MURCIA. El continuo aumento de la población mundial, 8.500 millones de personas en 2030 y se superarán los 9.000 millones en 2050, requiere incrementar enormemente la producción de alimentos para satisfacer las necesidades humanas. Naciones Unidas indica que la inseguridad alimentaria ha alcanzado ya el 29% en todo el mundo, actualmente casi 800 millones de personas pasan hambre con una proyección nada halagüeña.
La Revolución Agrícola Verde ha conseguido triplicar el suministro de alimentos durante los últimos 50 años gracias al aumento de la superficie cultivable, el uso de fertilizantes, agua, plaguicidas, fármacos y nuevas variedades de cultivos y razas de animales. Sin embargo, ello ha ocasionado efectos indeseados en el medio ambiente (sobreexplotación de recursos naturales, degradación del suelo, contaminación del agua, nitrificación de acuíferos y deterioro de la agrobiodiversidad).
El intenso debate planteado sobre si la tierra tiene recursos suficientes para satisfacer las necesidades de la población del mundo, encuentra claras posiciones contrapuestas: la de los alarmistas y extremistas climáticos que mantienen la necesidad de devolver a la naturaleza suelos agrícolas productivos para recuperar espacios naturales restringiendo la actividad agrícola y en consecuencia frenar el crecimiento poblacional. La de quienes buscan nuevas formas de mejorar la eficiencia agrícola para garantizar la seguridad alimentaria, utilizando prácticas climáticamente inteligentes y tecnologías avanzadas que permiten producir más alimentos con menos uso de recursos naturales preservando el medio ambiente.
La agricultura es esencial para alimentar a la humanidad y combatir el hambre y la malnutrición. FAO estima que la producción alimentaria y agrícola tendrá que aumentar un 28% en la próxima década para cubrir las necesidades humanas en 2050 y producir casi un 50% más de alimentos de los que se producían en 2012.
La agricultura de precisión, que incorporan el empleo de sensores y la digitalización de los sistemas productivos, es el instrumento más eficiente para combatir el hambre en el mundo ya que podría aumentar en un 6% los rendimientos de los cultivos, disminuir en un 14% el uso de fertilizantes y reducir el gasto de agua en un 21%. Además, en los últimos años, los agricultores están incorporando el uso de satélites para gestionar sosteniblemente sus explotaciones, aumentar su productividad y reducir los impactos ambientales.
En la próxima década los 3.000 satélites operativos de 2020 se multiplicaran por diez, lo que va a permitir la intensificación de la agricultura de precisión y el aumento del regadío. Los satélites pueden ayudar a monitorizar la meteorología, analizar la salud y las necesidades hídricas de los cultivos o controlar su desarrollo.
La teledetección espacial proporciona nuevas fuentes de información cuyos datos ayudan a tomar las decisiones más adecuadas. Permite recoger información de la superficie del cultivo y su estado vegetativo, evaluar daños y necesidades y cuantificar el uso del agua, fertilizantes y plaguicidas reduciendo su impacto en el ecosistema e incrementando la productividad.
Empresas líderes en el sector de la maquinaria agrícola, agroquímicos y cultivos están incorporado la tecnología satelital para controlar con más exactitud el rendimiento de los cultivos y aumentar su productividad.
El programa espacial Copernicus, desarrollado por la UE, ofrece información especialmente relevante para la agricultura de precisión. Consta de una constelación de satélites conocidos como “Sentinel” que permiten evaluar los usos y tendencias de las tierras agrícolas, las condiciones de los cultivos y las previsiones de rendimiento, y también contribuye al control de la gestión agrícola y la ordenación del riego.
Garantizar a la humanidad el acceso a los alimentos y proteger el medio ambiente es posible con tecnología y más agricultura inteligente.
Miguel Ángel Cámara Botía