CRÓNICAS DE UNA REGIÓN MISTERIOSA

Callejón de la Soledad

9/04/2023 - 

MURCIA. Esta es una de estas historias que se repiten en cientos de lugares en Semana Santa en donde la protagonista es o bien la talla de una imagen o un ricón, un objeto especial o un cuadro. A todos ellos se les tiene una especial devoción pues se dice que pueden conceder deseos si se lo pides de corazón. Sanaciones milagrosas, hechos increíbles o sucesos extraordinarios llenan las páginas de libros y revistas “semanasanteras” o las conversaciones en la espera de que llegue ese paso o esa agrupación a la que le tenemos especial cariño.

Es el caso de un lugar muy característico en la ciudad de Cartagena, el Rincón de la Soledad, como popularmente se le conoce. En él vamos a poder encontrar un cuadro del Nazareno y de la Virgen de la Soledad. Un lugar por el que ya no trasncurren las procesiones pero que sí se enmarcaba dentro de los primeros desfiles pasionarios, cuando en lo sisglos XVI y XVII las procesiones trasncurrían por el entorno del Barrio de Pescadores.

La leyenda nos sitúa en el año 1912 en el seno de una familia humilde, muy humilde. Una mujer, Lucía, da a luz a dos niñas: María y Lucía. Su esposo había fallecido meses atrás y apenas tenían recursos económicos para subsistir, sobreviviendo gracias a las ayudas de la familia y de la iglesia. Ella vivía en una de esas callejuelas estrechas que conectaban el que hoy es el Callejón de la Soledad con la entrada la Iglesia de Santa María La Vieja, calle hoy desaparecida y en donde se ubica el graderío del teatro romano de la ciudad. Lucía era una persona muy devota de la Virgen de la Soledad, algo muy característico de nuestra región, el tener un sentimiento de pertenencia y devoción a un determinado Santo, Cristo o Virgen, deshechando "otros". Por este motivo Lucía rezaba todos los días unos minutos en el cuadro de la Virgen de la Soledad pidiéndole ayuda.

Llega el año 1919 y en Cartagena aparecen los primeros brotes de gripe española, con tan mala suerte que las hijas de Lucía enferman y empeoran. Los médicos daban muy pocas posibilidades de supervivencia a su madre y ésta decide pedir a la Virgen que las salve. Esa misma noche Lucía tiene una ensoñación en donde se le aparece la propia Virgen de la Soledad y le manda un mensaje:

"…debes decidir cual de tus hijas ha de vivir; debes elegir si quieres que María siga viva o si Lucía es la elegida. Una de ellas está destinada a estar conmigo en el paraíso…"

Este mensaje intranquiliza a Lucía (madre) y en el mismo sueño le pide a la Virgen que sea ella misma la que muera, pero que a sus hijas no les pase nada. En este mismo instante despierta totalmente desconsolada.

Pasan los meses y María sana de manera milagros y Lucía fallece a la edad de 7 años. Es curioso porque en el Cementerio de Los Remedios podemos encontrar la tumba de Lucía, con esa misma edad, en la que leemos "Y subió al Cielo".

Este hecho podría haber consegido que la madre de las niñas se rebelase contra la divinidad, dejando de creer y terminando sus días como atea. Pero todo lo contrario: su devoción fue a más y continuó rezando a La Soledad pidiéndole protección para su hija que ya estaba en el más allá.

La leyenda toma un carácter sobrenatural en la Semana Santa de 1920. Ese mismo Viernes de Dolores Lucía se cruza, al terminar su rezo diario, con una pedigueña que le pone la mano para que le de una pequeña limosna, cosa que nuestra protagonista no hace y de hecho casi ni mira a la cara a esta mujer. A lo largo de esa Semana Santa se la encuentra todos y cada uno de los días de regreso a su casa tras haber pedido por su niña fallecida con el mismo resultado. No le hace ni caso.

El buen corazon de esta mjuer hace que el Domingo de Resurrección, tal vez por ser un día de alegría, decide darle una pequeña mona de pascua. Cuando se la pone en  la mano e incia el camino hacia casa escucha una palabras muy claramente en una voz muy reconocible:

"¡Gracias!¡Mamá!"

Lucía se gira rápidamente y ve delante suya a su hija fallecida, la cual era esa pedigueña de la que tantas veces había pasado de largo. Se acerca a ella con intención de abrazarla pero la niña se desvanece. La leyenda nos dice que Lucía interpreta este hecho como algo extraordinario y que la Virgen de la Soledad le ha permitido ver a su hija por un instante. Se dice que continuó rezando al cuadro ubicado en el hoy Callejón de la Soledad el resto de sus días hasta su muerte, con la intención de poder atesorar esos instantes con su hija. La muerte le llegó en 1939 en su cama, muriendo con una gran sonrisa sabedora de que se iba a encontrar de nuevo y para siempre con su niña fallecidas décadas atrás.

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