MADRID. Las empresas cotizadas generan aproximadamente el 40% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, pero también están cada vez más comprometidas con la descarbonización estructural de la economía mundial. Una forma de garantizar que ocurra es encarecer los precios del carbono, por ejemplo, a través del régimen de comercio de derechos de emisión de la Unión Europea (RCDE UE).
La buena noticia es que casi la mitad de las cotizadas más grandes han hecho pública su intención de reducir sus emisiones. En la actualidad, unas 370 empresas son miembro de RE100, lo que las compromete a que el 100% de la electricidad que emplean proceda de fuentes renovables. De hecho, en conjunto, estas empresas consumen más electricidad que toda la economía británica y cubren el 45% de sus necesidades de electricidad con energía renovable.
El sector corporativo también está buscando formas de reducir el impacto medioambiental de sus cadenas de suministro, lo que se conoce como emisiones de alcance 3. Pero estas emisiones indirectas son difíciles de controlar y, para muchas empresas, representan más del 80% de su impacto climático. Esta situación resulta particularmente problemática para un gran número multinacionales estadounidenses cuyos proveedores fabrican en China, país que alberga casi un tercio de las fábricas del mundo.
Para apoyar estas ambiciones, las gestoras de activos están ofreciendo soluciones de inversión a las multinacionales que desean invertir en estrategias de energía renovable, tal y como mostramos en un estudio que hemos realizado recientemente. Estas estrategias permiten financiar infraestructuras de energías limpias tanto de nueva construcción como en las últimas fases de desarrollo en mercados emergentes como China.
Pensemos ahora en las empresas que operan en Europa. A medida que se reducen el suministro y la demanda de gas ruso, el Viejo Continente está reconectando a la red eléctrica centrales térmicas de carbón ante el riesgo creciente de que este invierno haya que racionar el uso industrial del gas natural. Como se está quemando más carbón para generar electricidad, la demanda de créditos de carbono también está aumentando en la UE. Nuestro Gráfico de la Semana muestra en qué medida la escasez de gas ha empujado los precios del carbón hasta nuevos máximos, dada la posibilidad de que los fundamentales de los mercados europeos de carbono empeoren aún más.
Esto se produce en un momento crítico para las credenciales medioambientales de Europa. En algunos círculos, la credibilidad de la Comisión Europea se ha visto dañada por la decisión de la semana pasada de clasificar la energía nuclear y el gas natural como energías sostenibles. En los próximos meses, podría aumentar el riesgo de que, a medida que aumente el precio del carbono, surjan voces a favor de inyectar más créditos de carbono en el sistema a través de la reserva de estabilidad del mercado. Aunque esta medida podría suavizar el impacto de la escasez de gas ruso, también podría suponer un importante revés para los esfuerzos mundiales contra el cambio climático, cuyas repercusiones se extenderán más allá de Europa y de 2022.
Michael Lewis es responsable de Investigación en ESG de DWS