Como cada tres de diciembre, estoy aquí intentando escribir en positivo sobre la accesibilidad universal con motivo del Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Para una gran mayoría, es muy posible que sea un tema tipo "todo está conseguido". Y es entendible, porque la información acerca de su conmemoración es tan sesgada que lleva al error de reducir el universo de discapacidades a unas pocas. A fin de cuentas, ¿a quién le importa tanto como a las personas afectadas? Por eso, mientras todo siga de paripé en paripé, la palabra escrita sigue teniendo lleno el cargador con balas de realidad por lo que a mí respecta.
En el contexto actual del siglo XXI ya no percibimos la discapacidad como algo meramente médico, sino que aceptamos que porta una vertiente social, cultural y de derechos humanos. De esta manera queda recogida por la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) de la ONU en 2006. En esta línea, todo lo relativo a la inclusión, su marco legal y la fijación de las políticas públicas, hace que cada país adapte su legislación a los principios de la CDPD. Las patas que más cojean de todos estos acuerdos se refieren a la educación inclusiva, que continúa a niveles de chapuza, o la tecnología de asistencia, a cargo de la persona con diversidad funcional, y con cifras estratosféricas. Es fácil ver que, aun contando con un marco normativo suficiente, seguimos construyendo una percepción social de la discapacidad mediante actuaciones que corren el riesgo de hacerla parcial y excluyente.
"hay una falta formativa de la sociedad, bastante aguda, en cuanto a conocer los diferentes tipos de discapacidad"
Llegados a este punto voy a personalizar de nuevo, porque es la mía y la conozco mejor que nadie, en la discapacidad auditiva. Esta es la tercera discapacidad a nivel mundial en cuanto a número de personas. En educación, la tasa de alfabetización de las personas sordas es de las más bajas comparada con la población general. El conjunto de consecuencias en la historia de vida de una persona sorda impactan sobre su desarrollo humano, en salud, educación, y en rentas. El elevado desempleo, la rotación y la discriminación son también hechos asociados a ella. El problema se cuece desde las primeras etapas educativas, junto con una posible no aceptación familiar al darse cuenta de que estos niños y niñas no pueden a aprender a hablar, escribir o comprender como una persona oyente ya que la vía comunicativa está diseñada para oída. Y así se va creciendo con el sentimiento de que algo no termina de estar bien, pero no sabes qué es porque tu discapacidad es el acceso a la información en un mundo que se comunica de diferente modo.
El nivel es tal que se hace necesario decir que las personas sordas no son sordomudas; no digo "somos" porque es evidente que, si algo no soy, es muda, aunque existan personas que inexplicablemente sigan metiendo la pata conmigo. Insisto: las personas sordas no somos sordomudas, así que dejen de añadir discapacidades al tuntún. Las cuerdas vocales, la lengua, los músculos bucales, todo el aparato fonador, se encuentran en perfecto estado y el diagnóstico es sordera a secas, no sordomudez. Esta es unas de las cosas que más soliviantan a este colectivo de personas.
¿Y por qué sigue sucediendo todo esto cuando "todo está conseguido"? Pues por una falta formativa de la sociedad, bastante aguda, en cuanto a conocer los diferentes tipos de discapacidad. Sin desmerecer el trabajo realizado por las diferentes ONG, cada cual con su tema específico, creo que es necesario introducir en la educación, formación en las diferentes discapacidades de una manera institucional. La ingente cantidad de legislación que nos ampara vira a desprotección por la falta de formación sobre discapacidad. Al respecto, y por escoger los más recientes, citaré algunos ejemplos que se pasan por alto sencillamente porque no hay conocimiento en materia ni un mínimo criterio empático.
Empezando con uno de ellos, diré que es un hecho que en España las personas sordas continuamos rogando por realizar gestiones con la Agencia Tributaria, el 112, los teléfonos de atención ciudadana, las citas de especialistas de la Seguridad Social o el servicio de intérpretes en centros públicos (y privados). El soporte ágil, inmediato y, muchas veces único, es la llamada por voz. Ya puedes morirte de asco, que te recogen fiambre cuando alguien con el móvil en la mano mirando la pantalla y la expresión de angustia.
Continúo con un puntero y curioso ejemplo de pasito adelante y atrás con la novedad que son los báneres en la televisión. Como se ve que no renta el tema de emitir sin demasiada publicidad, han encontrado el modo de colarlo. La ocurrencia está ubicada en el peor lugar posible de la pantalla para una persona sorda, como siempre pasa, ya sea en la ubicación de los intérpretes en cualquier acto, la de los medios de comunicación en línea con la persona sorda y los ILSE, en otro sin línea visual con el o la ponente o su presentación, etcétera, etcétera y etcétera. Bien, las banderolas estas van en el lado inferior en horizontal y el izquierdo en vertical. La horizontal en cuestión, cuando aparece, tapa todo el subtitulado con el que las personas sordas vemos la emisión. Como quiera que esto surge durante el programa, informativo, película o serie, o lo que sea que estás viendo, una se queda como si le hubiesen dado una bofetada inesperada. Desubicada por completo en un primer momento, y rebosando cabreo en el instante inmediato posterior. Para cuando la publicidad desaparece, a menos que estés digiriendo un directo con subtitulado simultáneo infumable e incomprensible, una es consciente de la pérdida de información. Por no hablar de los podcast. Y vuelta a empezar.
Con el tercer ejemplo, pasando de lo global a lo local, llegamos al nivel de Ordenanza Municipal. En aquellos municipios avanzados y comprometidos la accesibilidad se regula también mediante ordenanzas más específicas, que incluye, por ejemplo, bonificaciones en las entradas y accesos a eventos que forman parte de la programación del propio Ayuntamiento. De la misma manera que se incluyen para jóvenes o tercera edad. Y esto, ¿por qué es así? Porque se asume que los grupos de jóvenes que comienzan, de mayores con pensiones o de personas con discapacidad tienen menos ingresos, más gastos imprescindibles en el caso de estos últimos, y la cultura es un bien universal, que debe ser también accesible aunque solo sea en el precio porque pedir un ILSE ya queda fuera de órbita. Y, si es posible en París, Mánchester, Ámsterdam, Madrid, etc., ¿cómo no en tu municipio con una ordenanza al respecto en vigor?
Hoy día es increíble la cantidad de hechos que se asumen como normales y están infringiendo los derechos de accesibilidad universal. Lo de menos es el dinero, lo peor es el sentimiento de soledad y aislamiento, la frustración. Cuando una por fin tiene una alegría al respecto sin desangrarse por el camino, es posible que todo quede en un maldito papel, en una foto de una acción puntual, en un buenismo inútil y corrosivo. Hay fechas del calendario marcadas por los demás para no olvidarse, y luego están las que no existen para una porque son, sencillamente, el calendario completo.