MURCIA. Son las 06:45 de la mañana de lunes. Por si fuera poco, tengo pendiente pedir cita para la extracción de las muelas del juicio. Suena el despertador cuando llevo ya un rato despierto. Es el momento de hablar de motivación, liderazgo y equipo.
Efectivamente, no soy de los que se levantan con mucho ánimo y vigor. Toda mi vida he sollozado los domingos por la noche. Lo hacía en mi época infantil y juvenil, acompañado de los deberes acumulados del fin de semana y los estridentes pitidos de programas deportivos de radio, previo a un atronador griterío injustificado por un gol en el Helmántico o en el Rico Pérez. Más adelante, el mismo sollozo, pero con mejor calidad de vida cuando eliminé las taquicardias producidas por los estruendos radiofónicos. Pero ya en la actualidad no me ocurre. Además de que sería excesivo a la edad de 55 años, desde que teletrabajo los lunes la carga del comienzo de la semana es más llevadera.
Sin embargo, el motivo real para tratar estos asuntos me viene porque recientemente he visto la película La Sociedad de la Nieve y he leído el libro El asedio del Alcázar de Toledo. Memorias de un testigo. Dos acontecimientos reales donde se puso a prueba la capacidad de los seres humanos para adaptarse a condiciones extremadamente duras. Y lo más importante, situaciones cuyo éxito se debió a mantener la motivación y a no sucumbir al decaimiento de forma colectiva. Cuando ves que de forma individual eres un cadáver seguro y solo se puede sobrevivir en equipo.
"Difícilmente en un vuelo comercial hoy en día se podría haber conseguido la cohesión que se produjo en LA catástrofe DE LOS ANDES"
Empezando por la obra de Bayona, merecedora de todos los premios que reciba, no hay nada más certero que su propio título. Para afrontar la catástrofe y las extremas condiciones de los supervivientes, crearon una sociedad donde lo importante era no dejar a nadie atrás, aportar lo mejor de sí mismo para el colectivo y respetar las creencias de cada cual. Tiene más importancia de lo que parece que la mayor parte del pasaje fuera un equipo de rugby. Los valores más importantes en este deporte son la nobleza y la pertenencia al grupo. Difícilmente en un vuelo comercial de Ryanair hoy en día se podría haber conseguido la cohesión que se produjo en dicha catástrofe. Un tipo de liderazgo más participativo donde los papeles gregarios fueron tan importantes como los líderes. Recuerdo que nos preguntamos cuando vimos la película qué personaje podríamos haber sido cada uno de nosotros en esta historia. Yo me identifico sobre todo con cualquiera de los primos Strauch, que abanderaron la resolución de un conflicto moral de forma exquisita, facilitando a los demás la supervivencia minimizando escrúpulos.
En cuanto al libro, escrito por el entonces comandante Martínez Leal, uno de los sitiados, con un estilo literario muy castrense y evocador muestra en forma de diario los 70 días del asedio, además de una extensa información de los más de 1.200 combatientes (mayoría de guardias civiles y buena representación de 'paisanos civiles') y 590 no combatientes, principalmente los familiares de dichos guardias civiles. Como anécdota, reconocí rápidamente, además del coronel Moscardó, al comandante Piñar, padre del único diputado que hemos tenido en nuestra actual Democracia defensor del antiguo régimen, que solía terminar sus discursos con "¡José Antonio, presente!, ¡Franco, presente!, ¡Viva Cristo Rey!, ¡Arriba España!". Y también al alumno de la Academia Jaime Milans del Bosch y Ussía, que años más tardes desarrolló una curiosa manía de sacar tanques a la calle…
Pero al margen de otras consideraciones, destaco el mantenimiento intacto de la motivación (espíritu se le puede denominar también) durante todo el penoso asedio en condiciones extraordinarias. Es curioso que desde un estilo de liderazgo completamente distinto, con un traslado jerárquico de instrucciones nada participativo, propio del ámbito militar, se consiguió el mismo objetivo que en la catástrofe de Los Andes: salvar al colectivo por encima de cada uno. Y es que la motivación recibida se basaba en tener bien asumido lo que se esperaba de cada individuo y entender su relevancia dentro de la comunidad. Además, hubo un constante refuerzo motivacional con el reconocimiento individual como "distinguidos" o "muy distinguidos" a determinadas acciones de forma diaria, con el constante llamamiento a la fe religiosa como bálsamo de las vicisitudes, con la edición de un diario El Alcázar enaltecedor del espíritu y múltiples actos comunitarios de auto confirmación. A continuación, incluyo el himno compuesto por el autor del libro llamado El sitio del Alcázar toledano como muestra de este constante enaltecimiento:
Evidentemente, no podemos trasladar estas dos fabulosas muestras de superación a teorías de liderazgo y motivación para nuestros ambientes cotidianos en familia, trabajo y relaciones personales. Los entornos en las que se desarrollan son completamente dispares. No podemos aplicar los mismos cánones en una existencia anodina a cuando tu vida corre un claro riesgo. Pero sí podemos apelar a la importancia de la pertenencia al grupo sin excluir a nadie, el reconocimiento de la acción individual como parte indispensable de un todo y la necesidad de aportar a los demás en una relación simbiótica. Sugerir atrasar el comienzo de la vida los lunes por la mañana lo dejamos para otra ocasión.