TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

'El discurso del Rey' en tres partes

16/02/2020 - 

1.- El discurso del Rey: la película

No, no me estoy refiriendo, de momento, al magnífico y majestuoso discurso pronunciado por Felipe VI, rey de España, en el Congreso de los Diputados con motivo de la apertura de la XIV legislatura. Y sí lo estoy haciendo a  la galardona  película 'The King´s Speech' (El discurso del rey). Dirigida en 2010 por el británico Tom Hooper a partir del guión escrito por David Seidler, pertenece al género dramático-histórico y está magistralmente interpretado por Colin Firth, en el papel del rey Jorge VI de Inglaterra, y Helena Bonham en de la reina consorte, Isabel Bowest-Lyon. Toda la trama gira en torno a la tartamudez “física” -que no moral ni política-  del duque Jorge de York y a su amistad con el logopeda australiano Lionel Logue.

Tras diagnosticarle una deficiente coordinación laringo-diafragmática, logró mediante ejercicios vocales durante una hora diaria y el uso de trabalenguas, que el rey hablara con confianza y pronunciara un discurso sin tartamudez en la apertura del Parlamento de Australia en Camberra, en su coronación y en las principales emisiones de radio del Imperio Británico durante la Segunda Guerra Mundial. La amistad surgida  entre ambos fue tal, que el rey reconoció su amistad y  agradecimiento nombrándole miembro de la “Real Orden Victoriana”. ¡Y hasta aquí la película!

2.- El discurso  Rey, propiamente dicho

¡Ahora, sí! Felipe VI de España, con su discurso pronunciado  en la solemne apertura del nuevo curso político, ha apelado de un modo directo y sin tapujos a la “España de todos y para todos y no a la de unos contra todos”. Con esta frase ha enterrado, una vez más, a esa 'otra' España. La de charanga y pandereta de Machado. La fragmentada por la nefasta Ley de la memoria histórica de Zapatero. La de la mancomunidad de naciones de Sánchez, donde el problema más grave y principal de nuestra historia ha sido la exhumación de los restos de Franco del Escorial y su aberrante pacto con las mesnadas del comunista y republicano Iglesias. La de los separatistas e independentistas catalanes, Puigdemont el prófugo de Waterloo y sus cómplices, Oriol y Torra, los aciagos protagonistas y actores principales de ese “viaje a ninguna parte” tristemente conocido por el procès catalán.

Mientras esta regia alocución  resonaba como un intenso aldabonazo en el hemiciclo del Congreso , su profundo  significado institucional llegaba al cerebro y al corazón de todos los asistentes a través del inicio de un nuevo periodo político “caracterizado por la reflexión, el debate y el diálogo sobre cómo mejorar las condiciones de vida y la manera de resolver los problemas de nuestros ciudadanos; sobre cómo afrontar las grandes cuestiones de la vida nacional, y cómo garantizar para las sucesivas generaciones el desarrollo y el progreso social que hemos alcanzado”.

Estas fueron las primeras expresiones de nuestro rey en un discurso bizarro, franco, directo y pronunciado sin ningún tipo de “tartamudez” ni física, ni política y mucho menos moral. Matizó de un modo suave pero a la vez contundente, que la nueva realidad política, marcada por una pluralidad  y  diversidad representativa "requiere el pleno desenvolvimiento de nuestro régimen parlamentario. Pactar y controlar, acordar en unos asuntos y disentir en otros, son consustanciales a nuestro régimen parlamentario en el que la diversidad de ideas y opiniones va unida al común respeto a nuestros valores constitucionales. Y es que la esencia del parlamentarismo en democracia es el acuerdo; como también lo es el ejercicio del control político por la oposición”.

No se ha dejado nada en el tintero al proclamar que “España para caminar por esa senda tiene la base más firme con la que  ha contado en su más más reciente historia: nuestra Constitución, lugar de encuentro de todos los españoles, de diferentes modos de entender y sentir España, con una inequívoca vocación integradora e incluyente, a la vez que respetuosa, con nuestra pluralidad política y diversidad territorial". Al mismo tiempo nos ha recordado a todos, a los que le han aplaudido, y a los que no, a los que le han vitoreado y a los que no, a los presentes e incluso a esos ausentes  -de ERC, Junts, BILDU, CUP y  BNG-  que en rueda de prensa fuera del hemiciclo, no solo le han negado la Jefatura de Estado y su representavidad legal, sino que con su ausencia en el Congreso han exteriorizado notoriamente su desprecio a nuestra  monarquía y a su máximo exponente el rey.  

Así mismo ha reivindicado la Constitución, que abrió una nueva etapa en nuestra historia, por lo que considera que debe prevalecer "en toda su plenitud; con toda la fuerza que tienen las palabras, con toda su fortaleza y capacidad transformadora, por el valor incalculable que suponen para nuestra convivencia cívica, social y política, que es el mayor patrimonio que hemos construido y que los españoles nos hemos ganado.  Así lo ha querido la sociedad española desde hace más de 40 años. Así lo sigue queriendo y, sobre todo, así lo merece", ha aseverado.

Hasta aquí el resumen de un discurso real y majestuoso que, ya desde el mismo momento en que era pronunciado, estaba siendo escrito simultáneamente con letras indelebles en el libro de la historia de España.


3.- La manada de Sánchez, la banda de Rufián y otros conmilitones afines

Todos los que estábamos pegados a la pantalla del televisor no queríamos perdernos el momento final del discurso del rey para ver si los flamantes y neófitos ministros comunistas de Iglesias aplaudían al rey y con qué intensidad lo hacían.

¡Lástima que no hubieran previsto colocar un “Aplausómetro” (medidor de aplausos) en el hemiciclo  para ver no solo la cantidad si no también su intensidad! ¡Quizá nos hubiéramos llevado una inesperada sorpresa, aunque no sabremos si agradable e inesperada o desagradable y esperada! Al menos a los ministros de Iglesias sí les vimos de pie y aplaudiendo estimulados por los “jaleos” de los diputados de las derechas parlamentarias, aunque ninguno tuvo que ser asistido por el servicio médico del Congreso por presentar  lesiones poli traumáticas en las manos. ¡Para empezar no está mal y menos da una piedra, que dirían en el pueblo! ¡De la camada o banda de Sánchez, mejor ni hablamos! ¡Faltaría más! ¿Cómo no iba a levantarse y aplaudir  de pie toda la manada “sanchista” una vez que el macho “alfa” lo hacía cumpliendo el más rígido y disciplinado protocolo? ¡Entérense, señores ministros, quien no aplauda no sale en la foto! ¡Y claro, todos, todos, todos… aplaudieron!

¿Pero qué decir de la banda de Rufián y otro afines? Esos diputados rufianes, -y nunca mejor dicho según el genitivo sajón: independentistas y separatistas que mientras reniegan y no reconocen la figura del Rey-una institución "anacrónica, heredera del franquismo”, que se sustenta en el objetivo de “mantener e imponer” la unidad de España y sus leyes, “negando así los derechos civiles, políticos y nacionales” que asisten a sus ciudadanías y sus pueblos—no rehúsan a cobrar del Congreso un sueldo mensual de entre  5.000 y 7.700 euros, nada despreciables, defendiendo que en el camino democrático hacia la libertad a la que aspiran “el Rey no es un interlocutor válido” porque “ni tiene la legitimidad de nuestros pueblos, ni le reconocemos ninguna función política”.

BNG señalan que no creen en la Monarquía -como en las meigas gallegas, pero haberla hayla-  por ser un estamento que “no responde a los valores republicanos de libertad, igualdad y democracia”; por lo que una democracia real, en su opinión, sólo será posible “desde la ruptura con la herencia, las bases y valores que representa el Rey y su figura”.

A la vista de estos hechos y del cariz que va tomando el actual gobierno socialcomunista que nos intoxica intencionadamente y sin descanso con sus verdades a medias y sus permanentes mentiras disfrazadas  de progreso, libertad y bienestar socioeconómico, como no retornemos a los cauces constitucionales de esa senda -a la que se refería el Rey en su discurso-  y que nos marca la monarquía parlamentaria, corremos el grave peligro de retornar a la 'otra' España, a la de unos contra todos, a la de la charanga y pandereta, a la de la memoria de la venganza histórica, etc. En una palabra, a la España sombría de los frentes populares, a esa España que todos enterramos en el 78 votando una Constitución que hundió en el olvido y en la noche de los tiempos esa cruenta y cainita guerra civil que, según parece, algunos se empeñan en reavivar. ¡A esa España que, bajo ningún concepto y se empeñe quien se empeñe, no queremos que vuelva!


Pedro Manuel Hernández es licenciado en Medicina y en Periodismo y ex senador autonómico del PP por Murcia


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