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Boris Izaguirre: “Nos hemos mediocrizado en todos los sentidos, por eso existen Abascal y Feijóo”

El escritor y presentador televisivo hace un alto en los preparativos de los dos programas que en septiembre conducirá en LaSexta, Más Vale Sábado y Desmontando, para promocionar el documental producido por Filmin sobre su gran amigo Terenci Moix

24/08/2023 - 

MADRID. Boris Izaguirre (Caracas, Venezuela, 1965) lamenta tener un "defecto espantoso": gestiona el duelo con efecto retardado. Así le sucedió con la muerte de su gran amigo Terenci Moix (Barcelona, 1942-2003). Dos décadas después, el llanto le apremiaba, incapacitante, durante la promoción en el Atlántida Film Fest de Mallorca de un documental dedicado al que fue su mentor. 

«Cuando se murió, no me dio tiempo a llorar. Me acuerdo de intentarlo, pero tenía que entrar a hacer Crónicas marcianas. Javier (Sardá) estaba conmigo en el camerino y me dijo, “Boris, Terenci vive en ti”. Ahora, recordar este tipo de cosas, me hace saltar las lágrimas», revela, compungido, pero ya más calmado. 

Terenci, la fabulación infinita, dirigido por Marta Lallana y escrito por Álvaro Augusto, se ha planteado como una propuesta que combinará dos formatos, un largometraje que se distribuirá en cines el 15 de septiembre y una serie de cuatro episodios que llegará a Filmin el 22 de septiembre. 

El venezolano vivió un deslumbramiento al conocer a este cinéfilo lenguaraz, mitómano intelectual, “nuestro Truman Capote”. Así lo detalla en el proyecto audiovisual que repasa su vida y su obra a partir de videos caseros, apariciones públicas y testimonios actuales de amigos, parejas y familiares, como Núria Espert, la fotógrafa Colita y el escritor Luis Antonio de Villena.

“Él me repetía que existe la cultura A y la B y nosotros éramos como un ascensor que va de una a otra. Con los años me he dado cuenta de que era una reflexión brillante. Era consciente de su rol: no tuvo miedo a entrar en la cultura masiva, a ser un superventas, a que le tildaran de comercial, y no lo tuvo porque era una persona libre”, destacaba el escritor y presentador televisivo del autor de Nunca digas que fue un sueño, Premio Planeta 1986, galardón del que Izaguirre fue finalista en 2007 con su novela Villa Diamante. 

- ¿Qué lugar ocupa Terenci en tu panteón de dioses?
- No sé si es correcto imaginarse a Terenci como un dios... En el auge de nuestra amistad, todo el tiempo rondaba en mi cabeza la idea de que era un privilegio conocerle. Esa sensación construyó un respeto gigante, que es lo que hoy siento por él. Por eso no me gusta verlo puesto en ningún pedestal, porque considero lo contrario, que era una persona completamente viva, creyente de la libertad, porque fue una persona nacida libre en un país que no lo era. De ahí que me parezca tan importante hablar de Terenci tras el 23J, porque hemos conseguido demostrar que no estamos dispuestos a retroceder en ninguna de las libertades alcanzadas. En estas elecciones les hemos dicho a la ultraderecha y a sus socios que no consentimos ese paso atrás, y no como intelectuales, como homosexuales ni como mujeres, sino como sociedad. 

- No obstante, para la reacción en las elecciones generales, primero hemos tenido que vivir el sinsabor de las municipales y autonómicas.
- Ha sido trágico que hayamos tenido que pasar por el 28M para darnos cuenta, pero una vez la ultraderecha se ha instalado en el poder, la sociedad se ha negado a su avance. Lo que sucede es que es muy difícil anticipar una amenaza. Las personas más o menos formadas son las que quizás podemos intuirla por el influjo de cabezas como la de Terenci, que promovía la idea de que la libertad y la educación van paralelas y es importante que sean continuamente transmitidas.

- El documental recoge el ambiente de las reuniones informales con amigos, donde confluían personalidades como Rosa María Sarda, el dramaturgo Benet i Jornet, el miembro de La Trinca y productor de televisión Josep Maria Mainat... ¿Cómo encajaste tú en esa corte?
- Cuando me trasladé a Barcelona, Terenci me involucró en ese círculo que movía de una manera increíble desde el año 68. Poco a poco. ese universo fue creciendo y se transformó en Sardá y Crónicas marcianas. 

- ¿Consideras que aprendiste de su generosidad en la manera de relacionarte e integrar a gente?
- Esa es la razón por la que he decidido participar tanto en la serie como en su promoción: quiero participar de ese espíritu. La gente como mi papá, que ya superan los 80 años, se criaron en esta idea de la importancia de trasladar la información, de no quedarse con ella. Yo me he educado en eso y es mi deber poner este grano de arena, porque me da la impresión de que ese afán de compartir puede perderse con la generación de Terenci.

- ¿Compartes con Terenci esa capacidad de maravillarte frente a la gran pantalla?
- Vivo muy preocupado por que el cine pase a ser un dinosaurio. Es importante que mantengamos la costumbre de ir al cine. La industria editorial consiguió esquivar ese destino porque la gente no se ha servido del libro electrónico como única herramienta de lectura, sino que sigue teniendo una relación atávica con el papel. Es una pequeña involución en la que estoy de acuerdo, y deseo lo mismo para la gran pantalla. Pero ese Terenci refugiado en la sala de cine también me habla de su voluntad férrea para que la dictadura retrógrada y la mediocridad no frenasen su talento.

- ¿De qué manera influyó en tu interés por Terenci el hecho de que tu padre también fuera crítico de cine?
- Si hubiera visto a Terenci como una figura paterna, lo hubiera detestado. Él estaba encantado de que fuéramos amigos, le parecía divertido que sucediera en un momento en que mi vida estaba explotando hacia adelante. A veces yo iba en muy mal estado a su casa, porque me sentía muy muy convulso con la proyección que estaba alcanzando Crónicas marcianas. Recuerdo que en la televisión se puso de moda hacer bolos: ibas a una discoteca, la inaugurabas y te pagaban una cantidad de dinero. Yo le dije a Terenci que me podía comprar una nevera nueva. Y él me respondió: “Tú imagínate que vas a dar una conferencia. Es igual, pero mejor pagada”. Otra vez me dijo: “Boris, puedes ser un escritor en cualquier momento de tu vida, pero una estrella solo puedes serlo una vez”. 

- Esa convivencia de la cultura alta y la popular eran una constante en sus entrevistas. El documental incluye material de archivo de las que le hicieron Mercedes Milá y Jesús Quintero. ¿Crees que antes se entrevistaba mejor?
- Había un poquito más de tiempo y no existía esta sed de titulares. En los tiempos de Terenci, los medios de comunicación, los entrevistadores y la conversación no estaban tan sintetizados. A medida que vas avanzando en la reducción de las cosas, las empequeñeces. Nos hemos mediocrizado en todos los sentidos. Si no fuera así, no existiría una persona como Santiago Abascal ni como el propio Feinó (así lo llamo yo). De repente una persona puede decir que no sabía que un amigo suyo era contrabandista porque no había Google, a pesar de que estaba condenado por narcotráfico. Ha hecho todo lo posible para que esa foto no apareciera en campaña. Si ha salido ha sido porque una paisana suya decidió nombrarla. 

- En la figura de Terenci también había sombras en las que imagino que repararías: esa capacidad de fantasear que desembocaba en la fabulación sobre su propia vida. ¿Cómo te llevas con el autoengaño? 
- Terenci era un intelectual y un escritor exitosísimo. Los escritores no somos personas de una sola manera. Yo, el primero. Estaba en todo su derecho de construirse su propio universo, pero en él no había mentira. Cuando entrabas a su piso en la calle Muntaner, en el apartamento de abajo estaba su fabuloso archivo -que ahora no se sabe exactamente dónde está-, y en el de arriba, donde el suelo era de una madera tintada de azul ola, lo primero que te encontrabas eran dos figuras de cartón de tamaño natural: una de Marlene Dietrich y otra, de Mae West, dos mujeres unidas por Hollywood y el espectáculo, pero completamente diferentes. Marlene es una figura del cine clásico, de Alemania, más vinculada a la cultura A, y Mae West es toda la tropelía, todo el revisteo, la astracanada, la vulgaridad, la cultura masiva, las curvas... Ese era el mensaje, podías escoger o ponerte en medio de las dos.

- ¿Fue el respeto lo que te llevó a no reprocharle la adicción al tabaco que lo llevó a la tumba?
- No me pareció que fuera mi sitio. En el pasado, había conocido a otra persona que fumaba de manera horrible, horrible... José Ignacio Carujas, un hombre muy importante en mi vida, con quien escribí la telenovela de éxito mundial La dama de Rosa. Él también fue un escritor muy vinculado al teatro que se abrió camino en la televisión, dio un salto importante y también fue muy criticado. Yo no fumo y hay veces que he pensado que quizás podía haberles dicho algo, pero no era mi lugar. Terenci intentó desengancharse muchas veces, y en esos casos sí me pareció bien acompañarlo. Un día, en el hospital, lo vi tan animado con el oxígeno, que le pregunté si le molestaba que lo compartiéramos. Me dijo: “Bueno, hombre, es mi medicina”. Y yo le contesté que tenía una piel increíble, así que me hizo sentarme a su lado e invertimos los roles. La dimensión de ese momento me parece tan mignon. Terenci era encantador, tan brutalmente simpático, arrollador...

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