MURCIA. En mis paseos por la ciudad, quedé sorprendido una noche de esta semana cuando contemplé en dos ocasiones cómo la Policía Local corregía a sendos usuarios de patinetes por circular indebidamente, en ambos casos por espacios peatonales. Reprimenda, regreso a la calzada y a la dirección correcta… y al doblar la esquina, vuelta a las andadas.
También vi cómo otro infractor, que se disponía a recorrer alegremente una calle tan transitada como la Platería, corregía su rumbo para quebrantar las ordenanzas en otra dirección, al ver unos metros por delante a una pareja de municipales.
Hay mucho trabajo por hacer y, por desgracia, pocos se tomarán en serio las admoniciones policiales si no se acompañan con una multa, que es el lenguaje que mejor se entiende por parte de quienes creen que las normas no van con ellos.
"los primeros semáforos llegaron a murcia en el mes de junio de 1958"
Lo nuevo siempre requiere de cierto aprendizaje, pero ha pasado un lustro desde que proliferaron estos vehículos, y lo cierto es que la adecuación de los patinetes al discurrir de viandantes y resto de transportes deja mucho que desear. Al tiempo, el incremento del uso de la bicicleta ha deparado también su frecuente utilización irregular al margen de las normas de circulación, y ni el trazado de kilómetros de carriles exclusivos ha logrado aliviar en demasía la situación.
El sentido didáctico frente a lo nuevo se puso de manifiesto con la llegada a Murcia de una novedad tan notable para el tráfico viario como fue la puesta en servicio de los primeros semáforos, en el mes de junio de 1958, hace por tanto 65 años. La entrada en funcionamiento debía haberse producido en Semana Santa, pero como puso de relieve un articulista de la época, se quedó el estreno para el Corpus.
El 5 de junio, a las 10 de la mañana, Murcia entró en la modernidad, y el diario Línea no sólo lo anunció, sino que ilustró a sus lectores sobre el funcionamiento del luminoso invento: "En evitación de cualquier posible accidente, la Jefatura de la Policía Municipal hace un llamamiento al vecindario para que cumpla con exactitud las normas dictadas al efecto y que constan en unos folletos que están siendo distribuidos. También hace saber la prohibición a los peatones de atravesar la calzada por lugar distinto al marcado con rayas amarillas entre los semáforos". El comunicado terminaba informando sobre el significado de los colores y la conducta a seguir.
La principal encrucijada viaria de la ciudad se encontraba en la plaza de Martínez Tornel, lugar de confluencia de los vehículos procedentes de la Gran Vía, el Puente Viejo, el Plano de San Francisco y Teniente Flomesta, vías todas, por entonces de doble sentido, y allí se colocaron los primeros semáforos de una Murcia que ya precisaba de algo más que el buen hacer de los municipales en algunos de sus cruces.
En nuestros días, es común que se disculpe a los infractores durante semanas, meses o años, y que la autoridad se contente con la mera reprimenda. En 1958 las cosas eran de otra manera, y por eso, poco más de una semana después del flamante estreno semafórico, la Alcaldía, que ocupaba por entonces Antonio Gómez Jiménez de Cisneros, tras agradecer a los ciudadanos la buena acogida a los artefactos, y el generalizado respeto a sus indicaciones luminosas, advertía a quienes se salieran de esa generalidad que no se irían de rositas.
"Se sancionará a los peatones que infrinjan las normas indicadoras con multas de dos pesetas; a los vehículos sin motor, con multa de diez pesetas; y vehículos de motor; con veinticinco pesetas; sanciones que podrán hacerse efectivas en el acto mediante entrega del oportuno justificante de pago, en la inteligencia de que transcurrido un plazo de cuarenta y ocho, horas sin personarse en la Jefatura .de la Policía Municipal para efectuar el pago de la sanción impuesta, ésta se duplicará".
Para comprobar que entonces no se advertía en vano sobre la aplicación de sanciones por infringir las leyes reguladoras del tráfico, haciendo balance de las multas impuestas por la policía municipal en la última semana de junio, relacionadas con el mal uso de la normativa semafórica, la prensa ilustraba con los números siguientes: 336 a conductores de vehículos a motor; 487 a vehículos sin motor; y 428 a peatones. Eso sin contar otras 151 por infracciones del Código de Circulación o 168 a motocicletas y automóviles por llevar el escape libre.
Unos días más tarde, el 1 de julio, Alcaldía dio a conocer una nueva instrucción sobre el funcionamiento de los nuevos instrumentos de regulación del tráfico, conforme a la cual y a la vista de la “notable disminución de tráfico en las horas de siesta durante la temporada de verano, a partir de hoy se suspenderá el funcionamiento de los semáforos reguladores de tráfico desde las dos y media hasta las cuatro de la tarde. Por consiguiente, hasta nueva orden, el horario de los semáforos será, por la mañana, de nueve a dos y media, y por la tarde de cuatro a diez de la noche”.
De modo que el horario reductor de los semáforos se limitaba a hora y media, pero desde su puesta en funcionamiento se apagaban por las noches y no volvían a entrar en servicio hasta las 9 de la mañana, de donde se deduce que lo de la hora punta matutina no se usaba demasiado por entonces.
Antes de que acabara el año, el alcalde inauguró la nueva señalización semafórica de la calle de Floridablanca y el Rollo, otro nudo importante de tráfico en el que convergen (o convergían) los vehículos procedentes o con destino al centro de la ciudad y carretera de Alicante (puentes Viejo y Nuevo mediantes), Estación de ferrocarril, Cuartel de Artillería y carreteras de Cartagena y Andalucía, con el añadido del paso a nivel.
En Madrid se habían estrenado los semáforos en marzo de 1926, 32 años antes, porque en la capital las cosas del tráfico, y tantas otras, se multiplican por mucho, y allí, donde ya funcionaba el metro desde 1919, iban camino de un nuevo hito, el scalextric de Atocha, tan espectacular como contaminante y efímero.