MURCIA. Esta semana nos centramos en una de las leyendas más recordadas en la tradición oral de Caravaca de la Cruz, en la que se entremezclan templarios, ritos, encantamientos y la justificación de que en Las Fuentes del Marqués, este entorno natural y asombroso, sus aguas siempre se encuentren muy frías. En este enclave también se dice que se encuentra una Torre Templaria, aunque la construcción data del siglo XVII.
Este lugar te envuelve en un ambiente mágico desde el mismo momento que lo pisas pues en un lugar como la Región de Murcia, árido, encontramos un vergel lleno de vida. Existe una leyenda que versa sobre túneles que conectaban el Castillo de Caravaca con las construcciones mal llamadas templarias de esta zona, puesto que son del siglo XVII y, de momento, ni la arqueología ni las fuentes escritas nos han aclarado la existencia de estos túneles.
La tradición popular sitúa en el medievo una Caravaca que ya estaba bajo la protección del cristianismo; y bajo la de su fortaleza, gobernando desde el cabezo más alto, guarecida por un valeroso destacamento de caballeros templarios que guardaban las tierras circundantes y a sus pobladores de las abundantes algaras moras que desde la vecina Granada asaltaban los campos de Caravaca para obtener botín y esclavos que llevarse de regreso a su califato.
Una de las zonas que cayeron en manos musulmanas fue el manantial de agua de esta zona. En ese lugar y según siempre la leyenda, el rico rey sayyid levantó allí su residencia estival. En lo que hoy son las cuevas del marqués, con aguas termales, construyó unos baños árabes.
Un día, llegó a la ciudad un joven templario -de nombre Jorge- que recientemente había sido nombrado de pleno derecho y a quien le fue encargada la zona de Caravaca, en donde se ubicaba la reliquia de la Cruz de Cristo, de la cual cae también la leyenda de haber convertido la conversión de un reyezuelo musulmán en la mismísima torre de la fortaleza donde unos ángeles del cielo la descendieron entre halos e himnos sagrados. A los pocos días se encontró con una bella mujer.
Era la hija del rico sayyid, que poseía Las Fuentes en Caravaca, muy cerca de territorio cristiano -con los que no tenía problemas al pagarles una buena cantidad de dinero -. Esta mujer, aunque no le faltaba de nada y se pasaba los días entre libros y la fauna del paraje, sentía que no estaba completa.
Entre los templarios de Caravaca existía una tradición que les hacía pasar su primera noche como caballero encerrado a oscuras en uno de los aljibes que surtían de agua al castillo, uno que ya no se utilizaba por estar medio ruinoso, y que estaba vacío, por tanto.
Y así se hizo. Al estar varias horas encerrado y sin ver nada, comenzó a indagar por el entorno y, de casualidad, se percató de que una de las piedras de la bóveda del antiguo aljibe estaba suelta y de que tras ella había una entrada de un túnel que parecía llevar mucho tiempo cerrado, pues los sellos de las piedras y las propias piedras estaban muy degradadas y erosionadas. Con la ayuda de un hachote en llamas investigó por el interior de este túnel hasta ver un pequeño halo de luz al final y oyó correr agua del riachuelo junto a una voz de mujer cantando, la hija del rey -Hayla - a quien sorprendió y del susto cortó esa melodía en seco. Dice la leyenda que en ese momento surgió el amor entre ellos.
Cada noche, al acabar las protocolarias oraciones y guardias, Jorge recorría el túnel que unía la fortaleza de Caravaca con Las Fuentes para encontrarse con Hayla. El Templario mantuvo en secreto la existencia de ese túnel, quizás existente desde la época de la dominación musulmana, por miedo a que su alcaide le prohibiese verse a que le reprobase de la Orden. Ella también mantuvo el secreto para no ofender a su padre.
Pero el destino es azaroso, justo e injusto a la vez, y tenía reservada una última noche para la pareja de enamorados. Justo cuando tenían planteado abandonar Caravaca y probar fortuna en otros lugares, Jorge es sorprendido por sus superiores al mismo tiempo que lo hace el padre de Hayla, también estaba extrañado por esas salidas en mitad de la noche de su hija. Caballeros templarios descubrieron el túnel y fueron en busca de Jorge, mientras el noble musulmán hizo lo propio, armando a varios de sus sirvientes con arcos y gumias por si les amenazaba alguna fiera salvaje de aquellos montes en la búsqueda de la chica.
Ambos grupos se encontraron a la salida del túnel, donde se encontraban los enamorados y sin mediar explicación y temiendo un ataque furtivo, se lanzaron uno contra el otro vociferando el nombre de su Dios. Jorge permaneció inmóvil junto a Hayla, protegiéndola con su propio cuerpo, mientras sus compañeros intercambiaban aceros contra los hombres del sayyid.
En medio de la confusión y el caos, el rey musulman observó a su preciosa hija en manos de un templario y, temiéndose un rapto, cargó su arco con una flecha llena de desesperación, miedo e ira. El proyectil voló en dirección a Jorge… pero fue a atravesar el costado de su hija Hayla, muriendo en los brazos del caballero, quien muere atravesado por la espada de sayyid abrazado a aún al cuerpo de Hayla, cayendo ambos al arroyo de las Fuentes del Marqués en un abrazo eterno. Se dice que desde entonces las aguas -que recordemos eran termales- se tornaron frías, en consonancia con la pena por la muerte de estos dos enamorados. Se dice que sus cuerpos aún descansan en el fondo del arroyo y que hay personas que dicen escuchar el canto de una mujer a la medianoche y la silueta de lo que podría ser un caballero cerca de las cuevas y las formaciones kársticas que hoy se pueden visitar.
Los templarios reclamaron los terrenos del sayyid, derribaron su palacete, y levantaron un torreón en su lugar. El túnel, se dice, fue demolido y cegado para evitar incursiones futuras; los baños árabes de las Cuevas del Marqués dejaron de existir al haber perdido las aguas termales su temperatura templada.
* Santi García es responsable de 'Rutas Misteriosas' y autor del libro 'Murcia, Región Sobrenatural