Foto: UPCTMURCIA. Se atribuye a D. Santiago Ramón y Cajal la idea de que "todo es cuestión de tiempo, interés y pasión".
Enseñar, de hecho, tiene que ver con dedicar tiempo para que nuestros alumnos adquieran buenos hábitos. El hábito, como es sabido, requiere repetir una y otra vez, es decir, tiempo, paciencia. Por eso es tan valioso ese tiempo dedicado a adquirir buena caligrafía, a repetir tareas… porque además de aprender a escribir, están ganando paciencia, están incorporando la sabiduría esencial de la vida: las cosas valiosas requieren tiempo.
Adaptándose, claro está, a sus edades. Sin embargo, los docentes sabemos muy bien de qué hábitos hablamos: limpieza, orden, rigor, claridad de ideas, respeto, amor al trabajo bien hecho, etc.
Todos sentimos el impulso de retrasar la tarea que nos corresponde. Sin embargo, todos sabemos que cuando se posterga el trabajo, nos volvemos cada vez más perezosos y negligentes; y, además, finalmente habrá que terminarlo aunque probablemente se hará tarde y mal. Todos sentimos ese impulso pero algunos saben vencerlo.
Acostumbrar (habituar) a los alumnos a que las tareas se entregan el día previsto, no se cambian fechas de exámenes, etc, es contribuir a que adquieran un hábito de gran utilidad para la vida: mucho más importante que esa tarea que han entregado. Mis padres y maestros expresaban la misma idea con la sentencia: "Contra la pereza, diligencia".
¡La neurociencia avanza una barbaridad!, y descubren lo que ya sabían los padres y maestros de antes: que nuestro cerebro funciona mejor cuando a un hábito le añadimos otro nuevo. Entra, por decirlo así, en un círculo virtuoso, una espiral de mejora. Y eso es lo que hacemos los maestros: poner a los alumnos en una situación que les permite seguir perfeccionándose cada vez más.
Isabel Carpena es maestra de Primaria jubilada y miembro de Enseñanza de Vox
