VALENCIA. El abogado uruguayo Fernando Belhot, testigo clave de la Fiscalía en el caso Erial, se ha ratificado este miércoles en el testimonio que ya realizó en la fase de instrucción de esta causa. Unas afirmaciones de especial relevancia porque suponen reconocer que era, en la práctica, el testaferro de Eduardo Zaplana en el extranjero.
Belhot ha declarado en el juicio de este procedimiento, centrado en la presunta trama creada para el cobro de comisiones derivadas de la concesión de las Inspecciones Técnicas de Vehículos (ITV), realizadas en 1997 durante la gestión de Zaplana, y del Plan Eólico de la Comunidad Valenciana, puesto en marcha en 2003. El objetivo habría sido desviar esas cantidades al extranjero a través de numerosas sociedades para blanquearlas y, posteriormente, retornarlas a España. En total, ese desvío de dinero se cuantifica en 20,6 millones de euros.
El abogado ha relatado que conoció al también expresidente de la Generalitat a principios de 2009 por su condición de persona pública relevante en España y porque tenía cargo asimismo en Telefónica. "Me parecía alguien interesante para desarrollar el contacto en España por mi actividad profesional", ha señalado.
"Cuando lo conocí, me manifestó que un amigo suyo de la infancia, 'Pachano' (en referencia a Joaquín Barceló), había hecho inversiones en 2007 y 2008 fuera de España y que su asesor fiscal, Francisco Grau, le había montado unas estructuras societarias para realizar inversiones tanto en España como el exterior. Zaplana me pidió si yo podía opinar sobre esas estructuras que Grau había montado a Barceló y convocaron una reunión de los cuatro. Les dije que no podía opinar de las estructuras españolas porque no era experto en derecho español, pero sí les di mi opinión sobre la estructura que ya tenían en Luxemburgo, que era la sociedad Imison. Pensaba que no era una estructura óptima para el objeto que buscaban y les recomendé que fueran sociedades uruguayas las que realizaran la gestión de ese patrimonio porque cumplían mejor los requisitos: confidencialidad, secretos bancarios, etc. Todo eso le daba una gran protección jurídica a las inversiones", ha detallado. En definitiva, ha dicho, en Uruguay se podían constituir sociedades con carácter anónimo, de manera que el titular real no aparecía en ningún momento.
Según Belhot, Grau mostró su discrepancia porque perdía el control y el protagonismo de esos activos. Y, ya posteriormente, comprobó "que el dinero del que hablábamos era del señor Zaplana": "Me dijeron que el dinero era de Barceló, pero luego comprobé que era de Zaplana. Él era el que tomaba las decisiones de las operaciones y él mismo me manifestó que era el dueño de la gran mayoría de esos activos, pero que no quería que trascendiera por su posición pública y por su carácter de lobby".