MURCIA. A punto de verificarse el cambio de empresa en buena parte de los autobuses que enlazan la ciudad de Murcia con sus pedanías y área metropolitana, hace al caso recordar que este domingo se cumplirán 68 años de la entrada en servicio de los vehículos que establecieron, por vez primera, una rutas interiores en el casco urbano, hecho propiciado por la notable expansión que supuso el nacimiento de los barrios de Vistabella y Santa María de Gracia y la conveniencia de facilitar los desplazamientos entre los puntos más distantes de una urbe en evidente crecimiento.
Para entonces, ya funcionaban otras líneas de autobuses que comunicaban la ciudad con su entorno, y así, justo 30 años antes de la efemérides apuntada, se inauguraba el servicio que enlazaba Murcia con la vecina y cada vez más populosa Alcantarilla, que contaba por aquellos años de 1923 con unos 6.500 habitantes. Los dos autobuses 'parisinos' que cubrían la ruta comenzaron a funcionar el domingo 14 de enero desde la parada que tenían en la Glorieta, y vinieron a reforzar un enlace que ya realizaba, desde finales del siglo anterior, el tranvía, primero de vapor, y luego eléctrico.
La misma empresa que se hizo cargo de esta línea, de procedencia madrileña, hizo unos meses después una propuesta al Ayuntamiento en la que planteaba la creación de un servicio en el interior de la ciudad y nuevos enlaces con las poblaciones más cercanas. Pero no sólo no fue adelante la propuesta, sino que el servicio quedó suprimido a finales del mes de abril, con poco más de tres meses de idas y venidas entre Murcia y Alcantarilla.
Pocos años después, en mayo de 1928, un artículo en el diario Levante Agrario se hacía eco de los rumores que corrían por la ciudad acerca de la desaparición de los tranvías, que contaban desde el principio con tres destinos, básicamente, partiendo desde el centro de la ciudad: Espinardo, El Palmar y Alcantarilla. La empresa concesionaria le vio las orejas al lobo cuando aparecieron los efímeros autobuses a Alcantarilla, y anunció mejoras que no habían llegado a materializarse, por lo que las quejas sobre las deficiencias del servicio que se prestaba eran constantes.
Como en otras muchas ocasiones, el rumor fue la antesala de la noticia, y un año después desaparecían los viejos tranvías de las calles de Murcia para no regresar hasta 2011, y según se dijo entonces, se despedía esta forma de transporte ante la competencia imparable de los vehículos de motor y el crecimiento del parque automovilístico. Aunque el Gobierno de España autorizaba la supresión, pero indicando a la compañía que había de establecer autobuses en los trayectos, predominaba en la población la desconfianza.
Lo cierto es que llegó el día 5 de abril de 1929 y los tranvías cesaron en su actividad sin que vinieran los autobuses a sustituirlos, y el único paliativo fue el hallado por el gobernador interino, que llegó a un acuerdo con los propietarios de coches de viajeros para que prestaran el servicio que cumplían las líneas suprimidas, con un precio de 60 céntimos el viaje la de Alcantarilla, 40 la de El Palmar y 30 la de Espinardo.
La convocatoria del concurso para la sustitución de un medio por otro se dilató hasta octubre, luego se suspendió, el nuevo se publicó en enero de 1930… y la apertura de pliegos se anunció para el 27 de febrero. Llegado el mes de abril y, en consecuencia, más de un año después de que los tranvías pasaran a la historia, el servicio provisional seguía funcionando, pero la situación se hacía insostenible, como lo acredita una crónica tomada del diario El Tiempo.
"La mayoría de esos coches no reúnen condiciones de comodidad e higiene, y muchos ni aun de seguridad para quienes se ven precisados a utilizar ese medio de transporte. Los viajeros van prensados en esos vehículos, la mayoría destartalados y malolientes. Y se experimenta cierto saludable regocijo cuando se abandonan. Lo más serio e importante para el viajero, en esta cuestión, es la rivalidad que constantemente mantienen los conductores de esos coches. Por si uno sale retrasado o por si otro adelanta la salida, se producen fuertes altercados, utilizando como armas más violentas los propios automóviles en marcha, sin reparar para nada en lo que tiene de respetable la vida del viajero, entregada a sus pasiones y a sus rivalidades".
Pese a todo, en el mes de junio se dirigió la Cámara de Comercio al ministro de Fomento haciendo historia del caso, denunciando la decisión de eliminar el servicio de tranvías y poniendo de manifiesto los perjuicios causados, pidiendo responsabilidades por ello, solicitando una nueva suspensión (definitiva) del concurso de nunca acabar, y evitando una adjudicación en exclusiva del servicio.
Y en octubre clamaba El Liberal por que se adoptara alguna solución, y explicaba que "hay líneas, como la de Espinardo, donde el concesionario ha establecido un servicio magnífico, dotado de lujosos y cómodos autobuses que aseguran un transporte rápido y cómodo entre la capital y dicho pueblo; pero hay otra -la de Alcantarilla- la más importante, la de mayor tráfico, en que el servicio no puede ser más deficiente".
"Unos coches sucios y destartalados prestan el servicio en esa línea con la consiguiente protesta del público, que a diario eleva quejas a las redacciones de los periódicos y protesta del menosprecio de que viene siendo objeto. Por otra parte, los concursantes perjudicados se nos acercan para decirnos que el concurso sigue aún sin resolver, sin que se les haya devuelto la cantidad que consignaron en calidad de fianza para poder presentar pliego. Y piden una resolución que ponga fin a esta enojosa cuestión. O adjudicación del concurso, o libertad absoluta para que cada cual explote las líneas con arreglo a las normas de la libre competencia".
El desenlace del culebrón de la sustitución del tranvía por los autobuses queda para otra ocasión. Pero se pone de manifiesto en esta historia, una vez más, las dificultades con que Murcia tiene que lidiar una y mil veces en materia de medios de transporte. Hoy, como ayer.