la da, pero… ¿Se puede ser feliz sin dinero? El dinero no da la felicidad, pero ser pobre menos todavía. Sin embargo, por sobrevivir emocionalmente queremos pensar que los ricos no son felices, y que no quieren a su familia como la queremos nosotros.

Evidentemente es casi una tendencia del ser humano intentar quedarse con lo bueno e ignorar lo malo, es más, en tiempos así estamos de celebración, pero pareciera que buscáramos en la ilusión navideña, como si del sueño americano se tratase, la senda para cumplir nuestros sueños. Podría ser solo por la lotería, pero luego están los propósitos de año nuevo, o el llamar y ver a gente con la que no te hablas (que ojo, está muy bien). La Navidad es una etapa de ilusión, pero ¿acaso no lo es más para los pobres que para los ricos porque los segundos ya tienen su vida hecha? Me sigo preguntando…

Sin embargo, si lo pasamos a la política, ocurre algo muy curioso: quienes deberían parecerse más a su pueblo porque en teoría defienden a los de abajo, es decir, los partidos de izquierdas, son los que menos creen en lo que piensan aquellos que deberían ser sus electores. ¿Por qué tenemos ministros de izquierdas felicitando el solsticio en vez de la Navidad? No pasa nada, a todos (también a los de izquierdas) nos gusta comer unas gambas a la plancha en Navidad, aunque sean 15 veces más baratas que las de otros.

Y todo esto es mucho más profundo que una simple felicitación navideña, pues la izquierda adolece de postularse en contra de toda tradición y eso no solo no tiene por qué ser bueno de primeras, sino que es contraproducente para conseguir sus objetivos. ¿Quién sigue las tradiciones? El pueblo. ¿Quién no te vota cuando toca porque has criticado su fiesta? El mismo pueblo. Pero, ¿por qué la izquierda tiene que estar sistemáticamente donde la derecha quiere y donde mejor le viene?

La derecha no es dueña ni lo será nunca de la Navidad, porque justamente los pobres son los que más ilusión tienen por ella, incluso aunque la mesa de los ricos tenga comida más cara (que no más elaborada).

Digo Navidad, pero digo Semana Santa. Reclamo liderazgos de izquierdas como el de Kichi, alcalde de Cádiz, que no tiene miedo a reivindicar la Semana Santa del pueblo al que representa porque él también forma parte de él.

Todo esto no es una invención de un servidor, en Ciencia Política se estudia y se llama ‘triangulación del mensaje’, siendo esta una estrategia comunicativa para utilizar los temas procedentes del rival político y de la ideología contraria, dándole así un enfoque particular y unas soluciones propias. De esta manera el emisor se coloca en una posición más central y que genera menos rechazo. Por si es de interés para el lector, el máximo exponente académico de esta estrategia es Dick Morris, que fue asesor de Bill Clinton.

En definitiva, la izquierda ha de ser navideña, y también huertana, carthaginesa (o romana), marraja, del Paso Blanco, de las Cuadrillas de Barranda… Pues si aspira a representarlo debe parecerse a su pueblo, no alejarse del mismo.


@SlvMoreno

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