MURCIA. La irrupción del movimiento del 15-M, al socaire de la crisis pavorosa de 2008 aliñada con sonados casos de corrupción, fue recibida por centenares de miles de incautos como una bocanada de aire fresco y limpio para la política española. Incluso personas de orden mostraban su apoyo a unos jovenzuelos surgidos del PCE y formados ideológicamente en dictadura marxisto-bananera de Hugo Chávez.
Porque la banda de la Complutense no fue a Caracas a asesorar al Gobierno chavista, relato absurdo que la gente ha aceptado con asombrosa naturalidad. ¿Cómo iban a asesorar unos universitarios europeos sin experiencia en la política práctica a un tipo que había dado un Golpe de Estado, pasado por la cárcel y, a continuación, fundado un movimiento socialista que arrasaba en cada cita electoral? En realidad, los egresados de la vergonzosa facultad de Ciencias Políticas de la Complutense, acompañados por un ramillete de profesores fanáticos, fueron a aprender y a recibir financiación para trasladar el chavismo a España. En eso están.
"La Justicia quiere llevarlos al banquillo, una situación que debería hacer dimitir a todos"
Cuando estos personajes comenzaron a amenazar a nuestro sistema democrático, hablando de hacer saltar por los aires el régimen del 78 (es decir, la monarquía constitucional, la democracia y la libertad), de expropiar la riqueza privada o prohibir la prensa libre, algunos partidarios se distanciaron disculpándolos porque "su diagnóstico de los problemas es correcto, pero las soluciones que aportan son una barbaridad".
Pues no. El diagnóstico de Iglesias y su banda era una colección de estupideces diseñada para justificar la irrupción de un modelo comunista. Porque, en contra de lo que berreaban en las calles y los platós, la Constitución Española no es una artimaña histórica para justificar los desmanes de la clase dominante, sino el instrumento jurídico-político que cerró una dictadura y propició nuestra democracia actual. El capitalismo no provoca miseria (al contrario que el socialismo) sino las mayores cotas de progreso y prosperidad que ha vivido el ser humano. La ETA no era un grupo de pensadores que interpretó muy bien las contradicciones de nuestro sistema constitucional, sino una gavilla de criminales espoleados por los nacionalistas de misa diaria para asesinar por la espalda a españoles de bien. Y así, todos y cada uno de los argumentos que los podemitas han ido aventando para captar el voto de los más descerebrados.
Pero los votantes de Podemos, cuyas tragaderas no caben por el Estrecho de Ormuz, tienen ahora que asumir una parte muy delicada de este discurso de sus ayatolás, presentados a sí mismos como un dechado inalcanzable de pureza, honradez y ejemplaridad. Porque ya ha quedado demostrado que son muy golfos, desprecian a sus empleados, son machistas, trincan un dineral cada mes, viven en mansiones más grandes que las que criticaban y enchufan a sus "amigas íntimas" al presupuesto público según van saltando de cama.
Ahora, además, la Justicia quiere llevarlos al banquillo, una situación que debería hacer dimitir a todos los que están ese trance como el señor ese del moño. Toca, por tanto, volver al argumento de máxima imbecilidad, según el cual los podemitas no se corrompen; son los poderosos, que los odian porque no soportan que estén en el poder.
Al juez García Castellón, responsable del suplicatorio de Iglesias al Tribunal Supremo, ya lo han amenazado varias veces de muerte, porque la masa chavista, replicando a la insigne filósofa, por sus ayatolás MA-TA.
Este es el estilo, este es el nivel. Iglesias, que conoce bien la inteligencia media de sus votantes (si no, de qué iba a estar él ahí) va a forzar al máximo su presión a las bases, que van a pasar de ser considerados unos pobres lerdos a ser tratados como víctimas de un profundo retraso mental. Por ese lado está tranquilo. Otra cosa es que Sánchez, bastante más psicópata que este esbirro irano-chavista, desaproveche la oportunidad de expulsarlo del Gobierno. El choque de estos dos trenes desvencijados puede ser sensacional.