Según la ONU, si la pérdida y el desperdicio de alimentos fuera un país solo sería superado por China y EE UU en emisiones de gases de efecto invernadero
MADRID. El despilfarro de 1.300 toneladas de alimentos al año (según cifras de Naciones Unidas del año 2021) no sólo es un problema social en relación con los más de 800 millones de personas desnutridas o que víctimas del hambre, sino que también es un problema ecológico de primer orden. Se necesita tres veces el volumen de agua del mayor lago de la Europa occidental (el lago Lemán con un volumen de agua de 89km3) para producir estos alimentos desperdiciados o 1.400 millones de hectáreas de tierra.
Otra implicación medioambiental son las emisiones de metano, que se calculan en 3,3 toneladas al año, causadas por los pesticidas y fertilizantes utilizados, las emisiones durante la industrialización de los alimentos, los residuos a los vertederos y el transporte. De hecho, según la ONU, si la pérdida y el desperdicio de alimentos fuera un país, sería el tercer emisor de GEI (gases de efecto invernadero) después de China y Estados Unidos, representando entre el 8 y el 10% de todas las emisiones mundiales.
Como resultado de estos impactos sociales y medioambientales negativos, no es de extrañar que se endurezcan las normativas. En 2013, la ONU incluyó el desperdicio de alimentos en el menú de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible). El objetivo 2, 'Hambre cero', pretende erradicar el hambre y garantizar el acceso a alimentos seguros y nutritivos a todos los habitantes del mundo, mientras que el objetivo 12, 'Consumo y producción responsables', pretende reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita a nivel de minoristas y consumidores para 2030 y reducir las pérdidas de alimentos a lo largo de las cadenas de producción y suministro de alimentos.
La UE ha decidido comprometerse a cumplir esos objetivos, de ahí que el Consejo Europeo esté supervisando el desarrollo de estrategias nacionales, la adopción de iniciativas legislativas y no legislativas y las campañas de sensibilización de los consumidores. A finales de 2022 se anunciarán acciones más concretas y medibles.
En Estados Unidos, muchos estados han puesto en marcha leyes de protección de la responsabilidad, incentivos fiscales, etiquetado de fechas o prohibiciones de residuos, para hacer frente al objetivo fijado en 2015 por el Departamento de Agricultura de reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para 2030.
Como requisito previo, antes de proponer soluciones concretas, los gobiernos, las ONG y las empresas privadas deben disponer de datos suficientes y fiables para medir el desperdicio de alimentos. La buena noticia es que dos grandes organizaciones ofrecen ahora metodologías e índices de primera categoría para hacerlo:
Tanto la FAO como la ONU también proponen soluciones como concienciar a los consumidores, utilizar más tecnología, educar a los agricultores, implementar nuevas formas de trabajo y buenas prácticas para gestionar los alimentos. En ocasiones se nombran algunas startups que luchan contra el desperdicio alimentario, como las aplicaciones Too Good To Go o Feeding India, y la FAO incluso ofrece en línea diseños en 3D de código abierto de equipos innovadores para su descarga y uso.
Clément Macloud es gestor de carteras de renta variable temática de Oddo BHF