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Avatares del convento de San Diego y su patrimonio

17/11/2022 - 

MURCIA. El pasado día 13 celebró la Iglesia a San Diego de Alcála, aunque quedara oscurecido el santo por la preferencia litúrgica que ostentan los domingos. Fue Diego un franciscano del siglo XV, de humilde origen, que se convirtió en 1588 en el primer hermano lego (es decir, no sacerdote) canonizado entre los pertenecientes a la orden fundada por San Francisco de Asís.

Los franciscanos de la rama de los descalzos fundaron convento en Murcia pocos años después de este gran acontecimiento, en 1598, y decidieron ponerlo bajo el patronazgo del reciente santo. La inicial instalación de los frailes se vio frustrada por la denuncia de los propios franciscanos, pero de las ramas de los observantes, emplazados a la entrada del Malecón desde antiguo, y de los recoletos de Santa Catalina del Monte, pero en 1600 volvieron a asentarse en la ermita de San Roque, junto a la Puerta de Castilla, para pasar a continuación a la de San Lázaro, vecina de la anterior.

El convento y templo de los denominados 'diegos' se situaba en el espacio que después ocupó la llamada fábrica grande de la seda, y es hoy el parque del mismo nombre. Fueron las desamortizaciones del período liberal de entre 1820  y 1823 las que pusieron término a su existencia, si bien el templo siguió funcionando durante algún tiempo como 'ayuda de parroquia' de San Andrés.

A dicha parroquia, por entonces situada a espaldas del convento de las Agustinas, fueron a parar las imágenes que recibían culto en San Diego, y también las de la ermita del Calvario, sita a su vera y culminación del vía crucis de los pasos de Santiago, un grupo completo de Cristo en la cruz, la Virgen Dolorosa, San Juan y María Magdalena, debido a Nicolás de Bussy y lamentablemente destruido años después, así como un Yacente de la decimocuarta y última estación.

También acabó en el viejo San Andrés, y pasó luego al que fue templo conventual de San Agustín cuando a él se trasladó la parroquia, el valioso San Roque realizado por Salzillo para la ermita del mismo nombre, aquella en la que iniciaron sus funciones religiosas los frailes de San Diego.

Estas traslaciones de unos templos a otros con motivo de las desamortizaciones de los bienes eclesiásticos o, como fue el caso de la primitiva parroquia de San Andrés, por la ruina del inmueble, dieron lugar a curiosas situaciones, que se llegaron a desvelar, aunque fuera a medias, con el paso de los años.

Viene esto a cuento de que en la relación de las imágenes procedentes de San Diego que recibían culto en la desaparecida iglesia parroquial de San Andrés en el año 1887, una vez que se acordó que el culto y la condición de parroquial, así como los cuadros y esculturas se trasladarían a San Agustín, encontramos algunas que merecen no sólo mención, sino también cierto relato de los avatares por los que pasaron.

Hacía el Diario de Murcia el día 29 de noviembre del año citado una descripción del templo destinado a la demolición, que se verificó bastantes años después, pese a su precaria situación, y en la misma mencionaba las tallas existentes, incluidas las llegadas desde San Diego. Al mencionar el altar mayor, presidido por la imagen salzillesca de San Andrés, que el lector puede admirar, algo empequeñecida por la magnitud de aquella iglesia, en la parroquia actual, se señala que "a los lados de la mesa de celebración están colocadas las estatuas de San Diego y San Pedro Alcántara, procedentes del demolido convento" que llevó el nombre del primero.

Luego, tras referirse brevemente a la sacristía, y siguiendo el orden de capillas, "se encuentran estas tres dedicadas: la cuarta antes a San Pascual Bailón, estatua procedente del ex convento de San Diego, habiendo en la actualidad una imagen de Ntra. Sra. del Carmen; la quinta a Ntra. Sra. del Rosario y a las dos bellas estatuas de Salzillo, San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán, procedentes del ya dicho ex convento".

Y son, precisamente, estos dos últimos santos lo que más llaman la atención, pues se les tuvo por destruidos para reaparecer en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid procedentes de la bien nutrida colección de arte de Juan Antonio Güell, que contenía obras de Francisco Giralte, Martínez Montañés, Gregorio Fernández, Alonso Cano, Pedro y Luisa Roldán, Pedro de Mena, Francisco Salzillo o Ramón Amadeu, entre otros.

Pasados 26 años de su fallecimiento, en 1958, una parte de la colección pasó a integrarse en los fondos del Museo vallisoletano, siendo subdirector del mismo el murciano Luis Luna Moreno, quien identificó a San Francisco y Santo Domingo como las tallas existentes en San Diego, y les siguió el rastro por San Andrés el viejo y una ermita del Rosario que existió en los confines del barrio de la Trinidad, a espaldas del actual Paraninfo de la Universidad en su sede de La Merced.

Debe deducirse de ello que las imágenes no llegaron a pasar por San Agustín cuando se produjo el traslado de la parroquia, sino que irían al Rosario, capilla erigida por una piadosa vecina, devota de esta advocación mariana, en la que se celebraba grandemente el mes de octubre, con procesión de la Titular que, según la prensa de la época, salía acompañada de las imágenes de Santo Domingo y San Francisco, que no serían otras que las que fueron objeto de las pesquisas del recordado Luis Luna.

Cabe pensar que, con la desaparición de la ermita, las pertenencias de la misma pasaran a la colección Güell, que ya las catalogaba y señalaba como obras de Salzillo en 1925.

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