EL GATO EN LA TALEGA / OPINIÓN

Alfonso Guerra, el aburrimiento y los populismos

24/11/2023 - 

MURCIA. Alfonso Guerra resulta hoy día hasta simpático, adjetivo que en otros tiempos estaba bastante disociado de él. Vino a decir la otra noche en El Hormiguero sin que le temblase el pulso que no todos los conservadores son fachas y que una parte de la izquierda es una especie de vigilante de las costumbres. Su visión sociológica tiene algo de arte, ese que le llamaba antes de que la política se cruzase en su camino. Es un hombre que ha atemorizado, y soliviantado, a muchos, pero el tiempo lo ha respetado como una persona que ha vivido acorde a sus ideas. Realmente, de toda la entrevista que le realizó Pablo Motos, me quedé con su capacidad para diferenciar entre enemigos y adversarios con la clarividencia de la experiencia y la carga vital. Porque un adversario compite contigo por lo mismo, pero un enemigo se opone a ti.

El hombre de izquierda socialista habló de la izquierda actual para venir a decir que ha perdido nivel. Sí, sí, que ha venido a convertirse en la vieja del visillo observando las costumbres de los demás. Es verdad que no le preguntaron por la derecha más a la derecha porque la cosa iba de generar polémica y división dentro del Partido Socialista. Si llegan a preguntarle por Milei o las manifestaciones ante las sedes de su partido, probablemente tendríamos el foco de luz desviado hacia otra parte. Pero el entrevistador mandaba, y también se agradece conocer qué opina la gente que sigue perteneciendo a un partido pero no comparte su proceder. Porque esto existe.

"la falta de heterogeneidad dentro de una tendencia alimenta conductas poco adecuadas a la hora de ocupar un cargo público"

Un partido político debería tener la inteligencia de hablar con sus bases sabiendo que, a mayor heterogeneidad, mayor riqueza para conformar su programa. Pues bien, cada vez sucede esto en menor medida en todos los partidos políticos porque pululan las microdictaduras internas que impepinablemente llevan a la pérdida de buenas ideas y oxigenados criterios. Para evitar la evidencia, se echa mano de las figuras independientes, cuyo fin solo puede ser la abducción y continuidad o la explosión y expulsión. De hecho, la falta de heterogeneidad dentro de una tendencia política alimenta conductas poco adecuadas a la hora de ocupar un cargo público. De hecho, si colocásemos varios ejemplares de la política española sin saber a qué partido pertenecen, tras escucharlos podríamos agruparlos por partido sin errar porque se crea una especie de mimetismo en base a las consignas que aliena mentes e idiotiza por completo. Si la cosa quedase ahí, bastaría, pero el problema es que aburre.

¿Y qué pasa cuando una o uno se aburre? Pues que aparecen los populismos a izquierda y derecha. Esos que animan el cotarro y arrasan en los jóvenes que ven divertida la política. Sin más historias. Ese es el trasfondo de victorias políticas que parecen inexplicables. Si a esto le sumamos la creencia de que haga lo que haga la ciudadanía de a pie, no se tiene en cuenta porque la clase política habla en otro idioma y habita en otra esfera, con bastantes carencias de realismo y empatía, la cosa del voto por entretenimiento solo puede ir a más.

Y si no, imagínense una foto de Milei con Puigdemont. Los memes serían insuperables ante la conexión de un maestro tántrico con otro revestido de inmunidad que alcanzaría el paroxismo espiritual, y no digamos el económico del capitalismo sustentado sobre los héroes empresariales. Incluso el tema de cabello sería ilusionante, a falta de la incorporación de los hilos naranjas de Donald Trump. La diversión ganaría enteros cuando fuese evidente que al futuro amnistiado le importa el progresismo lo mismo que España y entonces tendríamos en la cara de los socios socialistas, otro súper meme.

El caso es que, en esto del independentismo catalán, los criterios de Junqueras y Puigdemont varían: mientras el primero se siente orgulloso de pasar por la cárcel, el segundo se siente orgulloso de vivir en Bruselas divinamente y volver incólume. Está claro que hay clases y clases dentro de esta historia, como en casi todas las que sirven el poder. Se ve que aquello tan divertido que fue el debate de "las castas" de la izquierda de la izquierda caló en estas diferentes clases de la derecha independentista. Por cierto, por parte de la derecha no nacionalista, lo del empleo de las antiguas banderas de España, con el águila de San Juan, el yugo y las flechas, ofrece un motivo pintoresco a los jóvenes para motivarse en aras al divertimiento, porque el pajarillo ahí colocado mola más que la bandera actual, como la legitimidad no mola y lo mismo les parece ilegítimo un Gobierno salido de un proceso electoral que legítimo otro instaurado tras una guerra.   

No podemos entonces asombrarnos de que un libro como nuestra Constitución, con todo el proceso de consenso y negociación que llevó detrás y su ejemplar funcionamiento, les resulte aburrido a los amantes del divertimiento. Así que van a ver si la revierten a cómic y subimos de nivel. Van a ver si a nivel nacional, plurinacional, europeo, mundial se genera el mayor número posible de fotos y frases para memes. La clave, no se olviden, es hacer frente al aburrimiento. Si luego el país se va por la pendiente es lo mismo, siempre nos quedará el fiestón.

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