MURCIA. Son jueces y su trabajo depende de una llamada. Viven pegados a un teléfono, obligados a estar disponibles los 365 días al año y las 24 horas del día. No pueden faltar ni excusarse, so riesgo de una sanción disciplinaria. A veces (en situaciones al límite), el aviso telefónico llega con apenas una hora de antelación, un tiempo más que apremiante para salir corriendo hacia el Juzgado de turno. Si no ejercen, no cobran ni cotizan. Concatenan contratos año tras año y sólo perciben su retribución cuando sustituyen a los jueces titulares. En ocasiones deben renunciar a sus vacaciones y permisos; no hay derecho a una baja por paternidad o maternidad ni tampoco permiso de lactancia. Ni siquiera hay pensión de jubilación, ni prevención de riesgos laborales ni derecho a la formación. Así es la dura realidad de los jueces sustitutos. "Nuestra precariedad no tiene parangón en toda Europa", lamenta la jueza murciana Lydia Polo Alba, que preside la Asociación Pro Dignidad de Jueces y Juezas Sustitutos/as y Magistrados/as Suplentes.
En la Región de Murcia hay 28 jueces sustitutos, que representan el 18% de toda la judicatura murciana. En todo el país, son 1.008 de un total de 5.521 magistrados. El 73,4% son mujeres y dictan una de cada cinco sentencias. Entran en acción ante cualquier eventualidad de un Juzgado -una ausencia, un traslado, una enfermedad- y abordan todas las jurisdicciones. Su labor es imprescindible y decisiva en el Estado de Derecho, pues deciden sobre el futuro de familias, los ingresos en prisión de los reos... No son jueces de carrera, aunque muchos de ellos han opositado y están más que formados, con doctorados, másteres y más de una carrera universitaria en muchos casos. A este empleo se accede por un concurso público de méritos que deben superar. Todos los años el BOE publica la relación de los nombrados, aprobado por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Una vez que se hace oficial, se ponen a disposición del Tribunal Superior de Justicia respectivo y deben estar listos para cualquier servicio desde el 1 de septiembre hasta el 31 agosto.
Sin embargo, la realidad es que, por su condición de juez, no pueden aspirar a ningún otro trabajo. No pueden compatibilizar la judicatura con ningún empleo, salvo la docencia y la investigación. Eso implica que, cuando no desempeñan ningún servicio, no perciben ninguna remuneración y se quedan sin ingresos. Y el hecho de no estar sustituyendo a nadie no significa que se encuentren parados, pues siempre hay trabajo en casa. Además, están sometidos al Estatuto de la Judicatura, con el mismo sistema de incompatibilidades y prohibiciones. Es decir, si cometen un delito en la calle (o en cualquier otro ámbito), lo cometen en las mismas condiciones que un magistrado de oposición. No hay excepciones: tienen el mismo régimen jurídico.
"Somos un colectivo silencioso y silenciado", describe la presidenta de la Asociación Pro Dignidad de Jueces/as Sustitutos/as. "No hacemos ruido. También hay compañeros con temor a las consecuencias y miedo a no ser llamados. Pero solamente queremos condiciones dignas: sólo queremos que nos retribuyan justamente la exclusividad y la disponibilidad de permanecer todo un año a disposición de la Justicia", explica Lydia Polo a Murcia Plaza. Para acabar con esta "alarmante" situación, han manifestado desde hace décadas sus reivindicaciones a todos los grupos parlamentarios, han enviado reclamaciones al Ministerio de Justicia y también han iniciado batallas en los tribunales. Sí, jueces reclamando derechos en los tribunales. Y poco a poco ganan "pequeñas batallas". Por ejemplo: la baja por enfermedad, un derecho tan básico ha sido recientemente adquirido tras una sentencia del Supremo.
"A muchos jueces les cuesta llegar a final de mes. Tienen que pedir préstamos y ayuda a la familia, ya que podemos llegar a estar seis meses sin recibir una llamada", cuenta Polo. Los casos que conoce, asegura, le ponen los pelos de punta: "Hay jueces que han trabajado con un pie roto; otros que no han podido asistir al funeral de su madre; hay juezas que se han puesto la toga con un bebé de apenas un mes de vida; otras que han retrasado su maternidad hasta el punto de que no pudieron tener hijos y acabaron adoptando. También sé de compañeras que sufren depresión o enfermedades graves y no pueden pedir una baja porque necesitan trabajar", relata mientras advierte del "estrés" y la "precariedad laboral" que padecen. Todos estos ejemplos, insiste, "son reales". Palabra de jueza.
La presidenta de la asociación sostiene que trabajan por "encima" de sus posibilidades: "Nunca sabes cuándo empiezas ni tampoco cuándo acabas. No hay previsibilidad en nuestra profesión. Así es imposible conciliar una vida personal o familiar con la actividad laboral", señala la jueza, quien puntualiza que no son "exactamente interinos", pues ellos "se pueden dedicar a lo que quieran" cuando no están trabajando. Además, "todos los colectivos de interinos se están consolidando por imperativo de la Unión Europea, menos los jueces sustitutos". En su caso, "la temporalidad ronda la media de 20 años de contratos", denuncia. Recientemente, en diciembre, un fallo del Supremo reconoció el derecho a los jueces sustitutos de poder cobrar y cotizar durante los días empleados en dictar sentencias tras su cese.
Cuentan con la "buena voluntad" de todo el mundo para encontrar una solución y mejorar sus condiciones laborales, pero los pasos son lentos. "Hemos pedido apoyo a todas las instituciones para salir de la precariedad", apunta Polo, aclarando que ellos no han utilizado la vía de las manifestaciones, partidarios del "diálogo y el auxilio de los tribunales". Además de Pro Dignidad, hay otra asociación de jueces sustitutos que se mantiene unida en esta lucha: Asociación Concepción Arenal (AJCA). Otros colectivos de la judicatura, como Jueces para la Democracia, han mostrado su respaldo público. "Expresamos nuestro más sincero agradecimiento por ello". Pero todavía falta mucho por conseguir: "Lo cierto es que todo el mundo se escandaliza cuando escucha nuestra realidad, pero somos las figuras ocultas de la Justicia. Nosotros sólo pedimos dignidad".
¿Y, aun así, merece la pena ser juez sustituto? "A mí sí me la merece -responde Polo- como entiendo que a todos mis compañeros. Estamos aquí por un profundo amor a la Justicia. Confiamos en que la voluntad política o un juez justo otorguen la dignificación que merece el ejercicio de nuestra profesión", suspira.