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Cerebro y Conducta / OPINIÓN

Don de lenguas

15/11/2020 - 

MURCIA. Cada dos o tres meses tomo café con mi amigo Federico y pasamos largas horas hablando de todo lo imaginable. Un día me soltó de repente: "Ayer vi el noticiario de una cadena de televisión árabe. Lo entendí todo perfectamente". Puse cara de asombro ya que nunca le había oído mencionar que conociera el árabe. Pensé que me tomaba el pelo o que había perdido la razón.

Después recordé que Federico había trabajado cuando era un joven veinteañero en la embajada española en un país africano. Allí había recibido clases de árabe y había estado en contacto con personas que hablaban de continuo esa lengua. No había vuelto desde entonces a ese país, aunque en épocas más recientes, ya con más de sesenta años, había viajado a Palestina y seguramente podría haber practicado el idioma. Me consta, sin embargo, que utilizaba siempre el inglés en sus viajes.

"Una persona que habla dos lenguas puede perder por una lesión las habilidades de comprender o expresarse en una de ellas y conservar las de la otra"

Recuperar de repente una lengua extranjera a la que se ha estado expuesto durante un tiempo limitado es un suceso infrecuente y muy llamativo. Puede darse en personas que han sufrido un grave accidente con pérdida de conocimiento o por el impacto psicológico del fallecimiento de alguien cercano. La persona afectada olvida del todo su lengua materna y sólo puede expresarse con fluidez en el idioma que aprendió, o al que estuvo expuesto, durante un período de tiempo limitado. A veces va unido a un trastorno disociativo de la personalidad; quien lo padece sufre amnesia y asegura poseer una identidad o nacionalidad diferente. La 'nueva' lengua se habla con cierta fluidez y soltura, lo que puede hacer creer a los demás que la habla bien desde siempre. Los pacientes se suelen recuperar en unos meses. Herman Melville resume así estos casos en Moby Dick: «He oído decir —murmuró Starbuck, mirando por el escotillón— que hombres muy ignorantes hablaron idiomas antiguos durante accesos de fiebres violentas. Y cuando investigaron ese misterio, descubrieron que en su olvidada infancia habían oído esos mismos idiomas en boca de personas muy sabias».

Algunas claves de lo que les ocurre a estas personas, y posiblemente a Federico, derivan de cómo procesa el cerebro la lengua materna y la segunda o tercera lengua. Algunas de las habilidades que corresponden a una segunda lengua, en especial si se adquiere en edades tardías, se localizan en regiones cerebrales distintas a las de la lengua materna. Una persona que habla dos lenguas puede perder por una lesión las habilidades de comprender o expresarse en una de ellas y conservar las de la otra. Además, cuando uno habla en un lengua el cerebro frena o inhibe los circuitos neuronales de la otra u otras lenguas. Se sabe que cuando las personas bilingües utilizan una lengua, y especialmente cuando cambian con frecuencia de idioma en contextos diferentes, el cerebro realiza un esfuerzo en frenar la expresión de la lengua que no se emplea. Igualmente, los bilingües realizan mejor tareas en las que deben bloquear o no prestar atención a información que les pueda distraer.

Mi amigo Federico llevaba tiempo quejándose de fallos propios de la edad en la memoria, en encontrar palabras y en concentrarse. Este deterioro pudo afectar más a las regiones que regulan la lengua materna, por lo que es posible que disminuyera el freno sobre esa segunda lengua, aparentemente olvidada. Su comprensión y manejo del árabe surgieron como de repente, como también lo hacen con viveza recuerdos de infancia y juventud en las personas mayores.

Tal vez el idioma que intentamos aprender hace años, olvidado por el desuso, está agazapado a la espera de un suceso que lo reviva.

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