MURCIA. La música se puede sentir de mil maneras. Hay quien, caminando por la calle, obvia el mensaje de un tema y solo se balancea al ritmo de la melodía. Hay otras personas que, en su momento más triste, escuchan con atención y comprenden los mensajes que ocultan los cantantes entre las notas y también existen personas que cogen los temas y los “reinterpretan”.
Este es el caso del dibujante Ricardo Liniers, quien acompaña desde hace más de diez años a su inseparable amigo Kevin Johansen -músico y compositor- y endulza sus canciones con su trazo. Uno hace música para los oídos, otro arte para las miradas. El primero es un arte que no se ve y el segundo uno que no se escucha, y combinados generan un espectáculo único en el que el dibujante da alas al músico y viceversa. Este próximo domingo 7 de julio la magia ocurre sobre el escenario de La Rambleta, donde acompañados por la banda The Nada ofrecen un concierto único totalmente prestado a la aleatoriedad.
En palabras de Johansen en este ejercicio hacen un tándem perfecto, ya que Liniers es un gran ilustrador que consigue escapar fácilmente del chiste fácil y que logra “embelesar” visualmente las canciones de las maneras más inesperadas. Cuando las letras de sus canciones son más irónicas es Liniers quien saca sus armas de poeta y consigue emocionar a la gente con el dibujo, generando una experiencia única cada vez: “Es muy interesante porque vamos despertando diferentes emociones en la gente, cada vez que lo representamos lo hacemos con nuevos aires y cada vez con más madurez, viéndolo desde afuera”, señala el artista, que admite que junto a Ricardo se libera de la timidez que le puede dar subirse al escenario.
Ambos llevan más de diez años trabajando este show de canciones dibujadas -o de animaciones que bailan al son de la música- en el que juegan siempre con el público y junto a este fortalecen su puesta en escena mientras hacen una relectura constante de su amistad, que lleva macerándose más años que lo que lleva el show en activo. Liniers rememora que en el momento en el que se conocieron -cuando salió el primer disco de Kevin Johansen- tuvieron una conexión inmediata en un recital: “Nos quedamos charlando después y le conté que yo hacía dibujos por ahí, de inmediato sentí que era una buena persona con la que ir a un asado o tomar cervezas pero jamás imaginé que me llevaría por el mundo a hacer recitales”, confiesa el dibujante, ahora enamorado del espectáculo que hacen ambos.
Generando un show orgánico en el que combinan sus dos trabajos, consiguen compensar el uno con el otro en una actividad en la que se relacionan a través de las artes y que a su vez les empuja más allá de sus límites creativos. Por parte del conejo dibujante, Liniers, esta parte emocional del show se va acomodando y transformando para hacer un espectáculo único cada vez. En su caso, las canciones cobran una nueva vida interpretación tras interpretación, en la que consigue hacer nuevas lecturas de temas que ha escuchado decenas de veces: “Es bonito cuando termina la canción y Kevin se gira a ver que hice, nos miramos y nos decimos “estuvo bien”, hay mucha confianza en que yo agarre su canción y no haga un desastre”, señala el dibujante. Para ensayar el espectáculo, la “amistad” es su arma secreta, además de la capacidad de apuntar hacia algo más humorístico o emocional en cada tema.
“Hay canciones que son más graciosas y puedo tirar hacia algo humorístico y otras que son más abstractas y delicadas”, apunta Liniers, “Kevin tiene mucha variedad en su repertorio entonces hay canciones en las que dibujo de una manera más literal sus temas y otras en las que me pongo más romántico. Cada canción tiene su propio truco”. Por parte del arte que no se ve, pero se escucha, Johansen intenta repasar su repertorio desde una mirada más madura, desde la que aborda los nuevos proyectos en los que va hablando de lo que le mueve en el momento, en contra de lo que se suele decir de la creatividad del músico. “Eso que dicen que a los músicos nos sobran los motivos es una falsedad, en mi caso se repiten, pero intento darles una vuelta de tuerca. Yo hablo de la pequeñez y la grandeza humana, de nuestras limitaciones y de lo empáticos y miserables que podemos ser”.
“Le canto a las contradicciones de esta humanidad que vivimos e intento no caer en el riesgo de ser demagógico ni tribunero”, apunta el cantante y compositor. Junto a su inseparable amigo, esa realidad siempre se transforma en algo aún mejor, sin poner demasiadas expectativas y dejándose llevar para disfrutar con la gente. A través de la paleta de colores de Liniers disfrutan del factor sorpresa de la interpretación entre ambos.
“El show se conforma desde la confianza mutua, nunca nos sentamos a hablar de lo que hacemos, sino que trabajamos orgánicamente lo que nos apetece”, apunta el dibujante, que para darle más juego al caso trabaja a contrarreloj de los tres minutos, aunque de normal tienen más tiempo para sus encargos. “Me gusta esta idea de la adrenalina y ponerme en una situación que tengo que resolver sí o sí, es un momento en el que el cerebro no tiene ni tiempo para efectuar un plan, pero tiene que saber como resolver la situación”, explica el artista.
Con todos estos ingredientes, y trabajando con la canción como temporizador que resuena en el fondo, dos amigos se suben al escenario para prestarse a la suerte y darse entre ellos lo que al otro le falta. Lo hacen en un espectáculo en el que el Amor Finito entre ambos se refleja en sus miradas, esas de asombro para ver cómo se interpreta cada canción y las que comparten con el público que, ajeno de su amistad, cuenta con una tercera relectura sorpresa que ellos nunca conocerán, fruto del arte de la aleatoriedad que se presta a ser descubierto por quien quiere escuchar (y también observar).