CARTAGENA (EFE). El arquitecto Rafael Braquehais (Cartagena, 1941), afincado en el concejo asturiano de Caravia desde hace dos décadas, donde se dedica a la pintura, y autor del edificio de la Asamblea Regional de Murcia, uno de los iconos de la ciudad portuaria, aboga por recuperar los principios humanistas para el diseño de las ciudades, y por guiar el trabajo de diseñadores y constructores bajo el criterio de la economía.
Ese principio, que rigió la arquitectura grecolatina y era uno de los tres valores en la construcción, junto a la seguridad y la belleza, según explica en una entrevista a EFE, fue su "preocupación constante" cuando ganó el concurso de ideas convocado en 1985 para construir el parlamento de la recién estrenada autonomía murciana, y es lo que echa falta desde hace años de sus compañeros de profesión.
Formado en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, donde ejerció en las décadas de los sesenta y setenta y firmó numerosos edificios en el Paseo de la Habana y la calle Velázquez, entre otros lugares, antes de regresar a Cartagena como arquitecto del ayuntamiento, Braquehais confiesa que siempre le ha molestado la construcción industrial "que despista a la hora de poder recrearse en el desarrollo de las cosas a escala humana", y que produce edificios "seis, siete o diez veces" más caros de como se proyectaron.
Para él, ese concepto de la arquitectura obedece a los cánones occidentales de la belleza, asociados a la grandeza, al tamaño físico de los elementos, frente a los valores cualitativos que defiende la cultura oriental. "Un occidental quiere lo grande, poner a un hijo en la luna, mientras que el oriental hereda una taza que pasa de generación en generación con nuevas capas de laca que van impregnando los hijos", explica a modo de ejemplo.
Braquehais cree que el rigor del arquitecto está en respetar el presupuesto, el contexto y el significado de la obra, y advierte rotundo: "Hoy tenemos edificios costosísimos, de las grandes empresas que rigen todo, y que podrían estar en Helsinki, Washington o Berlín, porque da igual, pero no en la plaza de San Marcos".
Como paradoja, asegura que la obra de la que siente más orgullo es un edificio de viviendas junto al Palacio Consistorial de Cartagena cuyo proyecto diseñó y firmó, obtuvo en cuestión de días la licencia de obra, pero nunca llegó a construir porque logró persuadir al entonces alcalde, Luis Roch, para que paralizaran la obra.
Según recuerda, el derribo del inmueble sobre el que se iba a levantar la nueva edificación dejó ver en toda su magnitud la majestuosidad de la fachada del consistorio, y de forma automática pensó que la ciudad no podía renunciar al disfrute de ese patrimonio.
"Sin informar a los promotores, me presenté esa tarde en casa del alcalde y le dije que no se podía hacer mi propio proyecto, que era un disparate, que la fachada del Palacio era bellísima...", comenta el arquitecto, que se congratula por haber formado parte de esa época y haber contribuido al inicio de una nueva Cartagena al evitar que se hubieran tapado unas vistas hasta entonces escondidas, y diseñar también nuevos trazados urbanos y elementos del mobiliario municipal, como quioscos, farolas y bancos, que hoy permanecen en la ciudad.
Cuando le preguntan por la singularidad del edificio de la Asamblea Regional de Cartagena, Rafael Braquehais contesta que su diseño encierra el Mediterráneo y la Región de Murcia en su conjunto.
El proyecto, que presentó bajo el nombre "Europa" al coincidir en el tiempo con el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea, reivindicaba el carácter regional de una autonomía que, en su opinión, "no es ahora, ni mucho menos, la región" de los años 80.
Cree que la Región de Murcia ha cambiado tanto en estas casi cuatro décadas que no sabe "si ahora haría el mismo edificio". Por la perspectiva que le da residir a casi mil kilómetros de su tierra, advierte la "importancia que tiene ahora Murcia y el cariño que genera fuera. Creo que la Región no estaba entonces en la posición que está hoy y habría que hacer un edificio quizás más elegante, ponerle un traje de fiesta, porque se lo merece”, subraya a Efe.
"La Comunidad Autónoma de la Región de Murcia era entonces una recién nacida", añade el arquitecto antes de recordar su unión anterior a la provincia de Albacete, de ahí la importancia de reflejar el carácter regional, resaltando hechos históricos como la Continencia de Escipión, Alfonso X El Sabio, la batalla de los Alporchones o la Revolución Cantonal en la sede parlamentaria, ha señalado.
No obstante, explica que "si bien las inspiraciones serían otras por el progreso que ha tenido la Región", si tuviera que diseñar la Asamblea Regional ahora "el proceso de pensamiento sería el mismo". "Quería reflejar el Mediterráneo, pues Cartagena y la Región son eminentemente mediterráneas, con cultura grecorromana en cuestión de arquitectura".
Reconoce, además, que le ha sorprendido el estado de conservación del edificio, por su “limpieza y brillantez”, y apunta su guiño a las "cuatro legislaciones más importantes del hecho parlamentario de la democracia, la Declaración de los Derechos Humanos, la CEE, la Constitución Española y el Estatuto de Autonomía" que introdujo en las barandillas del Patio de los Ayuntamientos de la Cámara.
Respecto a la construcción del edificio, desvela que pidió al director de la adjudicataria cambiar a un ingeniero de Caminos y dos técnicos que ofrecía la empresa “por un ‘yesaire’ (escayolista), un maestro escultor, un tallista y un horno de cocer”.
"Nos metimos todos en la nave más grande a trabajar; ahí gané el carné de artesano. Fueron muchas horas, pero lo pasábamos francamente bien", recuerda Rafael Braquehais, quien subraya que "gracias a aquel equipo de albañiles y artesanos pudimos hacer el edificio en su precio y en su tiempo". Todos los nombres de quienes participaron en la obra están bajo la gran bola de piedra que hay en los exteriores de la Asamblea Regional.
La obra, licitada por 150 millones de pesetas, se entregó con un coste inferior a los 160 millones. "La Asamblea costó menos de un millón de euros, una cuantía con la que ahora no se hace ni una primera piedra", lamenta.
Sobre el estado de las columnas de entrada, que se han tenido que cinchar, explica que las grietas se deben al uso dado a la piedra porque "entonces no sabía que la piedra tiene que reposar una vez que la sacas del monte, mínimo un año, y se ha agrietado”.
La rotundidad de esas columnas de la entrada, con forma de banco en la base, frente a las dimensiones más delicadas de las columnas de la fachada, responde a una intención concreta. El arquitecto las concibió "pensando que en el futuro podría haber revueltas o manifestaciones, y quise preservar un poco las violencias que se produjeran en el edificio".
Ese diseño fue casi premonitorio porque en 1992, mientras España celebraba los Juegos Olímpicos y la Exposición Universal de Sevilla, una revuelta laboral incendió el interior; un "pecado contra la democracia" que vivió con pesar por su simbolismo.
Sobre Cartagena, ciudad a la que no regresaba desde hacía tiempo, Braquehais opina que "está magnífica". “Me ha llamado la atención, y me ha gustado mucho, que hayan respetado las obras que hice en el Eje, mis farolas y el trazado, además de los quioscos”, dice satisfecho un ahora pintor que alaba también el "acierto" de la iluminación navideña. "Está hecha con una elegancia exquisita”, subraya.
Sin embargo, no es de la misma opinión respecto a la remodelación de la fachada marítima. Braquehais se presentó, y ganó al ser la única oferta, al concurso internacional que convocó en los 90 la Autoridad Portuaria para todo el plan especial del puerto, pero que no se llevó a cabo porque el entonces Gobierno autonómico emprendió una "batalla furibunda" contra él.
Basado en el concepto de Vitrubio respecto a la protección del sol en los puertos, consistía en un pórtico dórico en ambas fachadas, la que da al mar y la que da a la muralla de Carlos III, y habría servido como antesala del Teatro Romano y un diseño “interesante” para el turismo de cruceros.
“Aquel linchamiento me dolió mucho y más viendo el resultado actual”, que describe como un “desierto” al que le falta sombra, y que, bajo su punto de vista, "es un poco disparate”.