MURCIA. El lunes se cumplieron treinta y dos años de la masacre de Montreal. Un crimen de odio que nos hizo replantearnos muchas cosas sobre la violencia machista.
Ese día Marc Lépine, de veinticinco años, llegó a la universidad Politécnica de Montreal cargado con un rifle semiautomático y un cuchillo de caza, entró en la clase de ingeniería mecánica, separó a los hombres, les dijo que salieran y luego preguntó a las mujeres si sabían por qué estaba allí. Una estudiante le respondió que no y Lépine entonces le contestó: "Eres la mujer que va a ser ingeniera. Sois un grupo de feministas. Odio las feministas". Y disparó contra ellas gritando que "luchaba contra el feminismo". De las nueve alumnas que había en el aula murieron seis y tres quedaron heridas. Siguió por pasillos y cafetería separando a los hombres y disparando contra las mujeres. Resultado: catorce mujeres muertas, otras tantas heridas y también tres varones. Lo hizo clamando que "estaba luchando contra el feminismo". En la nota de suicidio que llevaba en el bolsillo explicaba que "el feminismo le había arruinado la vida" porque las mujeres querían "arrebatarle" sus privilegios de hombre.
"MARC LÉPINE: Machismo criminal que ve en el avance de las mujeres un retroceso para los hombres"
En veinte minutos acabó con la vida de catorce mujeres estudiantes mejores que él. A Lépine, estudiante mediocre, se le había negado la admisión en la Escuela Politécnica y eso desató su ira contra esas mujeres que consideró que estaban usurpando posiciones tradicionalmente ocupadas por los hombres. Machismo criminal que ve en el avance de las mujeres un retroceso para los hombres. Hombres que no entienden que el feminismo no va contra nadie, que va en favor de todos porque su causa es sencillamente la igualdad de derechos y oportunidades para todos los seres humanos.
En nuestra región este año en la Asamblea Regional por primera vez no ha habido Declaración Institucional contra la Violencia Machista porque se ha opuesto el grupo de ultraderecha. Boicotean así la toma de conciencia colectiva contra el machismo, el gesto institucional de diputados y diputadas regionales diciendo "basta ya" a la violencia de género.
La ultraderecha regional ha decidido combatir el feminismo desde los espacios de poder que ocupa: la Asamblea y la Consejería de Educación. Se han erigido en líderes y receptores del voto de esos hombres que desprecian a las mujeres. Aspiran a representar a esos individuos que creen tener privilegios que provienen de la testosterona, a esos que cada 8 de marzo estúpidamente preguntan que para cuando "un día del hombre", a esos que llaman "mariconazos" a aquellos otros hombres que se dicen feministas y creen y defienden la igualdad.
La ultraderecha murciana, como Lépine, ha decidido combatir el feminismo con las armas que tiene: sus diputados. Esta semana han impedido una declaración contra la violencia de género. ¿Y mañana?
Rosa Peñalver Pérez.
Docente. Jubilada.
Inédita hasta ahora en España, ‘Testimonios sobre Mariana’ (Bamba) aborda el abuso en un matrimonio de intelectuales desde tres miradas ajenas