MURCIA. Cuando estas líneas vean la luz será Jueves Santo y habremos cruzado ya el ecuador de la semana más santa y más larga del año. Lo primero, porque no hay otra en la que tantos días sean llamados santos. Y lo segundo porque si contabilizamos los que van desde que se echa a la calle la primera procesión, el Viernes de Dolores, hasta que se recoge la última, el Domingo de Resurrección, nos encontramos con una semana de diez días.
Y los días transcurren en un ambiente que poco tiene de semanasantero. Huele a azahar, la primavera va mostrando su mejor cara, las calles se llenan de gente, las terrazas se encuentran atestadas y, si te acercas por los templos cofradieros, encuentras pasos dispuestos para salir mostrando plástica y artísticamente la Pasión, cristos y vírgenes espléndidamente expuestos a la veneración y a la curiosidad, aromas a incienso…
Pero el gran aparataje nazareno no se culmina con el cortejo penitencial brotando de esos sacrosantos recintos en la forma que manda el secular ritual pasionario transmitido de generación en generación. Y sucede que, muy al contrario, es un reguero de animosos murcianos el que penetra en la iglesia para contemplar los tesoros materiales y espirituales de cada una de las cofradías.
"Este año resulta aún más frustrante que el pasado: entonces asumimos el encierro, pero ahora es muy diferente"
Lo he comentado estos días con otros cofrades: lo de este año resulta aún más frustrante que lo del pasado, porque entonces teníamos muy asumido que teníamos que estar encerrados en nuestras casas y las iglesias permanecían cerradas, pero ahora es muy diferente, porque todo en el ambiente apunta a que podríamos sacar las procesiones, pero sabemos que no es posible, y que habrá que esperar a 2022 con la ilusión de que las cosas cambien.
Tendremos que esperar un año y una semana, a contar desde hoy, para que llegue otro Viernes de Dolores. Y será un 8 de abril. Y desde la distancia de esos 372 días, queremos ver muy a lo lejos una plaza de San Nicolás atestada, creemos oír, solemnes, las siete campanadas que marcan la salida de la procesión, y deseamos ver, entre la multitud, cómo se asoma al corazón del barrio castizo un nazareno vestido de azul. El primer nazareno, tres años después.
De la misma forma que, tres años después de la última vez, contemplaron los murcianos de 1939 el desfilar de la primera procesión de Semana Santa pocos días después de concluida la terrible Guerra Civil. En aquel entonces, los primeros nazarenos que recorrieron las calles vestían las inconfundibles túnicas moradas de la Cofradía de Jesús Nazareno.
"durante la guerra civil, con la región en zona republicana, las iglesias permanecieron cerradas al culto y muchas sufrieron destrozos "
Para situarnos en el tiempo y en la circunstancia, hemos de recordar que las procesiones salieron por última vez en Murcia en la primavera de 1935, ya que un año después, pese a que aún no se había desencadenado el conflicto bélico, las cofradías decidieron no desfilar debido al ambiente hostil existente. Luego, durante los años de guerra, con la región en zona republicana, las iglesias permanecieron cerradas al culto, y muchas sufrieron destrozos de consideración, que en algunos casos afectaron al patrimonio de las corporaciones penitenciales.
El 29 de marzo de 1939 entraron en Murcia las tropas de Franco, mandadas por el general Alonso Vega, y la guerra acabó, oficialmente, tres días después, el 1 de abril, en vísperas del Domingo de Ramos. Para entonces, ya se sabía que la única cofradía que conservaba intactos sus pasos era la de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Las demás, y en especial las de la Sangre y el Perdón, habían sufrido un verdadero desastre, con la destrucción completa o parcial de casi todas sus imágenes.
En el diario denominado por entonces Arriba, que pronto cambió su nombre por Línea, se publicó un breve el día 1 de abril en el que la corporación nazarena de los nazarenos morados convocaba a sus mayordomos al cabildo habitual del Domingo de Ramos, y en la edición del día 4 se anunció la noticia por tantos esperada: "Se han salvado los pasos de Jesús. El viernes saldrá la procesión".
El periódico contaba que las imágenes estaban en la Catedral, a punto de embalaje, para ser trasladadas fuera de España: "Unos días más, y Murcia hubiese perdido su joya artística más preciada y España una de sus mayores riquezas esculturales". Y se señalaba que habría un horario de recogida de túnicas y de contraseñas procesionales para poder recoger cruces y cirios y se alentaba a quienes poseyeran su propia indumentaria a vestirla y recoger la citada tarjeta identificativa. En la misma página, otra nota ilusionante: la Cofradía del Santo Sepulcro citaba a los nazarenos del paso de la Soledad en el domicilio del cabo de andas.
Y llegó el ansiado Viernes Santo, y salieron dos procesiones de las cuatro que lo hacían en 1935. Por las mañana, la de Jesús, con los ocho pasos de Salzillo y el Nazareno Titular desde su iglesia privativa. Y por la noche, desde la Catedral, por la imposibilidad de hacerlo desde San Bartolomé, el Santo Entierro, con los pasos del Cristo del Perdón y la Virgen de las Angustias, acompañados por sus respectivas cofradías, el Cristo Yacente de San Juan de Dios, venerado hoy, desde 1987, por la hermandad del mismo nombre, San Juan y la Soledad, ambos de la Concordia del Santo Sepulcro. Hubo también una procesión del silencio, predecesora de la actual, que partió de la Catedral organizada por Acción Católica, a la una de la madrugada del Viernes Santo.
En el citado diario, haciendo balance del reencuentro de Murcia con sus procesiones, podía leerse: "¡Mañana de Viernes Santo! Despierta el día, y con él nosotros. Los ojos están hinchados ¿de llorar? ¿de dormir? Miramos alrededor. Las caras de siempre. Murcianos de pura tradición ocupan el lugar de siempre en la plaza de San Agustín. Ninguno faltó a la cita. Sólo aquellos que no pudieron o no dejaron soportar la gran tragedia de España están ausentes; pero su espíritu vuela por aquellos contornos. Tanto, que cubren el sol y se disputan el honor de besar la frente de la Dolorosa. Y lo consiguen. ¡Mañana de Viernes Santo! Aleteo de mantillas. Perfumes de azahar. Olor a santidad y tierra fresca. Ofrenda de claveles en el ara del pecho de la mujer, santificado por el dolor y el sufrimiento. ¡Cuánto tardaste en venir!".