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tribuna libre / OPINIÓN

El tiempo se para; la vida política sigue

2/08/2023 - 

MURCIA. Parece que a finales de julio en Murcia el tiempo se para. O eso parece. Al menos junto al mar, pero no junto a cualquier mar. No es lo mismo pasear por orilla del mar Mediterráneo en La Manga en fin de semana, que también relaja nuestras ondas cerebrales, rodeada de estresados conciudadanos que llegan superando el embudo del kilómetro cero; no es lo mismo que desconectar en una de las playas del entorno del parque natural Cabo Cope, tirando pa´ Mazarrón, con el solo sonido de las olas de fondo y la sombrilla más cercana a diez metros. Por ahora no doy más pistas de ese rincón particular, con la ilusión de preservar, egoístamente, aunque por poco tiempo, esa zona de la costa murciana que, por aislada y difícil acceso, aún mantiene el encanto de lo salvaje. Y digo por poco tiempo, con la tristeza que compartimos los que hemos saboreado más de un verano su naturaleza casi virgen (por desgracia, hasta sus arenas también llegan restos de plásticos), sus playas de mares bravos y cielos suaves salpicadas, estratégicamente, por establecimientos que sin estudios medioambientales previos supieron respetar su entorno: un magnífico albergue, bares de exquisitos arroces y ricos pescados a la brasa, e incluso chiringuitos que combinan a la perfección buñuelos de bacalao y pizzas al horno con mojitos y vistas al mar.

Lo digo con la nostalgia de haber conocido un final de La Manga con dunas donde encontrabas blancos lirios de mar y algún que otro nudista al que observábamos como adolescentes curiosas y sonrojadas. Donde nos atrevíamos a hacer topless por primera vez lejos de miradas adultas. Donde los pequeños chiringuitos junto al Mar Menor eran lugares míticos de quedadas, que no necesitaban ser sofisticados para ser mágicos y deseados. Y dónde la búsqueda de un vehículo y del contacto para el encuentro pandillero, sin WhatsApp ni móvil, era toda una aventura que acababa en un logro. O toda una desilusión con rango de drama venezolano.

"La política sigue en manos de personajes, de izquierdas y de derechas, cortos de miras, aficionados al trapicheo a la sombra de soportales de palacetes"

Se para el tiempo en ese mar regional. Pero no para la vida política. Y ni siquiera Calnegre me trasporta tan lejos del mundo como para poder negar la realidad que transcurre a menos de cien kilómetros de distancia. La memoria, caprichosa e inventora, fijará el recuerdo de esas estampas veraniegas, para confundirnos en el tiempo mezclándolas sin agitar. Sin olvidar otros rincones singulares, ahora desaparecidos, que conocimos y vivimos con intensidad, y con los que aprendimos a mirar a través de los escenarios, aparentemente más complejos, pero que se reducen a lo mismo. La política, el poder de cambiar el mundo, o de conservar lo mejor de él, sigue en manos de personajes, de izquierdas y de derechas, cortos de miras, aficionados al trapicheo a la sombra de soportales de palacetes, que anteponen la gloria personal, el beneficio a corto plazo y la obediencia ciega, al bien común y a la responsabilidad para con otras generaciones. Todo por la Patria, mientras me apañe yo primero.

La vida política sigue, aun en pleno estío, con elecciones incluidas, y reclama a nuestros políticos decisiones audaces. Permitir construcciones y campings que democratizan el turismo y engrosan las arcas de Ayuntamientos coloniales o proteger espacios naturales únicos. No presentarse a las elecciones, disfrazándose de pedagogos condescendientes capaces de reprender a los ciudadanos equivocados al votar, o presentarse a unas elecciones asumiendo la responsabilidad que les otorga el artículo 6 de la Constitución, dejándose de excusas y creyendo que alguien los echará en falta. Bloquear la voluntad de las urnas con la mirada hacia los extremos o llegar a acuerdos de Estado, de Región, entre partidos mayoritarios con mínimos que partan del centro, ahora huérfano de representación por un harakiri a la europea.

Nuestros líderes tienen en su mano decidir si dejan pasar el tiempo sin resolver o pararlo. Parar el tiempo, con el horizonte puesto en la gobernabilidad, renunciando a Presidencias y poniendo por encima de siglas las mayorías centradas. Es tiempo de parar, escuchar y avanzar o de que todo se repita para que la vida siga igual.

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