CON LAS GAFAS DE CERCA  / OPINIÓN

El día de África o de las múltiples Áfricas

29/05/2022 - 

MURCIA. Nerviosito estaba. Los meses de mayo, cada 3 años, editan un número especial con todo tipo de datos y estadísticas del continente africano y con un análisis del presente y futuro difícil de encontrar en cualquier otro sitio. Y tocaba en 2022. Si queréis un ejemplo concreto para dar significado al término "friki", os vale perfectamente mi testimonio. Desde mi infancia, me encanta leer los ejemplares de la revista Mundo Negro, editada por los incasables misioneros combonianos desde hace más de 50 años.

Desde aquí, quiero enaltecer la impresionante labor que realiza esta congregación, en los continentes africanos y americanos principalmente, y la magnífica divulgación que realizan a través de la revista no solo de su propia actividad sino de la actualidad política, social y cultural del Continente.

El pasado día 25 de mayo se conmemoraba el Día de África, en recuerdo de la primera reunión del Congreso de los Estados Africanos en 1958. Para la gran mayoría de nosotros, África se divide entre "moros" y "negros", con el desierto del Sahara como frontera entre unos y otros. A los que les chirría estos términos, prefieren los calificativos "magrebíes" y "subsaharianos", que no cambian un ápice la simpleza de nuestra visión.

Un mapa, una escuadra, un cartabón y un calzador fueron los instrumentos para organizar África tras la entrada de los países europeos colonizadores en sus peculiares búsquedas de El Dorado. El esquilme de recursos naturales y materias primas codiciadas, grandes dosis de vejaciones y saqueos y un solar como organizaciones es lo que dejaron allí estos razonables colonos.

En nuestra simpleza, solemos dotar de cierta homogeneidad al Continente. Parece mentira que no nos calara nada de sus cientos de diferentes etnias, historias y costumbres para haber tratado la descolonización de forma más cercana (y certera). La total ausencia de entender y compartir, de velar y favorecer, de impulsar el desarrollo social, de tratar de crear estados prósperos nos ha llevado a estos índices de violencia, pobreza, desigualdad, desestabilización y corrupción política que inunda el panorama africano.

Sin embargo, resulta interesante que a principios del siglo XX sí surgiera un movimiento identitario panafricanista. Pero no en el propio continente, ni como la coincidencia de identidades. Es allende los mares, en las Antillas, donde se desarrolló este concepto. En un lugar donde fueron a parar como esclavos millones de personas cuyo origen era indiferente para el que los transportaba, pero sí compartían el color de la piel (en tonalidades parecidas a ojos de un extraño) y un Continente de procedencia.

En ese movimiento panafricano, surge el controvertido personaje jamaicano Marcus Garvey que consiguió mucha notoriedad en el desarrollo de su idea de unir a todos los originarios africanos en un país y un gobierno propio. Fundó la Asociación Universal para la Mejora del Mundo Negro (UNIA) e incluso creó una compañía naval, la Black Star Line, para el transporte a África y para dar empleo a los originarios de este continente en América. Sus postulados, su determinación y algunas dudas suscitadas en la gestión de sus negocios lo llevaron a condenas, encarcelaciones y deportaciones.

Pese a todo, fue relevante en el surgimiento de un movimiento religioso panafricanista, cuya trascendencia se ha debido más a la popularidad de su música y la escasa higiene capilar de la que hacen gala. Los rastafaris surgen tras la profecía vertida en 1920 por el activista jamaicano que vaticinó el nombramiento de un rey negro en África cuya proclamación marcaría el inicio de la liberación del mundo africano. Y el 2 de noviembre de 1930 se proclama al nuevo rey de Etiopía Haile Selassie I (Ra´s Tafari antes de la entronización), que esta corriente religiosa otorgó un carácter mesiánico.

Efectivamente, Bob Marley trascendió más allá de una música que engancha y una incitación al consumo de marihuana. Fue un predicador del panafricanismo y denunciador de la esclavitud, cosas que nos han pasado desapercibido.

Las expectativas del emperador etíope no se colmaron (bastante tenía con la conquista de los italianos de su territorio), pero llegó a donar años más tardes 500 acres para el establecimiento de rastafaris que quisieran retornar a su tierra prometida.

En los años 50 y 60, se refuerza esta visión unificadora como prolegómeno de los procesos de descolonización e independencia. Se crea la OUA y varios líderes promocionan la unidad y la portavocía colectiva. Pero la intención de una África unida se fue diluyendo por la lógica de su heterogeneidad manifiesta. La coincidencia en determinados intereses no genera la cohesión necesaria para tal fin.

Hoy en día nos encontramos con un Continente en ebullición, con la mayor tasa de crecimiento demográfico, cada vez más urbana (3 ciudades, Lagos, El Cairo y Kinshasa, rondan los 20 millones de habitantes), con altos índices de desigualdad y un hastío de gobiernos corruptos o inestables (o ambas cosas a la vez). En muchos casos, supeditados a otro tipo de colonización, la económica (sobre todo de China). Pero, sobre todo, un Continente divergente y variado y con profundos contrastes. Lo que no cambia es nuestro desconocimiento, más allá de dos documentales con los que plácidamente quedar dormidos en una reconfortante siesta.

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