MURCIA. En esta ocasión nos vamos a centrar en un caso muy específico en donde encontramos a una bruja conocida por todos los lorquinos. Nos estamos refiriendo a Dorotea Pertusa, verdulera y frutera durante el día, bruja por la noche. Cronológicamente nos situamos en el año 1700. Desde Vélez Rubio se la reclama para ayudar a otra mujer que se encontraba muy enferma, Juana Martínez. A pesar de que no hemos podido conocer si llegó a sanar a esta enferma, los vecinos de Juana relataron los sucesos más increíbles que llevaron a Dorotea ante la Inquisición.
Se dice que al entrar a la habitación de Juana nuestra protagonista comenzó a santiguarse y a rezar varios credos y salmo, pero omitiendo cualquier referencia a Jesucristo y su divinidad, como por ejemplo "Jesucristo bajó a los infiernos", lo cambió por "Jesucristo encontró a sus discípulos y les dijo que a dónde iban y les respondieron – a buscar texa y reolleja, cascos de calabaça par la cabeça de Juana".
Tras ello Dorotea empezó a tirar de los pelos a Juana y empezó a gritar mirando al techo de la habitación: "Como la barba de nuestro señor fue tirada y arrojada a los judíos así sea tirado y arrojado el mal de cabeza de Juana. Muera, rayos y centellas por todas las lanzadas y todo el mal de Juana y viva Cristo, que así se lo manda mi señor Jesucristo".
Unos días después a medianoche se la vio salir de la casa de Juana hacia el huerto con una olla con agua, un muñeco y una vela encendida. El muñeco estaba repleto de alfileres clavados por la cabeza y por parte del cuerpo. Algunos los quitó del muñeco y los envolvió en un papel, apagó la vela y tiró el agua, regresando a casa.
Poco después de ese momento se escuchó un estruendo que alertó a todo el mundo, los muebles de la casa empezaron a moverse y crujir, las ventanas se abrieron y cerraron solas. Todo el pueblo entró en pánico, un miedo que se veía incrementado al escuchar, además, arrastrar de cadenas y gritos que salían de la habitación de la enferma.
Con el alba del siguiente día Dorotea fue denunciada a la Santa Inquisición por brujería. Fueron tantos los testigos que el Santo Oficio apreció signos de brujería, por lo que fue condenada a 200 latigazos, a salir en auto público de fe con insignias de hechicería y desterrada por 8 años, habiéndosele previamente embargados todos sus bienes para sufragar los gastos de su propio juicio.