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Compruebe las libertades ganadas (y las perdidas) en el documental de la Revista Zero

La revista Zero fue un icono en los 90 y 2000, cuando el papel todavía tenía importancia, ya que fue la primera publicación abiertamente LGTB, cuando en el sector la mayoría de estas revistas eran pornográficas o eróticas. El documental que trata sus años de existencia pone de manifiesto su importancia, pero señala que los únicos problemas de censura eran con la publicidad, cuando ahora muchos de sus contenidos podrían ser denunciados por Abogados Cristianos

23/07/2023 - 

VALÈNCIA. El documental sobre la revista Zero (Movistar +), Zero, la revista que sacó del armario a un país, me ha traído muchos recuerdos. Sin tener ninguna vinculación con ella ni ser su lector, cuando hablan del centro de Madrid, hablan de lo que yo viví. Por ejemplo, cuando hablan de sus oficinas, que ahora son una comisaría, y lo ven como una paradoja, para mí lo era instalarse en esa plaza, llamada de Santa María Soledad Torres Acosta; digo llamada porque la conocíamos como la plaza de la Luna. En los soportales del edificio al que se refieren y del que sigue al cruzar la calle Tudescos, había una amplia comunidad de drogodependientes. Tal era el ambiente que nunca se me olvidará el caso de una amiga que fue a ver una película a los cines Luna, que estaban enfrente, y mientras esperaba el inicio de la sesión en la puerta, se le acercaban los hombres a preguntarle "¿cuánto?". 

En Desengaño, justo detrás de la plaza, he visto peleas de toda clase entre personajes de toda extracción y condición. Ahí estaba el bar en el que vi el primer concierto de mi vida. También el primero en el centro de Madrid en pinchar metal extremo. La casualidad es que, por lo que fuese, este bar se tuvo que mover tempranamente, y recaló en Chueca. Una parte del documental recuerda el barrio a mediados de los 90. 

Efectivamente, el barrio estaba lleno de drogodependientes también. Sin embargo, tenía un encanto especial. Sobrevivían bares pasados de moda, que ahora serían lo más cool. Muchos eran de punk español y extranjero del 77, cuando en la enrollada Malasaña eran más de pinchar punk californiano, salvo excepciones. Y sobre todo, en la calle San Marcos de Chueca, estaba el Gris, que sigue abierto, el Phobia y el que digo que se había trasladado desde Desengaño, el Fear. Para los aficionados al metal extremo, black metal, metal o rock gótico y afterpunk era lo único que había y era maravilloso el ambiente en el que se mezclaban todo tipo de tribus, gabardinas negras y una escena gay que iba creciendo con los años como un tsunami. 

Como explican en el documental, la mayoría de los locales del barrio estaban desocupados. Fueron abriendo librerías, centros y negocios de orientación LGTB, luego un par de discotecones, y la zona se convirtió en el punto de referencia LGTB de toda España. Se decía que venían autobuses de todas partes, yo nunca los vi, pero sí que vi a gente de todas partes ir el fin de semana. En el documental dicen que, luego, llegaba el lunes, volvían a su pueblo y continuaban su vida como heterosexuales. Recuerdo cuando entrevisté a Iñaki Oyarzabal, político gay del PP del País Vasco, que antes de ponernos a grabar hablando de política, me contó lo que suponía este barrio para él años atrás, era un alivio enorme, escapar de una situación de claustrofobia. 

La cuestión es que, recuerdos y sentimentalismos aparte, lo que me pregunto es cuándo se podrá volver a reproducir algo así. Al existir espacios donde los alquileres y los precios estaban por los suelos, las subculturas eran efervescentes. Luego, al ritmo de subida del metro cuadrado, todo lo underground se convirtió en indie y alternativo y al final lo que se vendía era ropa y los locales pasaron a ser demasiado cool, fueran de lo que fuesen. 

En las grandes ciudades anglosajonas lo que ocurre en estos casos es que lo que no es mero business, se pasa a otro barrio. Ahora tengo la sensación de que eso no sucede. Por la ley, cada vez más restrictiva con los locales de ocio, y porque las generaciones que tendrían que tener energía para hacerlo me da que están tiesas. Esos años la sociedad, vista desde mi óptica actual, igual era más dinámica. Evidentemente, no como en los 80, donde al margen de otras consideraciones, lo capital de La Movida era que había jóvenes por todas partes, más allá de los detalles de las modas del momento. 

Dicho todo esto, estaba rumiando estos pensamientos con este excelente documental cuando apareció el caso de Jesús Vázquez. Sabemos por el caso Arny cómo se las gastaban los medios conservadores cuando mordían a la presa, y desgraciadamente Vázquez fue uno de los objetivos. Está ampliamente relatado su calvario, pero no recordaba yo cuando la revista Zero le hizo una entrevista donde salió del armario con unas fotografías extraordinarias. 

La impresión de que al presentador y cantante lo habían crucificado era compartida, tal vez por eso las fotografías de Eduardo Rubaudonadeu le retrataron como a Jesús camino de Gólgota. Al volver a verlas, Vázquez musita unas palabras completamente ciertas. Dice que ahora esas fotos sería muy complicado que saliesen publicadas sin problemas. Efectivamente, el artículo 525 que castiga el "escarnio público de dogmas, creencias, ritos o ceremonias religiosas mediante palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento" está a pleno rendimiento hoy. No es necesario que se lleve a término, pero es ampliamente conocida la "pena de banquillo", consistente en tener que comparecer ante el juez. Se recomienda a los magistrados por activa y por pasiva que no admitan a trámite este tipo de denuncias, que no pueden tumbar el derecho a la libertad de expresión, pero lo siguen haciendo para tener a los acusados ahí sentados, rentabilizando su cometido a organizaciones como Abogados Cristianos, etc...

Hay muchos más aspectos muy interesantes en este documental, como cuando Eduardo Casanova se queja de las portadas de la revista y sus reportajes fotográficos, generalmente a hombres musculados. Aquello era una servidumbre a la imagen, a modelos estéticos lacerantes. Boris Izaguirre, sin embargo, aunque esté de acuerdo se lo toma con humor y explica que eran los años de la "musculoca" y que parecía que todo tenía que ser así. 

Pero yo no me puedo quitar de encima esas imágenes a las que se refería Jesús Vázquez. No tenían la menor importancia, porque eran subculturas de chavales, pero las camisetas que se veían en esa calle San Marcos, podían ser de Jesús diseccionado sobre una mesa de autopsias (Deicide), o Jesús con la cabeza llena de clavos en lugar de la corona de espinas (Samael). Con las policías implacables ante titiriteros que tenemos circulando, la hipótesis de que más de uno podía haber acabado multado no es nada descabellada. 

Y eso es lo que tenemos en España. Un país que llegó a estar a la cabeza de Europa en tolerancia y derechos a la comunidad LGTB, así lo decían las encuestas y el BOE, pero que ahora recibe una fuerza igual y contraria, una ola reaccionaria, que se define por oposición a todos esos avances en torno a la libertad sexual, algo que repercute en todos los ciudadanos, no solo en las minorías o disidencias como a veces se da erróneamente a entender. 

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