MURCIA (EP). El mejor juguete para un niño es el que le ayuda a imaginar o a practicar otras habilidades, como manualidades o marionetas, que tienden a favorecer la sociabilidad y a crear lazos afectivos, y no por ello tiene que ser más caro o sofisticado, según apunta Elena Navío, vocal del Colegio Oficial de Psicología de la Región de Murcia.
En declaraciones a Europa Press, la experta destaca la importancia de que los juguetes sean funcionales y mantengan a los niños activos, como bicicletas, pelotas o patines, y que estimulen la memoria y la atención, como juegos de construcción. En niños menores, aconseja juguetes con los que puedan usar la imitación y el juego simbólico y utensilios de la vida cotidiana.
"Cada niño puede jugar con el juguete que elija, sin olvidar que jugar es sinónimo de diversión, y hay que escuchar lo que el niño pide; no se debe elegir el juguete en función del sexo, sino atender a su singularidad", señala Navío, quien recuerda que "el niño no juega solo para entretenerse" pues mediante el juego "aprende valores muy importantes para un correcto desarrollo, tanto individual como en grupo".
En este sentido, aboga por recuperar el juego, no solo el que más predomina hoy, que es en solitario, sino el que implica interacción, ya que se aprenden pautas para la vida como esperar, negociar, ceder, seguir reglas y ejercer el autocontrol, entre otras.
Respecto a los regalos tecnológicos, Navío sostiene que los adultos no pueden pretender que los niños, inmersos en un mundo tecnológico, no tengan juegos de ese tipo. No obstante, insiste en que sí se puede regular su uso y no permitir que sólo jueguen con ordenadores, tablets y videoconsolas.
"Estos regalos no están mal si es lo que realmente ellos quieren, son un buen entrenamiento para los niños, pero sólo si están acompañados por sus padres y si tienen la edad suficiente para conocer su uso, ya que en ocasiones nos adelantamos y se compran antes de tiempo ante la insistencia y por la dificultad de los padres en demorar la espera", comenta.
Una cuestión a tener en cuenta, según la experta, es que se debe ser muy cuidadoso con el tiempo que el niño los utiliza, y en qué proporción está reemplazando durante ese tiempo otras actividades más importantes como dormir, leer o interactuar con otros menores y adultos.
"Los juguetes son una oportunidad única para educarlos a la vez que se divierten. Por ello, se pueden regalar dispositivos tecnológicos, siempre y cuando sean adecuados y se usen con responsabilidad".
La presión para acumular cosas es cada vez mayor. "Los chicos se vuelven cada vez más exigentes y los adultos sienten culpa si dicen que no", explica Navío, para señalar a continuación que los adultos "estamos colonizando la infancia de manera acelerada por la vía de lo hiper como patrón", haciendo así "niños 'hiperregalados'".
"Cuando el niño recibe grandes cantidades de regalos es probable que se aturulle, sin saber muy bien a qué objeto atender. En estas fiestas, la entrega excesiva de juguetes "supone un exceso de estimulación en el niño, le impide apreciar los detalles de cada uno y refuerza todavía más la insatisfacción", manifiesta la psicóloga.
Ante esto, considera que el sentido de hacer un regalo está ligado a recibir un presente y no a acumular una serie de productos que haga que el único objetivo sea el de tenerlo todo. Por otro lado, recuerda que al regalar todo aquello que piden, los niños aprenderán que siempre tendrán lo que quieran, "cuando precisamente lo que tenemos que transmitir es que no todo se puede tener, entender que no siempre van a poder obtener todo lo que lo quieren, lo cual les va a permitir también tener pensamientos más flexibles, ayudándolos a tener una adaptación más saludable al exterior".
A este respecto, Navío puntualiza que los niños "no necesitan montañas de regalos", sino "afecto, estar en compañía de sus seres queridos y compartir sus regalos con ellos", por lo que los padres tienen que realizar un acompañamiento con cualquier juego que se les regale, adoptando así un rol activo. "Recordemos que si no formamos seres humanos, estaremos criando solamente seres que consumen".
Navío explica que para los niños es normal pedir muchas cosas, porque "creen que es algo mágico", pero son los adultos quienes deben analizar qué pedir, escuchando y atendiendo a sus prioridades. Así, recomienda no improvisar en la búsqueda de los juguetes, porque "los niños no lo hacen, saben muy bien lo que quieren", ni añadir más regalos de los que piden.
"Es normal que los niños abran el catálogo de juguetes, pero el que tiene que ponerle freno es el adulto, aunque hoy día en lugar de encontrarse con una autoridad que les sirva de guía, en muchas ocasiones no se topan con ningún obstáculo. Por no verlos sufrir y evitarnos a nosotros mismos ese sufrimiento, acabamos diciendo a todo que sí", afirma.
La experta advierte asimismo que el 'no' es un límite y forma parte de las reglas de juego acerca de lo que se puede y lo que no, lo que ayudará en la organización interna del aparato psíquico del niño. Por eso apuesta por conversar y hacer con ellos la lista de Navidad mientras se reflexiona sobre sus demandas.
"Los Reyes no les deberían traer todos los regalos de la carta sino, mejor, pocos, pero muy bien seleccionados según la edad y la personalidad del niño", precisa la experta.
En el caso de los adultos, Navío recomienda regalar algo que no sea productivo o un objeto. "Puede ser tiempo o una ilusión, basta con que alimente el deseo y permita imaginar y disfrutar de otra cosa distinta a la rutina", como una excursión, la entrada a un concierto o un taller de cocina.