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AL OTRO LADO DE LA COLINA / OPINIÓN

Armenia y las veletas internacionales

20/10/2023 - 

"Roma no paga traidores". Esta frase apócrifa dedicada a Audax, Ditalco y Minuro, asesinos y generales del caudillo hispano Viriato, evidencia el desprecio a los falsos, desleales e infieles a una persona, causa o nación por parte del propio beneficiado de la traición. Es uno de los mayores delitos contra la Patria y sus conciudadanos que se puede tener. Y tuvo lugar o se recitó en nuestra piel de Toro hace muchos muchos siglos.

Y, a veces, a nivel internacional parece que también ocurre lo mismo cuando se rompen alianzas y se tienen nuevos socios e incluso patronos. El país en cuestión, el país veleta que cambia de posición, es despreciado por propios y ajenos. Estos días estamos viendo cómo un país tradicionalmente aliado en las últimas décadas con Rusia, como es Armenia, está sufriendo estos desprecios o al menos abandonos.

Armenia es un país cuyo destino histórico va ligado al hecho de ser el primer reino cristiano, porque toda su historia es un continuo martirio. Por no hacernos muy largos, este reino cristiano convertido con motivo de su asociación y ocupación por el Imperio Romano ha estado siempre rodeado de enemigos: imperios pertenecientes a otras religiones. Resumiendo mucho, en las últimas décadas y par de siglos ha sufrido una gran pérdida de su extensión y sobre todo una terrible persecución a su población, como la que ellos denominan el genocidio armenio, reconocido como tal por el Senado de los Estados Unidos e incluso por el propio Papa Francisco llamándolo el «Primer genocidio del siglo XX» por parte del imperio Otomano a partir de 1915, con gran enfado de Turquía.

Después se integró, o mejor dicho, fue invadido por los soviet comunistas y también volvió a sufrir una gran represión y fue una de las 15 repúblicas socialistas soviéticas de la ya extinta URSS. Tras el proceso de desintegración de la Unión Soviética, formó un país con un vecindario más bien hostil. Por un lado, Turquía, heredera del imperio Otomano y a la que ahora se le hace heredera de la responsabilidad de los tristes y terroríficos hechos de 1915. También la musulmana e integrista Irán. Y por otra parte, Georgia con una relación bastante estable. Pero sobre todo con quien ha tenido problemas desde principios del siglo XX, conflictos territoriales e incluso étnicos, ha sido Azerbaiyán

La República de Azerbaiyán es una de las también repúblicas socialistas soviéticas que tras la independencia ha tenido un problema territorial, dado que dentro de ella había una región con población armenia, Nagorno-Karabakh, y que con excusa de este proceso desintegrador de la Unión Soviética se declaró independiente con el apoyo de Armenia. Este problema es uno de los llamados conflictos congelados post guerra fría ex-soviéticos de los que aún tenemos distintos enclaves territoriales en lugares de la antigua URSS, como Transnitria, entre Moldavia y Ucrania.

Kassym-Jomart Tokayev (I) y Vladimir Putin (D). Foto: KREMLIN/DPA

Hasta los inicios del siglo XXI, Azerbaiyán, gracias al incremento de los precios de los hidrocarburos y una política continuista del presidente Heydar Alíyev al que sucedió su hijo Ilham Alíyev, no ha creado unas potentes Fuerzas Armadas (a su nivel). Un ejército que apoye una posible política de recuperación de los territorios perdidos desde 1994 antes citados, no solo del alto Karavac, sino otras regiones azeríes que rodeaban esa región, y que los armenios habían ocupado como colchón de seguridad. 

Esta situación congelada, este status quo, a pesar de las resoluciones de las Naciones Unidas, se mantenía gracias a la alianza con Rusia que tenía Armenia, dado que los dos tienen la misma religión, cristianismo ortodoxo, pero también porque Armenia formaba parte del dispositivo de seguridad de la nueva Rusia, surgida del fin de la URSS, dado que formaba parte de un sistema de control del espacio aéreo, cuyo radar, que estuvo alquilado durante años (tras la independencia) se situaba en Azerbaiyán (hace tiempo que no), y la base de misiles antiaéreos más un regimiento del Ejército ruso se encontraba en Armenia. Era una alianza de interés y seguridad mutua.

Pero, como Roma no paga traidores, resulta que Armenia en una de esas revoluciones, aparentemente democráticas en países de la ex Unión Soviética, ha tenido en los últimos años un giro hacia posiciones pro occidentales, ha coqueteado con el enemigo eterno de la tercera Roma (Moscú), los Estados Unidos de América, y ha sido entonces cuando el paraguas de seguridad que le proporcionaba el Kremlin, entre otras cuestiones a la ocupación de ese territorio azerbaiyano, ha desaparecido. 

Si a todo ello añadimos que Rusia desde febrero de 2022 está bastante ocupada en la invasión de Ucrania, Azerbaiyán tuvo su oportunidad entre septiembre y noviembre de ese mismo año, para su desquite. Apoyada con tecnología turca y tecnología israelí, desarrolló una serie de rápidos ataques, en un conflicto bastante moderno con alta intensidad de drones y recuperó una gran parte del territorio de la autodenominaba República de Artsaj. Hubo entonces una intervención de Rusia, con fuerzas de interposición y un acuerdo de alto fuego, hasta que nuevamente hace unos días y ante los reiterados problemas en el conflicto de de Ucrania por parte de Moscú, y la poca implicación de los nuevos socios de Armenia, Baku ha vuelto a aprovechar la ocasión para rematar la jugada iniciada en el 2022. 

Y como dice el dicho que Roma no paga traidores, pues ni el antiguo protector ruso, ni el nuevo aliado occidental han actuado, apoyándola con músculo militar, que finalmente en geopolítica es lo que vale cuando se ponen las cosas mal dadas. Como consecuencia de todo ello se ha producido un nuevo éxodo de la población armenia, asustada por las posibles represalias por las matanzas sufridas por los azeríes en 1994.

Kassym-Jomart Tokayev (I) y Olaf Scholz (D). Foto: KAY NIETFELD/DPA

Pero no es la primera vez que ocurre esto en la historia de la geopolítica, dentro de las alianzas y del orden mundial. Porque dentro de sus reglas una norma fundamental es la fiabilidad de los países, el ser un socio y aliado fiable. Cuando un país cambia de posiciones con facilidad, no digamos cuando cambia de bando en estas guerras de bloques, es un país del cual el resto no confía, pues la política exterior es una de las políticas más de Estado y continuista que pueda existir en cualquier país, no solo democrático, sino autocrático incluso en las dictaduras.

Y un nuevo episodio, del tipo veleta, puede tener lugar en Asia central, con otra ex república soviética, aliada de Rusia, como es Kazajistán. Tiene un inmenso territorio (más de cinco veces España) y una población reducida (menos de 20 millones) y grandes reservas de materias primas. Su presidente, Kasim-Yomart Tokáev, tras hablar con el canciller de Alemania, Olaf Scholz, ha confirmado su intención de cumplir la sanciones contra Rusia por el conflicto de Ucrania, cosa que seguro no va ha gustar mucho a su hasta ahora aliado Vladimir Putin, quien en enero de 2022, llegó a enviar a más de 2.000 soldados rusos en base a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) para mantenerlo en el poder por los graves disturbios acaecidos en el país. 

Esto puede resultar ser un nuevo foco de inestabilidad en esa importante región del mundo. Recordemos que en política exterior Alemania no es muy fina, por no decir que ha jugado a veces a varias bandas, y ha sido un poco la generadora de la antaño dependencia energética de Europa del gas ruso, un factor relevante en el actual conflicto del Este europeo.

Por eso tenemos aún pendiente de explicar a propios y ajenos el cambio de posición de España respecto a nuestros vecinos del sur, Marruecos y Argelia, porque el status quo existente previo al "cambio de opinión" nos permitía intentar no estar a muy malas con Marruecos, por ser antigua potencia ocupante del Sáhara, o mejor dicho de la provincia del Sáhara que no colonia, y lográbamos tener una seguridad energética con el gas argelino, protector del Frente Polisario saharaui. Por eso, el cambio de situación, de reconocimiento y posicionamiento tras Marruecos, que sigue sin abrir las fronteras y normalizar el comercio de Melilla por ejemplo, ha provocado que entre otras cuestiones nos quedemos sin el gas argelino, aunque rápidamente ha encontrado nuevos socios en Europa, por ejemplo Italia, una gran beneficiada de todo ello que no ha dado ni las gracias, pero ya saben lo que dicen de Roma…

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