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y así, sin más

El balance de lo bueno y malo y a ver qué pasa

24/12/2023 - 

MURCIA. Y a ver qué pasa, ¿no? Esa es la frase con la que este año de mi vida se ha podido definir. No hay más que hablar. Un año más conmigo mismo. El fin de año es como observar que el tren de ayer se aleja. El tiempo pasa. Sé bien de lo que hablo, he cogidos muchos. La vida de alrededor ya no es tan mía. Se acaba el año.

Durante este año he podido escribir mucho y no todo ha sido bueno. Esta columna que espero seguir llevando me ha ayudado a mantenerme al día. Con ella he visitado a Juan Vidal, Duarte, Casa Otrura y a Laura Ponte o Pino Montesdeoca. He llamado amigos a gente que admiré un día y pasado tiempos geniales con otros que nunca esperé conocer. También me he quejado de la vida. De lo que pasa y de lo que no me pasa. De la Alopecia Areata y de las enfermedades autoinmunes, del sistema que compone nuestra sanidad pública.

Mi médica y yo nos hicimos esta foto hace un par de semanas después de la consulta. Durante el camino que puede ser una enfermedad autoinmune –no quiero entrar en ninguna porque seguramente dé términos mal escritos– voy atravesando cada día un mar de nuevas sensaciones. La alegría, la desesperación, el cansancio, el agotamiento, el miedo, la felicidad, el amor... Todas se relacionan, conviven y se mezclan. Hay veces que me explota el corazón y otras que no puedo respirar. Y dejo que me engulla el aire porque es lo más fácil.

Pienso mucho, desde hace tiempo, en aquellas personas que necesitan recibir medicamentos y tratamientos contra enfermedades autoinmunes en Ucrania, Gaza o Siria y en la falta de ellos; en la desesperación que debe de provocar el sentimiento de querer y no poder. En las personas mayores que viajan solas en nuestro país por el metaverso de los hospitales. En los que ya no tienen fuerzas para las esperas en los pasillos.

Durante este tiempo he podido advertir diversas cosas. En las salas de espera o mucha gente habla o nadie lo hace. Todo depende de la preocupación personal y la especialidad de la que hablemos. Que las personas nerviosas decimos y hacemos tonterías y que en la farmacia de los hospitales pasarás todo el día, por lo que merece la pena ir cargado de paciencia. Que un hospital es como la vida a pequeña escala y que tendrás que saber parar los pies a algunas personas. Que la humanización de los protocolos urge para dejar de ser números en pantallas y pasar a ser nombres. Para poder encontrar esa parte de belleza hasta en el paso por el hospital. Porque una sanidad pública y de calidad es algo que no podemos dejar que vaya a debate.

Gracias por luchar por mí y mi tratamiento, Dra. Soro. Todo el
mundo debe de tener un rayo de esperanza. Como dijo Joaquín Sabina: “Superviviente, sí. Maldita sea. Nunca me cansaré de recordarlo”. Y por fin llegó la hora más temida de hacer balance de lo bueno y malo, de en vez de echar sal y vinagre en las heridas tratar de hacer de nuevo de tripas corazón.

Estamos en un momento del año en el que nadie me tiene que explicar que dos y dos no suman cuatro o que la poesía es el desván del metaverso en el que las musas se desnudan al compás del arpa de Euterpe. Tampoco debemos olvidar aquellos que fuimos, ni dar de más a aquellos que algo nos han robado.

Voy a tratar de seguir igual. O quizá sea verdad eso de que podemos ser mejores en un año. Quién sabe, lo intentaré mientras no me cueste trabajo. Un año más, me doy cuenta de que el pan de ayer no es un buen postre para hoy. Hoy, sábado, quizá sea un buen momento para reinventarse y apostar, ya que los míos me han pintado todo el año tal cual soy: un tahúr que no se cansa de arriesgar, aunque el corazón no rime con la realidad.

Hoy me apetece hablar de amor. De los lazos que nos unen a las personas que queremos. En cómo los brazos pueden hundirse en los costados. En peligro de extinción, las personas románticas se han convertido en rehenes libres.

Estos días se enfoca la vida en el Aeropuerto de Barajas. Los que esperan como si fuesen a correr una maratón y esperaran el sonido del pip. Pero cuando el ser querido se asoma por la puerta de llegadas, ríete tú de Usain Bolt. Querer, querer, querer. Querer cuando te quieren. Querer sin ser querido. Querer queriendo. Querer aunque no te quieran bien. Querer cuando te han querido mucho y cuando te han dejado de querer. Querer con todo y sin nada y con nostalgia y sin futuro. Querer más allá de toda duda y con la duda entera. Querer y a ver qué pasa.

Y así, sin más, me encontré frente al reloj de antaño.

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