COMO AYER / OPINIÓN

El nacimiento de la Academia de Alfonso X el Sabio

21/11/2024 - 

Paseando de nuevo por la Murcia de hace medio siglo, nos encontramos estos días de noviembre con el profesor Antonio de Hoyos ingresando en la Academia de Alfonso X el Sabio con el discurso Murcia, Mursiya y otros topónimos de origen indoeuropeo.

Recuerdo al singular catedrático de Árabe de la Universidad de Murcia en los veraneos de Santiago de la Ribera, cuando en sus paseos ciclistas, vestido con cualquiera de sus diversas, vistosas y coloristas camisas hawaianas, se llegaba al partido sanjaviereño de La Calavera y detenía su discurrir a las puertas de mi casa para saludar a mi padre, que entretenía las tardes leyendo en el porche.

Esto era así porque habían coincidido en la Diputación durante el tiempo en que De Hoyos, también profesor de italiano en institutos, ejerció como archivero y bibliotecario de la desaparecida corporación provincial.

Era, sin duda, un tipo peculiar, y no en vano le describió el también catedrático universitario Javier Díez de Revenga como "uno de los profesores de la Facultad de Letras más originales y de una personalidad más acusada", amén de "nada fácil de encerrar en convencionalismos al uso".

Lo cierto es que para cuando el profesor De Hoyos accedió a la Academia en 1974, ésta llevaba en funcionamiento 33 años, desde que quedó formalmente constituida el Sábado de Gloria del año 1941, en un acto presidido por el entonces ministro de Educación José Ibáñez Martín, que había propuesto en sus días de presidente de la Diputación Provincial de Murcia (1926-29) la creación de una corporación que se encargara de la investigación en todas las áreas del saber y de un modo especial en aquello relacionado con la cultura regional.

El acto tuvo lugar en la antigua sede de la Diputación, al final de la calle de Riquelme, en el caserón que había sido de la Marquesa de Salinas, donde se exponía en Navidad el Belén de Salzillo, cuando el palacete era aún habitado por la familia Riquelme.

Unos días antes del solemne acto constitutivo, la Corporación Provincial se reunió bajo la presidencia de Luis Carrasco, quien la regía por entonces, para designar a los diez primeros académicos de la nueva institución, José Alegría y Joaquín Espín, para Geografía e Historia; Nicolás Ortega y Alberto Sevilla en Literatura; Mariano Palarea e Isidoro Martín para Economía y Sociología; Augusto Fernández de Avilés y José Salas en Bellas Artes; y Felipe González Marín y José Pérez Mateos para Ciencias. En la misma sesión se acordó que Ibáñez Martín fuera el director honorario de la Academia.

El diario Línea editorializaba sobre la puesta en marcha de la Academia el Domingo de Pascua, a la vez que ofrecía amplia crónica de la sesión constitutiva.

"Ábrese un amplio horizonte de posibilidades culturales en nuestra provincia, que desde ahora cuenta con el recipiente donde vierta iniciativas estudiosas e inquietudes espirituales. Toda la labor de personas e instituciones, que tal vez quedara desparramada y fuera infructuosa por falta de una entidad que la orientara eficazmente, aunque no por ausencia de entusiasmo y decisión, puede ya considerarse sistematizada dentro de cada una de las especialidades  que abarca el nuevo organismo", rezaba una parte del escrito. "Murcia debe sentir la legítima satisfacción de tener otro puesto desde el cual pueda servir a la grandeza de España, contribuyendo a la unidad total de ésta", añadía.

"El primer presidente de la Academia fue el doctor Pérez Mateos"

El primer presidente de la Academia fue el doctor Pérez Mateos, que llegó a presidir también la Sociedad Colegial de Médicos de España y llegó a ser alcalde de Murcia. Por lo que se refiere al primer académico honorario, un ms después de la constitución de la entidad fue nombrado el pintor José Atienza Sala, y ya o se produjeron más nombramientos hasta febrero de 1974, cuando recayó el honor en Juan de Contreras y López de Ayala, mucho más conocido por su título de marqués de Lozoya y por su condición de historiador.

La vinculación entre la Academia de Alfonso X el Sabio y la Diputación fue muy estrecha y duró mientras existió este organismo provincial, que desapareció con la creación de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. Al asumir la Comunidad las competencias de la extinta Corporación, asumió los antiguos lazos académicos de la que pasó a ser un organismo autónomo de la administración regional.

Dio lugar el vínculo con la Diputación a que cuando se comenzó a planear en noviembre de 1942 la construcción de un nuevo Palacio Provincial, que sustituyera al viejo caserón de la calle de Riquelme, se comenzó hablando de un gran edificio, que se emplazaría en el solar que, a la postre, acabaría ocupando, muchos años después, el edificio de usos múltiples de la Delegación del Gobierno.

En el nuevo inmueble había de instalarse la Diputación, pero también era factible que se incluyeran "otras dependencias adaptables para posible arrendamiento de las mismas como Gobierno Civil. Estos dos organismos se integrarán dentro de un sólo edificio, aunque funcionando con entera independencia en sus servicios".

Sería un edifico exento, rodeado de jardines, que incluiría un gran salón de recepciones, necesario para actos oficiales de gran solemnidad; la instalación de la Academia Alfonso X, el Sabio, que con sus oficinas, biblioteca, sala de juntas, etcétera, podría desenvolver plenamente sus actividades; y no faltaba en previsión, hecha en plena II Guerra Mundial y sólo tres años y medio después del final de la Guerra Civil Española, la construcción en los sótanos de un refugio antiaéreo. El coste del proyecto, nunca realizado, ascendía a 4,5 millones de pesetas.

Lo cierto es que tanto la Diputación como el Gobierno Civil acabaron en edificios vecinos, pero separados por una calle de nueva apertura, en el solar que ocupó durante siglos el Hospital de San Juan de Dios, a orillas del rio, mientras que la Academia encontraba acomodo en la denominada Casa de la Cultura, donde sigue cumpliendo la función para la que fue creada en noviembre de1940 y constituida en la lejana primavera de 1941.