CARTAGENA. Resulta ciertamente lesivo a ojos del lector encontrarse con un titular como el que antecede, más aún si además tiene el privilegio de ser habitante de una ciudad con más de 3.000 años de historia, poseedora de un patrimonio industrial, cultural y arqueológico sin parangón. Cartagena, la joya del Mediterráneo, como algunos la denominan, viene siendo regida en la actualidad por el autodenominado 'Gobierno de la Estabilidad', un aglomerado de partidos compuesto por el Partido Popular, Ciudadanos –o lo que quede- y una singularidad de 6 concejales tránsfugas que concurrieron a las pasadas elecciones municipales bajo las siglas del Partido Socialista.
Conviene subrayar lo de tránsfugas por aquello de no tomar por estúpido al ciudadano, que si bien parece en ocasiones anestesiado y superado por lo cortoplacista de los acontecimientos, no obvia que en Cartagena tenemos a un grupo de 'gobernantes' que han primado sus intereses personales a los de la ciudad a la que representan.
El entramado es sencillo, tampoco podíamos esperar otra cosa, dada la demostrada -y denostada- capacidad de sus protagonistas y consiste en convertir Cartagena en una ciudad mediocre y de tercera categoría, pero haciendo parecer lo contrario. Basta con presentar cuanto sucede en nuestra ciudad en todo un acontecimiento, bajo las directrices de un Departamento de Marketing -cutre, eso sí- que va orquestando y publicitando sus desmanes. Se trata de magnificar cualquier medianía y de anunciarla debidamente como corresponde mientras la vida pasa y la ciudad se empequeñece.
El progreso de la ciudad, su futuro y el de nuestros hijos, poco importa. El objetivo es contentar a quienes les sostienen desde la capital, y sobre todo, de no molestarles demasiado, al fin y al cabo esto es 'una balsa de aceite' y todo se hace porque 'Cartagena lo merece'.
El postureo como punta de lanza frente a la gestión. El anuncio del enésimo proyecto frente a la reivindicación de lo que nos pertenece. El 'plan director' como válvula de escape para su negligencia e incapacidad, todo vale para mantenerse en el poder. Mientras tanto, los ciudadanos asisten atónitos a un espectáculo publicitario que nada reporta a una ciudad abandonada a su suerte, pero que la presentan como la capital de la cuña de turno.
Como invitado especial, el presidente López Miras, cooperador necesario de este aquelarre y quien, sin sonrojarse, reclamaba el otro día para Cartagena el paso del Corredor Mediterráneo, en una confirmación de que efectivamente dan por hecho que los cartageneros son seres de limitada capacidad intelectual. ¡Como si no hubiese sido su partido el que ratificó el actual trazado que desnaturaliza y aísla, una vez más, a la ciudad portuaria!
Claro, que poco ha de extrañarnos la actitud de quien permite que en su Gobierno regional haya un representante que insulta constantemente a los cartageneros, el señor Díez de Revenga, a quien al menos le honra su sinceridad cuando denunciaba su rechazo a la partida presupuestaria para la construcción de la serie de submarinos S-80 a cargo de Navantia. Total, ¡ni que eso supusiera trabajo para cientos de familias cartageneras! Reclamaba el consejero que al menos le dejaran visitarlos… el nivel. ¿Se imaginan en Cádiz, por poner un ejemplo, a su alcalde no pidiendo la cabeza de este señor? En Cartagena no, piensen que lo importante es tener buena educación.
Suerte que contamos con la Consejería de Turismo, que no es sino el máximo exponente de este postureo indecente al que se somete, una vez más, al pueblo cartagenero; una suerte de descentralización que refleja a la perfección lo que interesa Cartagena a su Administración Regional: nada.
El 'Gobierno de la Estabilidad' argumentaba que era bueno para Cartagena aglutinar diferentes ideologías porque ello conllevaría ventajas irrefutables para la ciudad. Injustos seríamos si no le reconociéramos este punto, como así hemos acreditado con la no llegada del más que necesario y anunciado Juzgado de lo Mercantil, que para sorpresa de todos ha sido instalado en la capital del Segura y que ya está funcionando, mientras que en el partido judicial de Cartagena disfrutamos de unos juzgados propios de la ciudad en la que nos quieren convertir.
Esta suma de despropósitos se acrecenta con anuncios impostados como el efectuado recientemente por la alcaldesa de la ciudad, la señora Arroyo, quien en un alarde de hipocresía presentaba días atrás el éxito que suponía para la cuidad la apertura de la piscina del mediático 'Palacio de los Horrores', sin sonrojarse, claro está. Como si su partido no hubiese gobernado cuando se recepcionó esa chapuza tras más de una década de retrasos y sobrecostes. No pasa nada, la agencia de publicidad marcaba que había que presentar como éxito el que probablemente es el mayor despilfarro sobre los bolsillos de los cartageneros de los últimos veinte años; además, ¡si somos la capital europea del deporte en el año 2022! Nada puede salir mal.
¿Han oído ustedes a la máxima representante del Gobierno municipal afear la conducta al Obispado de Cartagena cuando, además de incumplir las resoluciones por las que se obliga a aperturar la catedral titular varios días al mes para ser visitada por los ciudadanos, se dirige a ésta como Iglesia? No lo oirán, porque eso molesta a sus jefes, y además, es de mala educación. ¿Le han escuchado reclamar su restauración? No lo oirán, si bien te enseñarán el 'photo call' en que han convertido el retablo de la capilla del Concejo.
Por lo demás, nuestros niños están de enhorabuena, pues en un alarde de encomiable gestión y eficacia, y tras más de cuatro años, van a poder disfrutar del parque de dinosaurios de la Avenida Reina Victoria. No lo duden, sacarán pecho, y algunos medios lo refrendarán.
De las luces de Navidad, piensen que la conversión de una de las calles más bonitas de Cartagena en una pasarela fálica es culpa de la covid, de la Dana y de que no han tenido tiempo de gestionar en un año su sustitución. Empaticen, por favor.
Decía Cornelio Tácito que "El poder conseguido por medios culpables nunca se ejercitó en buenos propósitos". Pues eso.
Federico Santaella Pintado
Lcdo. en Derecho